Cillian Murphy, de «Oppenheimer» a un relato de denuncia contra la iglesia católica de Irlanda

El actor presentó en Berlín su nueva pelicula: "Cosas pequeñas como esas", basada en el libro de Claire Keegan. Dirigida por Tim Mielants y producida por Matt Damon y Ben Affleck, cuenta una historia de ficción que esconde un una oscura historia real de Irlanda.

Es una historia de ficción, pero el telón de fondo es real. «Cosas pequeñas como esas», la película que protagoniza el ascendente Cillian Murphy, el «Oppenheimer premiado y nominado, y que acaba de presentarse en la Bernilale, es un conmovedor relato de algo que ocurrió en Irlanda y que recién fue descubierto hace unos pocos años. Se trata de las Lavanderías de las Magdalenas, donde supuestamente se le daba asilo a las mujeres embarazadas o con problemas psiquiátricos y aunque terminó siendo un lugar de encierro esclavitud, y de muerte.

De casualidad, mientras se hacían excavaciones en una Lavandería de Dublín, en 1993, se descubrieron En 1993, se descubrieron los cuerpos de 155 mujeres en una enorme tumba. Un tercio de estas mujeres habían sido enterradas sin certificado de defunción. En las distintas Lavanderías repartidas en toda Irlanda, se encontraron 9000 cuerpos de bebes muertos.

En New Ross, el pequeño pueblo rural de Irlanda donde transcurre la historia ficticia, el tiempo de la Navidad parece detenido. Sin embargo, para Bill Furlong, el protagonista del libro, algo comienza a agitarse en el paréntesis de esa época del año. Los árboles, las cornejas negras que se posan sobre el convento, el frío, y ese río oscuro como la cerveza negra, quizás traigan algún presagio

En la película, Cillian Murphy encarnará a Bill Furlong. El hombre, casado y padre de cinco niñas, capea la profunda crisis económica de 1985 vendiendo antracita, turba, y leña para calefaccionar las humildes casas de su pueblo y el convento. Es un hombre que viene, en palabras de la escritora irlandesa, “de menos que la nada”: su madre, empleada doméstica, quedó embarazada a los dieciséis y lo crió con la ayuda de su patrona.

Mientras cumple con su trabajo de todos los días, una mañana lleva el carbón al convento de las monjas, donde también funciona una lavandería. Y allí, casi de causalidad, descubre algo: las pupilas trabajan, están sucias, desnutridas, presas. No solo eso: en otra visita, ve a una adolescente encerrada en el establo, muerta de frío, que le pide ayuda y le cuenta que la han separado de su hijo recién nacido. En esa chica Furlong ve el pasado –la vida de su madre– y el futuro –el tétrico destino que podría depararle a sus hijas–: se ve a sí mismo.

«Esta historia está dedicada a las mujeres y niños que padecieron en los hogares para madres e hijos y en las Lavanderías de la Magdalena de Irlanda”. Esa es la dedicatoria del libro. Y eso que dice no es ficción. Esta es la parte real de la novela de Claire Keegan, y por eso, es tan conmovedora.


Qué eran los asilos de las Magdalenas


Los asilos de las Magdalenas crecieron de los movimientos de rescate en el Reino Unido e Irlanda durante el siglo XIX y tenían como principal objetivo “la rehabilitación de las mujeres que habían caído en la prostitución”. En Irlanda, las instituciones recibieron ese nombre en honor de Santa María Magdalena que, según la Biblia, se había arrepentido de sus pecados delante de Jesús.

El movimiento de las Magdalenas en Irlanda fue apropiado por la Iglesia Católica y las casas, que fueron abiertas inicialmente como refugios transitorios, se fueron convirtiendo en instituciones de largo plazo. Allí, iban a parar las jóvenes embarazadas que las familias querían ocultar, las niñas que no tenían adónde ir, y las mujeres con desequilibrios psicológicos. Pero no encontraban consuelo en ese lugar. Eran básicamente tratadas como esclavas, se les prohibía salir, y hacían trabajos forzados todo el día: lavaban la ropa de los hoteles, o de los particulares, y la plata que se recibía era utilizada por la Iglesia. Se cree también que los niños que nacían allí eran luego vendidos a familias que querían adoptar.

Aunque la historia de Bill Furgong es ficción, lo que plantea Claire Keegan en su novela, podría haber ocurrido. Nadie decía nada de esos asilos. Y de hecho, nadie dijo nada hasta 1993, cuando un hecho fortuito hizo que se conociera la siniestra verdad. La última lavandería cerró en Irlanda en 1996.


En 1993, mientras algunos trabajadores realizaban excavaciones en una sección de la antigua lavandería en el área norte de Dublín, descubrieron los cuerpos de 155 mujeres en una enorme tumba. Un tercio de estas mujeres habían sido enterradas sin certificado de defunción. Todavía no ha sido posible identificarlas a todas. También se encontraron restos de bebés. Un informe de la Comisión de Investigación de Hogares para Madres y Niños detalló que 9.000 niños murieron en 18 de esos asilos distribuidos por toda Irlanda.

FLa última lavandería de las Magdalenas, en Dublin, se conservará como museo.

El gobierno de Irlanda pidió perdón a todas esa mujeres y niños, recién en 2013.


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