Entre los charcos, el «Titanic» y los automóviles

fluencia que se reflejó en un nivel de ventas que permite, por lo menos, «salvar los gastos», según coincidieron libreros y editores.

Hasta el pasado fin de semana las ventas habían sido pobrísimas según los expositores, quienes temían que – entre ajustes y cambios de ministros de Economía – el libro como «bien cultural» destinado esencialmente a la clase media, pagaría las consecuencias de la crisis.

Los expositores también coincidieron en que el sistema de entradas gratuitas de lunes a viernes acordado con la Ciudad de Buenos Aires permitió que se mantenga una asistencia regular de público, sin las grandes concentraciones de los sábados y domingos y los días desiertos a mitad de semana.

«La afluencia de público fue más pareja y si bien estábamos preocupados por la posibilidad de que asistiera un público marginal que se dedicara a robar (libros o pungistas) la verdad es que no ocurrió», comentó uno de los directivos de la Fundación El Libro, organizadora de la muestra.

El público afluyó con masividad durante el martes feriado del primero de mayo.

Marta Díaz, directora de la Feria, el año pasado comentó que uno de los cambios que solicitarían para seguir alquilando el predio de La Rural sería que mejoraran el ingreso.

Ese ingreso, compartido con quienes acuden a la exposición del Titanic o de los Automóviles, sigue igual que el año pasado y con la lluvia se convierte en una superficie de cincuenta metros que hay que recorrer saltando sobre el barro y los charcos de agua.

«El año pasado estropeé dos pares de zapatos», graficó una de las empleadas de la Feria del Libro, sobre el lodazal que desafía a los visitantes.


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