El vivero del norte neuquino que es un ejemplo de esfuerzo, constancia y armonía

En la cordillera del viento, en Huinganco, el vivero provincial parece la suma de las virtudes: esa maravilla fue y es, construida y mantenida, por gente del lugar. Formaron una cooperativa, trabajan con esfuerzo, y hasta abrieron una carpintería.

Ricardo Kleine Samson
ricardo.kleine@ricardokleine.com.ar

El padre Celiz, además de ser el profesor de la materia agricultura y botánica agrícola, tenía a su cargo la huerta de la escuela en la que estudiaba. El primer día de práctica, nos dijo: “Muchachos, la huerta es culo pa’rriba” Nos quedó claro a todos. Y así es, no hay otra manera.


Cada vez que voy a comprar alguna planta, verdura o plantines de tomate o pimientos al vivero provincial que hay en Huinganco, me llama poderosamente la atención la prolijidad y el orden de todo ese lugar. La primera impresión es la de ese patrón que hace que todo lo que uno esté viendo, sea lindo y agradable. La belleza tiene sus patrones. Es una armonía que no parece estar impuesta por ningún jefe autoritario, más bien parece algo espontáneo, casi necesario.


Al cabo de caminar buscando alguna planta o curioseando el lugar y el entorno de la Cordillera del Viento aún nevada, empiezan a aparecer los responsables, sobre todo mujeres sobriamente vestidas con overol azul o verde, borceguí de cuero y en la mano una pala, una azada, un rastrillo, un balde, una manguera, una planta, una verdura o también una lapicera, porque la administración es parte del trabajo cotidiano. Y es cuando uno empieza a entender que esa maravilla de lugar fue y es, construida y mantenida, por la gente con la que ahora mismo me estoy cruzando y llama poderosamente la atención porque en un generalizado ambiente de incertidumbre, el orden, la prolijidad, la limpieza, el esfuerzo, la disciplina, la constancia y tantísimas otras virtudes evidentes aquí, parecen ser la guía, la ruta o casi el único camino al éxito, además, claro, de la suerte, que acá, sí, no está echada.


Quien siembra una semilla, la riegue hasta que germine, la cuide hasta que crezca y por fin tenga la suerte, si la tiene, de vender los frutos o la planta está transformando la realidad y pertenece a esa proscripta generación de personas que verdaderamente y como pocos, arriesgan. Se lo que es sembrar y esperar que germine, se dé la alegría de esos primeros brotes, lo he vivido. Porque si va mal, cosa que sucede, hay que volver a empezar con las mismas esperanzas de aquel primer intento. Porque sembrar es justamente eso: esperar. El Vivero Provincial de Huinganco, en la Provincia de Neuquén además de producir plantas de primerísima calidad técnica, estética y sanitaria y venderlas…reproduce, cuida y preserva, con dedicación y esmero, a esa estirpe de personas de las que van quedando menos, evidente en el rostro y las manos de cada quien, y en la atmósfera de todo ese maravilloso establecimiento que tiene, con la tierra, el agua y el cielo, esa mística que tanto anhelamos y celebramos cada vez que podemos.


Acá no hay espacio ni lugar para las emociones fuertes, ni las fiestas eternas, ni los espectáculos excitantes, ni aventuras transgresoras. Sencillamente no existen. Este es el reino de la armonía, en donde cada estación del año tiene bien definida su tarea a la que se entregan en cuerpo y alma.


Este vivero productor es uno de los 8 que hay en la provincia y depende del Ministerio de Desarrollo Territorial y Ambiente de Neuquén. Nació en el año 1968 para producir las coníferas, normalmente pinos, que cubrieron gran parte de esta cordillera y el entorno urbano de Huinganco haciendo que sea uno de los pueblos más pintorescos del norte neuquino. En su apogeo llegó a producir casi 5 millones de coníferas al año. En la actualidad tiene 68 empleados en relación de dependencia entre el vivero y la carpintería , 23 de ellos son mujeres y la mayoría trabaja en la tierra rastrillando, sembrando, repicando, cuidando y les puedo asegurar que sus rostros no reflejan la desazón de aquel que está sometido a la presión de un desconsiderado patrón. Más bien, todo lo contrario. El patrón parece ser que las cosas se hagan bien y la atmósfera que se respira en cualquier rincón del vivero es la misma y armoniosa que se respira en el paisaje cordillerano.


En términos general al vivero le iba bien, pero el dinero para las herramientas, las reparaciones, los insumos, etc, etc ó no llegaba o lo hacía tarde o era poca, de manera que entre todos decidieron constituir una cooperadora, como las de las escuelas, que con una cuota mensual de los mismos empleados les sirviera para financiar los gastos de funcionamiento y poder continuar. ¡ Apostaron a trabajar!! No se dejaron vencer por la burocracia, la vencieron. Y esta instancia administrativa logró lo que la relación de dependencia no pudo: que todos sientan, y es evidente, un sentido de pertenencia que maravilla gratamente. Todos, son y se sienten, dueños de algo que no le es suyo, les es de todos y lo cuidan como si les fuera propio.


Con los años decidieron abrir una carpintería que es ejemplo en el norte neuquino y no para de trabajar y trabajar con la madera que alguna vez, años atrás, alguien sembró y cuidó hasta hacerse árbol.

Los trabajadores abrieron una carpintería en el área del vivero.

Las manos que hoy cortan la madera son casi las mismas que ayer sembraron al árbol que hoy está en la sierra sinfín y terminará siendo una mesa, una silla o una ilusión, tan grande, como las esperanzas de aquel que la sembró.


El vivero produce plantas, forestales y ornamentales, también florales y verdura y la carpintería muebles lindísimos y de la misma calidad que las plantas.


Hoy, Ceferino Barrera, está al frente del vivero y su cargo no fue puesto por un burócrata, se lo ganó tras más de 30 años trabajando. Haciendo lo que hoy hacen el resto de sus compañeros, estar, como nos enseñó el padre Celiz: “Culo pa’rriba”


El vivero está enclavado en uno de los paisajes más bonitos del norte neuquino, al pie del Cerro Corona en la Cordillera del Viento. Todo lo demás que se pueda decir de este lugar es poco. Lo mejor es venir a visitarlo y rendirle el merecido homenaje a esta gente que, tierra adentro, en un pequeño pueblo que hasta cuesta pronunciar se puso a trabajar y honrar la vida sin que Usted se entere.


¿Será conveniente sugerir a este vivero como uno de los recorridos turísticos obligatorios de este norte neuquino…?


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