Esta artista mostró cómo los indígenas se rebelaron antes de la Campaña al Desierto

En Neuquén, este dibujo de 4 metros volvió más de 140 años atrás en el tiempo. Está en exposición en el MNBA y muestra cómo los nativos vulneraron una zanja que buscaba separarlos de la considerada “civilización”.

Hace meses, Mirta se plantó frente al lienzo que ocupaba todo el piso de su taller, como una escritora que se anima a encarar el vacío de la hoja en blanco. En la tela empezó, cuidadosa, a dar los primeros trazos con la barra de carbón. Pero no improvisaba: su mente y sus manos cargaban varios bocetos, con caballos, jinetes y ovejas levantando polvareda. Con ellos buscó aproximarse cada vez más a la antigua resistencia indígena que conoció al pasar, cuando miraba un documental histórico en You Tube. El relato la dejó pensando.

“La Muralla Criolla” es ese audiovisual, que recrea, entre otros datos, una estrategia poco documentada, que los guiados por el cacique Juan José Catriel aplicaron en 1875. Durante el recordado “Malón Grande” arrearon miles de ovejas para vulnerar la zanja defensiva de un fortín que custodiaba al territorio criollo, en la provincia de Buenos Aires. Y lo hicieron de una forma inesperada: rellenaron la grieta con ese mismo ganado que juntaron, para que los lanceros pudieran cruzar. Mujeres y niños también iban en la caravana, como quienes buscan nuevos horizontes.

En el escenario de este suceso convivía con los soldados de frontera el ingeniero francés Alfred Ebelot, cuya crónica guardó el relato para la posteridad. Él fue quien meses más tarde coordinó la construcción la zanja de Alsina, en 1876. Similar a la defensa de aquel fortín vulnerado, esta separación física entre los nativos y la sociedad que se consideraba civilizada llegó a extenderse por 400 kilómetros. Nación financió esta medida en su afán por sacarse de encima a las tribus que ya vivían en las tierras codiciadas, entre la pampa húmeda y la Patagonia. Fue el paso previo a la Campaña al Desierto.

Todo quedó registrado en el libro “Adolfo Alsina y la ocupación del Desierto: Relatos de la Frontera”, obra del profesional europeo.

“A eso de las diez, una espesa nube de polvo nos anunció que la invasión llegaba. Pronto se distinguió el mugido de los vacunos y, cosa más inquietante, el balido de las ovejas. Es un ardid de los indios, cuando quieren tomar a toda costa un fortín y tienen ovejas a mano, las empujan hasta meterlas en el foso. Estas estúpidas bestias se amontonan hasta la altura del parapeto y forman una calzada por encima de la cual jinetes audaces pueden efectuar una carga con sus lanzas (…) Hay que admitirlo, en nuestros cálculos habíamos prescindido de las ovejas” , reconocía Ebelot.

La frase da cuenta de que los militares sólo preveían que los indígenas huyeran arreando vacas.

Estos vestigios recreados en el documental, se cruzaron con el entusiasmo de Mirta Córdoba, artista plástica rosarina de nacimiento y neuquina por elección, que aspiraba a inscribirse en la 4° Bienal de Arte Neuquén Contemporáneo (NC4). “Puentes” era el lema del evento, así que esta apasionada por la historia investigó y se anotó con su idea, bajo el nombre de “Puente de las Ovejas. La estrategia”. Su representación quedó seleccionada junto a otras 100 y ya está expuesta en la sede del Museo Nacional de Bellas Artes de calle Mitre.


Un intercambio que dejó de ser útil


Volviendo a la historia, en los meses que registró Ebelot en su libro, los pueblos originarios ya eran foco de rechazo y estigmatización, acusados de matar a vecinos y tomar cautivas a sus mujeres en cada malón, además de llevarse ganado para vender a Chile.

De lo que mucho no se habla es que, previamente, el diálogo entre los caciques y las autoridades “blancas” era algo frecuente y sobretodo útil para el Gobierno argentino: existían tratados verbales y se ofrecía la entrega de bienes y rangos a cambio de prestaciones militares, políticas y diplomáticas. Al “huinca” le servía tener contacto con quien ya habitaba un vasto espacio que aún estaba en exploración.

Sin embargo, eran épocas cambiantes y las promesas de bienestar que instalaron los blancos no se cumplieron. Tomaron las tierras como propias y se adjudicaron el derecho de repartirlas.

Los nativos, por su parte, empezaron a sufrir cambios en las estructuras de su vida cotidiana. Ahora dependían de los títulos de tierras que nunca llegaban y las familias empezaron a pasar necesidad, mientras el Gobierno los veía como “improductivos”.

Dejó de haber “indios amigos” y la reacción desde las tolderías no tardó en llegar. En la eterna polémica por definir la historia, entre la voz oficial y la de las minorias, apareció “el puente de las ovejas” como una expresión de venganza, tal vez para cobrarle al que engañó primero, rebelándose a sus intentos de correrlos lejos.

Con el tiempo, conocido fue el reparto de tantas hectáreas de pampa entre familias pudientes, estancieros, inmigrantes y militares que integraron o apoyaron financieramente la Campaña. Conocido fue también el creciente mercado de la carne argentina en la zona, proveniente de vacas que pastaron gracias al territorio desalojado. Después de semejante ofensiva, Ebelot dejaba en claro una cosa:

“la era de las complacencias y halagos con los indios debía cerrarse para siempre”

Juan José Catriel, el líder que se rebeló ante las grietas de su tiempo, reclamando por la fuerza lo que creía justo, terminó como prisionero en la isla Martín García. Era un “campo de concentración” de la época, cerca del pujante Buenos Aires. Afortunadamente pudo volver a su tierra, cerca de Azul, donde vivió como peón de campo, hasta morir a principios de 1900.

Ebelot explicó que se habían dado vuelta los papeles y que si el Estado atacaba, estimaban llegar pronto al río Negro. El general Julio A. Roca hizo el resto.

“Jinetes audaces”. El detalle de los caballos pasando sobre las ovejas.

La obra, contada por su autora


Mirta Córdoba dibujó sentada descalza sobre el lienzo, a mano alzada. No pudo cuadricular la tela para diagramar la escena, por lo que marcó los puntos destacados para guiarse, según los bocetos. No usó bastidor ni preparó la tela, para mantener la esencia de lo que representaba.

La Bienal NC4 “Puentes” expone en el MNBA, los museos Gregorio Álvarez y Paraje Confluencia, la Sala de Arte Emilio Saraco y el Tren del Valle. Desde la organización remarcaron que buscan transformar estos puntos de Neuquén “en espacios inclusivos, participativos y gratuitos”.


“La Muralla Criolla”, historia hecha documental


Dirigido por Sebastián Díaz, este audiovisual se estrenó en 2017, centrado en lo que fue la construcción de la zanja de Alsina. Esa división, a lo largo de 400 kilómetros, separó al oeste de provincia de Buenos Aires del resto del territorio, temido por las tribus que allí vivían, en 1876.

El documental, que también incorpora el dato del “puente de las ovejas” retratado por Mirta Córdoba, incluye los aportes de Osvaldo Bayer, Marcelo Valko, Juan José Estevez, Alberto Orga, Gastón Partarrieu, Eduardo Hiriart, Armando Nervi y Jorgelina Walter. Recibió el apoyo del INCAA y el RDI (Realizadores Integrales de Cine Documental).

“Cosa más inquietante, el balido de las ovejas”, describió Ebelot.

A modo de herramienta didáctica, apelaron a las animaciones, con voces en off, para mostrar las cartas que caciques y jefes militares cruzaban en los años de puja por el territorio. Allí se evidencian los reclamos indígenas, ante los compromisos no cumplidos por las autoridades criollas.

Para quienes quieran verlo, está disponible en You Tube y dura un poco más de una hora.


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