Psicopedagogía: El festejo y las emociones

Del “¿qué miras, bobo?” a los desbordes hay una gran distancia. La psicopedagoga celebra a Messi y analiza las emociones.

Argentina en la final. ¡Qué alegría! ¡Cuánta emoción! Reconozco que el fútbol no me llama la atención. Solo me gusta la selección argentina y el folclore que envuelve el sentir nacional. Nada más hermoso que ver los rostros de felicidad de la gente, festejando, riéndose unos con otros sin conocerse. Vistiendo las camisetas celestes y blancas con esa pasión tan nuestra. Desenfrenada, ilógica, con esa fuerza capaz de todo.


Todas las plazas y calles principales del país se vieron envueltas, luego del triunfo ante Croacia, de nuestros colores patrios. Esa necesidad de sentir alegría, de unirnos en algo bueno. Despojarnos de las malas noticias, de las complejidades políticas, económicas, sociales y festejar la vida. Idolatramos a uno, a otro. Santificamos a seres humanos porque nos da alegría.

De alguna manera me sorprende ya que por mi personalidad vibro de emoción solo al escuchar el himno, en cualquier situación. Recorro los paisajes de mi país, hablo con la gente y agradezco al Universo haber nacido en estas tierras.

Todo me gusta de Argentina y de mi gente y por eso decidí quedarme acá. Dando lo mejor de mí para poner mi grano de arena o playas enteras para dejar una realidad mejor. Nunca despotrico contra este lugar. No digo “país bananero”. Cuento esto porque me sorprendo que sean las mismas personas que dicen esto y miles de cosas más espantosas las que se pongan la camiseta y salgan a festejar orgullosos.

Entiendo que sufrimos mil instancias que no son buenas y que en otros países no sucedan. Sin embargo, siento que con toda la energía y capacidad que tenemos solo necesitamos verlas para modificar rápidamente esta realidad compleja.


No soporto la grieta y me fastidia que quieran ponerme de algún bando, porque no soy de ninguno. Solo soy argentina. Comencé diciendo que somos algo ilógicos. Lo intento mirar desde ahí. La necesidad de alegría. Sentir que un líder como Messi puede guiarnos. Probablemente así sea. El deporte es saludable. El habló de frente ante todo el mundo diciendo: “¡Qué mira bobo, anda pá allá!”. Esas palabras claras y concisas, con un modo tan nuestro se transformó en un mantra nacional en un minuto. Tazas, remeras, poemas, canciones. Toda nuestra creatividad para inmortalizar el instante.

Esa expresión casi infantil que mostraba con tanta belleza el enojo de un líder que por supuesto no es sólo deportivo. Qué bueno que podamos contar con él como tal. Sencillo, buena persona. Manifestando siempre el amor por su familia y amigos. Que se bancó tantos malos ratos de las personas que hoy lo defienden.

¿Qué mira bobo?, anda pá allá!” Ya que hay tantas instancias en relación a estas palabras surgidas en forma espontánea, me voy a atrever a sumarme desde mi lugar:

* Puso un límite claro.

* Si bien está la palabra “bobo” no hay referencia a una degradación a ninguna mujer.

* Miró a la persona que estaba dirigiendo la expresión.


* No golpeó. No provocó.

* Reaccionó ante el enojo frente a las cámaras. Si lo hubiera pensado tal vez no lo hacía.

Si necesitamos a un ídolo, a un guía miremos entonces. Los festejos son alegres, con amigos. Sin desbordes. Sin lastimar, sin maltratar.

Entre tantas imágenes bellas de gente festejando en armonía, también vimos vidrios rotos, como los de la redacción del Diario Río Negro en General Roca. Personas colgadas de lugares peligrosos, puntos limpios incendiados. Accidentes de tránsito. Todos y cada uno hablan de estos desbordes a los que hice referencia. Cuando no podemos controlar una emoción se rompe una barrera interna y da espacio a un daño sobre algo o alguien, incluyendo a la misma persona que acciona.

Considero que sería un error culpabilizar al fútbol o al mundial o al ecopunto. Es dentro de casa donde comienza y finaliza. Cómo le damos espacio a las emociones. Al decir o callar. Hasta dónde dejamos que suceda y cómo intercambiamos pensamientos y sensaciones.


Es imposible poner un policía en cada cuadra, pero sí podemos trabajar esa palabra tan temida que llamamos límite. Pero tal vez ahora, que podemos ver gracias a Messi que podemos usarlo y que es simpática, podamos usarla.

Por ejemplo, ¿qué sucede cuando se pierde a algún juego digital? ¿Se revolea el celular, o se golpea la play o se acciona contra algo o alguien? Es ahí donde empieza la educación. Podemos ofrecer algún papel para romper, habilitar un espacio de tiempo y espacio para gritar y descargar diciendo todo lo que surja y después respirar, juntar los papeles rotos y tirarlo a un espacio destinado a papeles y cartones para reciclar.

Las emociones no son malas ni buenas. Son. Están y es necesario enseñar y aprender a manejarlas para disfrutar la vida en plenitud sin necesidad que algo externo me estimule o calme.

Que gane Argentina, que brillemos como lo merecemos, mirando hacia adentro, brindando por cada uno y por todos. ¡Vamos equipo argentino, hoy y todos los días!

Por Laura Collavini.-


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