La ruta 40 es la mejor para viajes en moto: el top 10 de Aldana, la aventurera que la recorrió sola
Aldana Humberto la hizo de punta a punta, en dos tandas, incluyendo los mejores desvíos. Aquí comparte ahora un repaso por los diez mejores lugares y momentos que vivió en ese clásico de la Argentina que la revista Outside eligió como la mejor para hacer en moto.
De cada viaje que uno hace, siempre hay momentos que son inolvidables. Felizmente logré cumplir uno de mis tantos sueños: completé la Ruta 40 sola y en moto. El tramo norte lo hice en 86 días en el 2021, regresé a Gesell porque no pude con el frío y además tenía que trabajar. Este año volví a salir en abril y el tramo sur duró tan solo 33 días. Lo hice bastante más rápido, ya que no era la mejor época del año para hacerlo (no me queda otra por el trabajo) y el clima me apuraba.
No hice la Ruta 40 de modo ordenado, como el común de la gente, pero la hice. El primer tramo subí de Cafayate a La Quiaca, bajé por la 9, volví a Cafayate y seguí por la 40 hasta Malargüe. Para el segundo tramo retomé desde Malargüe y la completé hasta el km 0 en Cabo Vírgenes.
Por este motivo los 10 mejores momentos no son todos sobre la Ruta 40. De hecho, la mayoría son de los desvíos que hice. Lo que sigue son esos diez puntos, en forma descendente, hasta llegar al mejor, el número uno.
10- Perdida en el Parque Nacional El Leoncito durante la noche.
Me anoté a último momento para la charla que daba el astrónomo en el observatorio. Era a las ocho de la noche y la respuesta la recibí cerca de las 19:20:: “sí, venite que te esperamos”.
Ya era de noche, yo en moto y me separaban unos 35 km, de los cuales una parte era ripio. Me abrigué como nunca y salí volando. Sabía que llegaría tarde, pero no tanto. Me perdí en el medio del Parque El Leoncito. Cuando agarré el ripio la única luz que había era la de mi moto, no veía ni los árboles que tenía al lado. Después de un tramo vi un cartel que decía observatorio 5 km, me pareció mucho, pero avancé. No me crucé a nadie y vi un cartel que decía “No pasar”, creí que era durante el día cuando había más gente. Supuse que si no había visto a nadie, estarían arriba. Seguí y otro cartel de “No pasar”, pero a partir de ahí el camino se puso horrible, estaba en obra, huellones profundos, pozos, arena y muy angosto.
🏍 #ViajerosAventureros
— Diario Río Negro (@rionegrocomar) July 25, 2022
🙌 Aldana recorrió la Ruta 40 de punta a punta. Trabaja en la temporada de Mar de Las Pampas y, ni bien termina, agarra su moto y emprende viaje: «Cuando se quiere algo con todo el corazón, se puede».
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Avancé unos 2 km en esas condiciones y rodeada de una oscuridad absoluta, hasta que en un momento me metí en un pozo y se me apagó la moto. Quedé a ciegas, me asusté, prendí la moto, di la vuelta como pude y rajé… ya no me importaba si me perdía la charla, solo quería salir de ahí.
Volviendo vi luz en una casita, me acerqué, toqué bocina y salió una mujer. Le conté lo que había hecho y lo primero que dijo fue:– Noooooo! Se agarró la cabeza y me explico dónde era. En las apuradas no vi que en el cartel que decía observatorio 5 km, también decía observatorio a la derecha a 2 km.
9- El Chalten. Caminata a la Laguna de Capri.
Desde el pueblo fueron 11 km ida y vuelta. Tardé hora y media en llegar a destino. Desde que inicié la caminata ya estaba sumergida en el bosque. El aire, los olores, los colores, todo es diferente ahí. De repente se abrió una especie de ventana y apareció ese espejo gigante donde el imponente Fitz Roy refleja su belleza. No podía dejar de tomar unos mates ahí, contemplando lo que la naturaleza le regalaba a mis ojos.
8- Quebrada de Las Flechas.
Un día de sol espectacular, completamente despejado, fue el que me acompañó durante todo el trayecto. Después de unos mates, cargué la moto y salí. Muchas veces soñé con ir a la Luna y en muchos tramos de este trayecto me sentí en ella, sobre todo en la Quebrada de las Flechas. Imposible no reconocerla: una vez que te adentras en ella comenzás a ver paredones enormes desde donde salen formaciones muy altas y puntiagudas que justamente parecen flechas. Una vez más sentí como el paisaje y yo éramos conexión pura. Lo que hizo la naturaleza con este lugar es muy difícil de describir.
7- Salto del Agrio:
En Caviahue estaba todo completamente nevado, pero aun así, no me podía ir sin conocer el Salto del Agrio. Tres personas diferentes me dijeron que no iba a poder llegar por la cantidad de nieve. Pero no me gustan esas palabras, no vas a poder, así que cambié el rumbo y aceleré hacia el salto.
Hice unos 11 km, llegué a un puente y al cruzarlo era pura nieve. Faltaban 6 km, tan poquito, así que decidí hacerlos caminando. En un momento miré a mi alrededor, atrás, adelante y a los costados sólo había nieve y montañas. Sólo la naturaleza y yo. Tras casi una hora y media de caminata, me faltaban 1,7 km y ya no iba a abandonar. Faltando unos 600 metros aproximadamente para llegar, cuando los pies ya se enterraban en la nieve, vi una camioneta estacionada. Y me dije por dentro, esto puede ser mí salvación para la vuelta. Y ahí estaban, unos genios que me llevaron de regreso hasta donde había dejado la moto.
Lo importante es que lo logré: ahí estaba, El Salto del Agrio, majestuoso, imponente y fotogénico.
6- Glaciar Perito Moreno.
Había llegado el día tan esperado, conocer mi mayor pendiente en Argentina, el Glaciar. Moto lista, mate, sandwichitos (que casi me los olvido) y a la ruta.
Toda, absolutamente toda la ruta hasta allá es hermosa, pero cuando detrás de una curva, aparece escondido él, tan ansiado, el corazón se acelera y la respiración se corta. Nada tiene que ver con lo que vemos en las fotos. Y más tarde, al comenzar el recorrido por las pasarelas, no me daban las manos para sacar fotos y filmar. Que chiquita me sentí ante semejante inmensidad. Imponente, majestuoso, único, gigante y argentino. Me quedé más de dos horas contemplándolo, escuchándolo rugir y desprendiendo partes de él hacia el agua. Cada vez que decía me voy, no podía, me daba vuelta y sacaba una foto más. Como un magnetismo mágico que me atraía hacia él. Ya casi al atardecer emprendí el regreso a El Calafate.
5- Km 0 Cabo Vírgenes.
La Peque y yo lo logramos! El año pasado me fui hasta donde termina la Ruta 40, este año me fui hasta donde comienza. Ambas fueron sensaciones completamente distintas, orgullosa de mi logro, me emocioné hasta las lágrimas y no podía creer que, aunque en partes y desordenadamente, había recorrido la 40 de punta a punta, sola, en una moto , y el tramo sur en una época del año en la que muchos no se atreven.
4- Balcón de Pissis
Esta frase que aplica perfectamente para este momento y trayecto inolvidable: “Finalmente, cuando mis ojos vieron lo que nunca habían visto, mi corazón sintió lo que nunca había sentido”. Hice menos de 50 metros y había un cartel con advertencias al conductor. Al leerlo, recordé que el día anterior uno de los gendarmes me había dicho que era un camino para hacer sólo en 4×4, pero como dije en una de mis historias, no me di cuenta de decirle que yo ando en una 4×150 que se banca todo, la peque.
Así que puse primera y avancé, yo no me iba a quedar con las ganas de al menos intentarlo. Literalmente ingresas al interior de una cadena montañosa majestuosa, pasas a ser parte de ella. Seguí avanzando y tras una nueva subida superando los 4700 msnm alcancé a ver la Laguna Azul, el Volcán Pissis y el Ojos del Salado detrás. Sabía que estaba muy cerca del balcón. Camino a la laguna, terminé de hacer todo terreno a la moto y la metí en la nieve, la sensación fue similar a andar en arena.
Llegué a la laguna, para la cual no tengo palabras más que belleza absoluta, paz, silencio ensordecedor, soledad y magia. Estaba congelada pero aún así, el reflejo del sol permitía ver su tono azulado.
Intenté avanzar pero las acumulaciones de nieve eran cada vez más grandes y recordé lo que decía el cartel al inicio del recorrido. Sabía que estaba 65 km dentro de la montaña, absolutamente sola y sin haber cruzado a nadie en el camino, con un frío terrible que se filtraba por la ropa, a las 14, y a unos 4600 mts de altura. Entonces me dije a mi misma: “Loca pero no tonta”. Y comencé el descenso, faltándome menos de 4 km para llegar al balcón. Pero vi tanto, sentí y me emocioné tanto que bajé más que feliz, y recordé que en algún lado había leído que al final de ese trayecto hay una placa en honor a un alpinista que falleció ahí, que tiene la frase: “Más vale vivir un día como león, que la vida entera como ratón”.
3- Nazareno:
Nunca había escuchado nombrar a este pueblo, y alguien en Cachi me dijo: No hagas la típica ruta y anda a Nazareno, tenés que pasar por 5050 msnm para llegar. Los que me conocen saben que me gustan los desafíos, así que me dije a mi misma: ¿Por qué no? Durante la subida hasta ese punto a 5050 msnm, las vistas son hermosas, pero desde ahí hasta el pueblo son increíblemente maravillosas. Creo que es la primera vez que hago una ruta de ripio con tantas curvas.
Después de muchos días, volví a ver verde de vegetación y volví a ver vacas y no llamas (aunque algunas había, igual que las vicuñas). Fue un tramo que me permitió sentir el silencio, la paz en el medio de la montaña, los latidos de mi corazón por la emoción de lo que estaba viviendo y por la adrenalina de recorrer esos caminos angostos con precipicios, ripio, en bajada y curvas súper cerradas. Nazareno es un pueblo que no vive del turismo, por lo que era la única intrusa en toda la zona. Eso lo hizo aún más especial.
2- Abra del Acay:
Ese día fue cuando reafirmé la frase: “En mi locura encontré mi libertad”.
Ese día pude decir que tengo una cosita menos en la lista de lo que no quiero dejar de hacer en esta vida. Pisé el punto más alto de la ruta 40: 4895 msnm.
Llegar a la cima me emocionó hasta el alma, pero el recorrido hasta ese lugar no puede ser descripto con palabras.
Me habían dicho que tenía que cruzar 5 veces el río que, serpenteante, atraviesa la ruta. Puse primera, pies en el agua y avancé, y agradezco haberlo hecho. Curvas, contra curvas, precipicios, caminos angostos, cuestas empinadas, colores y más colores, de los que quieras, llamas que se acercaban a recibirte, cactus erguidos que parecían estar levantando los brazos dándote la bienvenida, montañas enormes que me habían dicho que era como que te metes en ellas y literalmente las atravesás por adentro hasta llegar a la cima, hasta llegar ahí, el Abra del Acay.
Una vez más me sentí pequeña en este mundo.
1- De San Antonio de Los Cobres a La Quiaca, fin de la Ruta 40
440 km de ripio, sola en mi Xr 150. A 500 metros, fin de la ruta 40, a 200 metros fin de la ruta 40. A medida que comenzaba a leer estos carteles los sentimientos se me mezclaban, por un lado el cansancio me pedía llegar, tocar un poco de asfalto y buscar donde dormir, pero por otro no quería que se terminara. Se me caían las lágrimas de la emoción, no podía creer que lo había logrado.
Fue uno de los tramos más lindos, pero no el más fácil.
Cuántos sentimientos encontrados: alegría, tristeza, euforia, paz, ganas de gritar, ganas de escuchar ese silencio tan hermoso que aprecié durante todo el trayecto en medio de La Puna, felicidad absoluta.
Llegué, lo logré, pero no entendía nada, hasta ese momento no lograba tomar dimensión de lo que había hecho, no caía, intentaba volver al punto de inicio con mi mente para poder visualizar cada trayecto y se me formaba una nube, no podía. Hasta que entendí que mi bloqueo era éxtasis puro, felicidad de la más linda, realmente me sentí orgullosa de mi misma y no podía parar de sonreír. Ahí estaba, sola, con el cartel que me indicaba que había llegado al final de esta ruta mágica. En ese momento fue cuando me dije a mi misma, el año que viene la completo.
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