Vencimiento de las concesiones: tiempo para planificar el uso del agua

El vencimiento de los contratos de las hidroeléctricas del Comahue obliga a pensar en los usos que se darán al agua en los próximos 30 años para definir así el manejo de los embalses.

Por Federico Horne (*)

En 2023 se cumplen 30 años de las concesiones de las hidroeléctricas a privados iniciadas durante el gobierno de Menem. Ya ha generado debates si las nuevas administraciones serán públicas o privadas, nacionales o provinciales, de manejo parcial o total de las mismas.

Hay 5 aprovechamientos sobre el río Limay y uno sobre el río Neuquén que generan el 13% de la energía total del país, y por cierto, de carácter renovable. Organismos nacionales y provinciales deberán decidir sobre la nueva etapa.

La renovación exige la revisión de las normas de operación de los embalses, y éstas se deben establecer en función del uso del agua en el mediano y largo plazo, lo que obliga a planificar los recursos hidráulicos del Comahue para los próximos 30 años.

No es el propósito de este artículo analizar quién administrará las concesiones, sino más bien preocupa el destino de la inmensa cantidad de agua (podría suministrar agua domestica a 155 millones de personas) que puede ser aprovechada en proyectos que desarrollen, amplíen y maximicen el potencial de la norpatagonia y que sustenten nuevas poblaciones, más economía, más soberanía, más calidad ambiental.

Los aprovechamientos existentes, las presas y sus correspondientes embalses, se diseñaron (1960 – 70) con fines multipropósito y como tal apuntan al control de crecidas, riego, hidroelectricidad, demanda urbana e industrial y preservación de la calidad del agua como del ecosistema acuático. Estos propósitos han sido escasamente satisfechos en relación a su potencialidad, sobre todo lo que respecta al riego, calidad del agua y la distribución del recurso hídrico territorialmente.

Tanto las áreas abarcadas por Neuquén como Río Negro cuentan con proyectos con diferentes grados de detalles, que de ejecutarse, harían del árido (y desertificado) norte de la Patagonia, un verdadero vergel u oasis como lo es el mendocino.

Ambas provincias poseen tierras en demasía inventariadas aptas para riego y estos proyectos elaborados desde mitad del siglo pasado merecen ser revisados y actualizados, pues pueden constituir alternativas validas de aprovechamientos.

Además de anexar nuevas áreas al riego en las márgenes ribereñas del valle (p. ej.Proyecto Negro Muerto, 50.000 ha) siguiendo el esquema de César Cipolletti de principios del siglo pasado, es menester distribuir el agua territorialmente, extender el suministro a zonas áridas despobladas o escasamente pobladas. Distribuir territorialmente el agua del río Negro a cambio de verterla al mar, parece ser un designo obligado.

Entre los variados proyectos hidráulicos formulados resalta el que propone derivar agua al sur de la provincia de Río Negro desde la salida del embalse Arroyito hasta el puerto de San Antonio con un canal que distribuya el agua para riego, incluso genere energía y opcionalmente sea navegable desde cerca de General Roca hasta el océano. Esta porción del caudal medio (menos del 15% del total) se derivaría luego de haber generado energía en todas las hidroeléctricas a lo largo del Limay.

Se agregaría a la provincia un “tercer valle” (a los del Colorado y Negro) y vastas áreas regadas, modificando sustancialmente el mapa y la fertilidad provincial, emplazado en la zona más desertificada de la provincia. Mencionado desde 1898 y con aportes en 1979, 1984, 1986 y 1990 por diversos estudios a cargo de organismos nacionales y provinciales. La ley 3078/96 de Río Negro aprueba (encomienda al Poder Ejecutivo) su estudio y de resultar positivo la implementación, lo cual no se ha realizado aún.

El proyecto original incluye el llenado de bajos naturales creando varios espejos de agua. Sin embargo, y dada la magnitud del caudal de agua que se evaporaría de los embalses, se descarta esta alternativa y se propende a reemplazarla por una canalización de distribución del agua.

Otros varios anteproyectos han sido formulados para derivar y distribuir parte del agua del Limay y del río Negro generando oasis en el desierto. Aumentar el caudal del río Colorado por trasvase desde el Negro (5% de caudal), permitiría regar tierras de la propia provincia intensificando el potencial ganadero y recibiría regalías por el canon tanto de Buenos Aires como de La Pampa por el agua trasvasada, incluso podrían costear la inversión de las obras.

Adicionalmente se cuenta con un potencial para energía eólica extraordinario, que se conjuga adecuadamente con el desarrollo agrícola sustentable. Se debe sumar también un caudal ecológico que indefectiblemente debe erogarse, necesario para mantener el ecosistema propio de los ríos en condiciones sustentables.

¿Hay suelos aptos para riego? Sí hay. ¿Alcanza el agua de la cuenca?, Sí alcanza. Estudios preliminares del ITAMA UNComahue contemplando 5 escenarios climáticos para los próximos 30 años permiten visualizar que es posible suplir la demanda de todos estos proyectos si se ajustan las normas de operación de los embalses. Estas normas condicionan el manejo de los embalses y las adecúan a las demandas de todos los propósitos múltiples de los aprovechamientos.

La pregunta que cabe es: ¿necesitamos sostener nuestra producción energética? ¿o preferimos relegar una parte de ella para desarrollar, en el territorio desierto, zonas de riego con colonizaciones de poblaciones nuevas, nuevos cultivos, agroindustrias e infraestructura ? Esto es posible si operamos nuestros embalses con ese objetivo.

Existiendo varios proyectos en carpeta para desarrollo de la región: riego, derivaciones, navegación, trasvase, etc, y aumento de la demanda urbana e industrial, parece imprescindible establecer futuros usos del agua para ajustar las normas de manejo de los embalses. O sea, es imprescindible planificar los recursos hídricos para los próximos 30 años.

Estas normas de operación que se establecen para servir a objetivos de uso del agua, también deben replantearse incluyendo varios factores; contamos con un mayor registro de datos (1993-2022) y ocurrencia de eventos extraordinarios, avizoramos un cambio climático nocivo, incremento de la población, nuevos y más rigurosos criterios ambientales. Asimismo, los 5 embalses del Limay se disponen en “rosario” y exige un análisis de operación conjunta y no como embalses independientes, tal como se encuentran concesionados en la actualidad.

Hay mucho por hacer además de dirimir la administración de los dividendos hidroeléctricos de hoy, de mucho menor cuantía que los beneficios potenciales del sistema hídrico integral si se piensa en el mediano y largo plazo.

* El autor es doctor en ingeniería ambiental y civil de la Universidad de California. Es docente investigador, director del Instituto de Tierras, Agua y Medio Ambiente (Itama) de la Universidad Nacional del Comahue.


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