La necesidad de reconectar con la alegría

Ante una época difícil, el debate entre rendirse ante la frustración y los conflictos, o perseverar golpeando una y mil puertas.

Redacción

Por Redacción

Lo que vivenciamos, ¿es bueno o es malo? En varias oportunidades las palabras son tantas, las opiniones de diversas personas que transmiten la sensación de que todo está muy mal, que no sé muy bien qué pensar.


Siempre me dicen que soy optimista. A tal punto que me siento ingenua por serlo. Como si estuviese remando contra la corriente o en dulce de leche. Porque confieso, aquello que más me agota es la mala predisposición para sortear obstáculos; o esa mirada de resignación ante cualquier subida algo cansadora.

Será que mi papá me decía desde pequeña que tenía que golpear una, otra y otra puerta. Me advirtió que muchas se me iban a cerrar, pero una, después de haber golpeado cien, se iba a abrir. Probablemente lo aprendí así, con esa pasión por los desafíos. Ya conocía los pasos. También sucedió del modo que él me lo relató. Nada fue sencillo. También confieso que me frustré en el recorrido, pero me divertí y disfruté el triple cada logro.

Escucho tantas malas noticias que en ocasiones me sorprendo mirando el recorrido de las hojas que caen, la belleza de las conductas de los animales de casa. Necesito volver a las maravillas de los colores naturales. Sentir que no todo es tan malo como dicen, que todo sigue fluyendo y el día y la noche nos marcan ritmos.

Necesito volver a la alegría como estandarte de la humanidad. Nos inundamos con malas noticias. Guerras, problemas económicos, pandemia, enfermedades, conflictos, conflictos y más conflictos. Tengo sensaciones diversas: o nos transformamos en peleadores compulsivos y quejosos profesionales; o vivimos una realidad paralela. Esta última opción es en la cual me detengo.


Observar una realidad o muchas que se publican, no implica que sea la única. El universo nos muestra un sinfín de posibilidades, que la queramos ver o no, ya no es un problema del mismo. Si me hubiese aferrado al problema de la frustración, seguiría recordando los detalles del primer parcial que me bocharon. Contando que la universidad no era para mí y que me trataron mal. Que no aprobé porque no era hija de diputado. Nada cierto, claramente.

Me bocharon porque no entendí el tema. Después que me frustré, lloré y me sentí la peor de todas, volví a agarrar los libros, con esa espantosa sensación que nunca podría lograrlo. Pero lo hice. Cuando me amigué con mi no saber, mis errores y ese tan propio de mi “ya lo sé”, que esconde el “suponía que sabía”. Claro que di un ejemplo común. No por eso carece de importancia.

La frustración también tiene mala prensa. Las equivocaciones y el no saber. Los procesos no los aceptamos. Corremos hacia la inmediatez de las respuestas y los logros, con el celular en la mano. Nos ahogamos en la nada viviendo un mundo paralelo que no sabemos cómo resolver. Después de un incendio, la naturaleza busca su curso para que la vida vuelva a la superficie. Eso no lo vemos. Nos quedamos con la tragedia del incendio.

Solemos confiar poco en nuestras posibilidades de resiliencia, de renacimiento, de cambio. Si pudiésemos ver nuestra energía, nuestra fuerza al juntarnos. Si lográramos ver nuestras virtudes, todo sería diferente. Será que trabajo con niños y por eso puedo ver lo positivo. La maravilla de darse paso en las dificultades y mostrar claramente el hilo de salvación que se transforma en soga y con esa fuerza llega a la otra orilla.


Me siento orgullosa de todas las puertas que golpee y recuerdo algunas cerradas en la cara. Me dolieron, sí; pero también me ayudaron a crecer. A confiar y desconfiar. Cuando nos encontramos con obstáculos seguro hay una puerta para abrir. sin dudarlo. La clave es descubrirla. Si nos quedamos en “aquello que no fue” no vemos más que nuestro ombligo. No miramos la puerta de salida. Que esté oculta no quiere decir que no exista.

Reconectarse con la alegría es una posibilidad para caminar hacia adelante. Como dice una hermosa canción de Marilina Ross, “se puede, caminar por las cornisas, si recuperas la risa, dentro de tu corazón. Se puede, lo importante es que lo creas, que juntes todas tus fuerzas y que empieces a volar. También, podés, decir que no va más, sentarte en el camino y criticar a los que van, tratando de encontrar una nueva manera, de vivir, de ser…”.

Por Laura Collavini (laucollavini@gmail.com).-


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