Estos son los antiguos pobladores que serán distinguidos

El Concejo Municipal organiza el tradicional evento como parte de las actividades del aniversario de la ciudad.

Estos son los antiguos pobladores que serán distinguidos

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El Concejo Municipal volverá a distinguir a antiguos pobladores como parte de las actividades del aniversario 116 de Bariloche.

Este año serán siete personas mayores de 70 años, con al menos medio siglo de residencia, entre los que serán destacados Raquel Cortés, Francisca Tello, Onofre Guajardo, Héctor Germán Vera Vargas, Ricardo Romero, Nielsen Zapata y Franklin Salazar.

Esta es la historia de cada uno:

Raquel Cortés

Nació en Bariloche, en 1942. Tiene tres hijos, ocho nietos y dos bisnietos. Es viuda desde hace 8 años, y vive hace 48 en Las Quintas, donde abrió primero un kiosco y luego una despensa que atendió por más de una década. “No había nada de nada. Era campo, sin calles ni luz. Trabajamos desde abajo”, recuerda, orgullosa de ser una de las primeras pobladoras del hoy populoso barrio.

En el colegio de monjas Cumen Rucá hizo el jardín de infantes y aprendió a bordar. Después fue a la Escuela 71. “Las clases empezaban en septiembre y terminaban en mayo, con la nieve casi en las rodillas. Siempre me encuentro con chicas como yo y recordamos toda esa época”, confesó. “Jugábamos en la calle todos los chicos del barrio a hacer guerra nieve, a la pelota, a la payana, la escondida, saltar la soga. Con mucha inocencia. Ojalá los chicos de hoy salieran un poco de la tecnología para disfrutar de esas cosas”, anheló. De aquel poblado, extraña principalmente el vínculo cercano con los vecinos: “Ya casi ni nos conocemos”.

El 22 de mayo de 1960 no pasó desapercibido en la historia de Bariloche. Tampoco en su historia familiar. Uno de los terremotos más intensos registrado (9,5 de magnitud), con epicentro en Valdivia, Chile, hizo temblar la ciudad y una gran ola arrasó el antiguo muelle, en un episodio recordado popularmente como el “lagomoto”. Ese mismo día, Raquel se comprometió.

“Mis tíos, que eran nuestros padrinos de casamiento, tenían una sodería. Se movió todo y no sabíamos qué pasaba… Cayeron esqueletos de naranjina, los sifones de vidrio y muchas cosas se rompieron”, relató. Pero ni un terremoto detuvo el compromiso y se casaron 6 días más tarde. “Se hizo el té, no era mucho, pero siempre con amor, porque mi mamá estaba en todas esas cositas”, agradeció.

Los recuerdos atropellan. Más aún las ausencias. Y por un momento, Raquel no disimula su pesar. “Son cosas que una recuerda y se emociona, porque fue muy lindo; y porque tuvimos un muelle hermoso, que después no lo tuvimos más. Nuestros paseos eran ir ahí los fines de semana con mis hermanas, a ver cuando llegaba el Modesta Victoria y tocaba la corneta”, rememoró.

Antes de abrir su comercio, trabajó de mucama en hoteles, en un salón de modas, se preparó como auxiliar de enfermería y trabajó en un sanatorio. También colaboró durante muchos años con las carreras de bicicross, organizando eventos para reunir fondos para llevar a los chicos a participar de los campeonatos provinciales y nacionales.

Ahora disfruta de su familia e ingresó a un grupo de jubilados, con los que realiza paseos y los domingos va a bailes. En su muy activa vida social, tienen un lugar notorio sus 5 hermanas y su hermano. “Tenemos un vínculo muy fuerte”, valoró.

“Yo siempre doy gracias a Dios por todo lo que tuve. Mis tres hijos son mis soles. Pienso que mis nietos, mis hijos, son una maravilla conmigo. Tengo esa dicha. Y me gustaría que nunca me olviden”, ansió.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Raquel Cortés como “Antigua Pobladora”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Francisca Tello

Un aviso clasificado en el diario Clarín en 1965 marcó el inicio de la historia de Francisca Tello en nuestra ciudad. El llamado a concurso para completar cargos de médicos residentes en cuatro hospitales rionegrinos, la tentó. “Conocía Bariloche por los noticiosos del cine, con las laderas del Catedral y los esquiadores, así que elegí Bariloche, como todo el mundo”, recordó.

Es sanjuanina, pero de niña se trasladó con su familia a Buenos Aires, donde completó el primario y secundario, y se recibió en la Facultad de Medicina. El estudio para ella es una filosofía de vida: “Siempre hay que seguir aprendiendo, aunque sea una receta de cocina”. Su carrera, así lo demuestra: de la guardia, pasó a sala de clínica médica y luego a directora concursada del Hospital Zonal Ramón Carrillo, hasta que se jubiló en 1990. Lejos de retirarse a descansar, Francisca siguió estudiando Medicina Laboral en la Universidad del Comahue, con viajes cada 15 días a Neuquén, lo que le permitió desempeñarse en ART.

Hace 53 años, llegó sola a un Bariloche mucho más pequeño. Exactamente lo que buscaba después de padecer en la capital “las multitudes y corridas policiales”. Quería tranquilidad y Bariloche se la brindó. “La gente se conocía, era muy educada y brindaba su amistad”, confió Francisca, ratificando lo acertada que resultó su decisión de migrar.

“Onelli era de tierra, al igual que Gallardo, que tenía las columnas de luz en el medio”, describió. El hospital, en ese momento, tenía monjas que cuidaban el servicio de cocina y limpieza, “y había un solo chofer de ambulancia que debía transitar por todos los caminos de ripio”.

La medicina también le permitió conocer al hombre con el que compartió gran parte de su vida. “Me casé con el Dr. Papa. Tengo una hija, que es abogada y trabaja en la Justicia, y un nieto. Así que `cartón lleno´”, dijo sin poder ocultar el orgullo y la debilidad por el niño. “Uno le permite al nieto lo que al hijo no. He sido muy exigente, lo reconozco, pero los resultados están a la vista”.

Fue un médico, también, quien le brindó la posibilidad de acercarse al Club Andino Bariloche. Allí, aprendió a esquiar y fue médica de las carreras. Entre sus recuerdos más preciados, se encuentran las jornadas en familia, compartiendo la montaña y el esquí con su marido y su hija.

Ella sigue viviendo en El Cóndor, en una de las primeras casas que se construyeron en ese barrio. Amante de las plantas, posee un precioso jardín, al que dedica tiempo y pasión. “Hoy la situación es otra y hay que adaptarse”, dijo con fortaleza sobre su viudez y el vuelo de su hija, que formó su propia familia y que si bien se ven seguido “ya no es lo mismo que tener a la chiquita acá en casa”.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Francisca Tello como “Antigua Pobladora”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Onofre Guajardo

Fanático de Boca, en la pared de su casa del Barrio Lera exhibe orgulloso una camiseta xeneize autografiada por los jugadores. También una lona que su hija le obsequió para sus bodas de oro, con el frondoso árbol genealógico de la familia. “Me faltan 104 días para cumplir los 85”, contó observando una pequeña libreta.

Las paredes están atiborradas de fotos y portarretratos. Con una excepción: “No puedo ver fotos de mis hijos, me pone melancólico verlos”. Son 6 y le brindaron nietos y bisnietos, pero muchos están lejos y allí reside la nostalgia.

Onofre nació en Pilcaniyeu en 1933. Dos años más tarde, en el entonces recientemente inaugurado ferrocarril, llegó a Bariloche con sus padres y hermanos. Recuerda haber paseado por la costanera cuando estaba en obra. También que recorrió la Iglesia Catedral –“por unos pasillos que hay en los techos”- y que fue contemporáneo a la construcción del Centro Cívico, pero admite que su memoria flaquea y los recuerdos son escasos y difusos.

Sin embargo, cuando por las tardes camina al encuentro de “los muchachos”, para jugar una partida de generala, “veo todas las calles distintas, las casas que ya no están más”. La imagen también se hace nítida al rememorar su escuelita, que “funcionaba en Vicealmirante O’connor y 9 de Julio, en una casa de madera del dueño de la Compañía Comercial”.

Primero trabajó con el Ingeniero Emilio Zaracco. “Yo tenía 12 años y lo iba a despertar a la mañana y le cebaba unos mates”. El hombre le consiguió empleo de ordenanza en la Municipalidad y después en la Gran Tienda Bariloche. En el 52, cuando se iniciaba la planta piloto del Centro Atómico, ingresó en la Oficina de Depósitos.

Recordó el fallido experimento nuclear de Ronald Richter en Isla Huemul. “Ahí comenzó. Era el boom de Bariloche. Hizo semejantes edificios, con paredes de dos metros de ancho para hacer un centro atómico. Después, a los años, prendieron fuego todo y no quedó nada”, relató.

Al Centro Atómico renunció porque no lo designaron como jefe de sección, “porque decían que era muy joven”. Al narrarlo, se toma la cabeza: “Arrepentido toda mi vida. Fue el acabose. Salí de ahí con unos mangos y aguanté dos años”. Luego, pudo conseguir trabajo de mozo en el Hotel Amancay. Hizo temporada invernal en el Hotel Catedral, después en Llao Llao y continuó su carrera gastronómica hasta 1971, cuando fue electo secretario general del sindicato; función que cumplió por dos años, para retomar luego a la actividad tanto en Buenos Aires como en Bariloche, hasta su jubilación en 2001.

En sus tiempos libres, fue boxeador. Su registro personal suma 10 peleas, todas victorias menos una, la última. “Después no boxee más”. También fue un habilidoso jugador de bolos y, según cuenta, sigue siendo un buen jugador de naipes y dados, esparcimientos que practica cotidianamente con el pretexto de mantenerse activo y fortalecer las amistades.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Onofre Guajardo como “Antiguo Poblador”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Héctor Germán Vera Vargas

Héctor Germán Vera Vargas nació en 1942 en Río Puelo, Chile. A los 6 años cruzó con su familia la cordillera, “caminando, en bote y a caballo”, luego del incendio de una fábrica de mariscos y pescado que dejó sin trabajo a gran parte del pueblo. En Argentina los esperaban su padre y su hermano mayor.

En diciembre de 1949 llegaron a Bariloche. “Me acuerdo porque había un paredón que decía `Bienvenido 1950´frente a mi casa”, dijo. Después de un breve paso por El Valle de Río Negro, y con sólo 15 años, Germán comenzó a trabajar en la Carpintería Rocci. Su compañero, Federico Bernabé, era Bombero, y lo invitó a sumarse al servicio voluntario.

“Siempre quise ser Bombero, así que cuando tuve la oportunidad, dije sí. Y ya llevo 60 años”. En su larga trayectoria, socorrió en numerosas emergencias, entre ellas algunas que forman parte de la historia de San Carlos de Bariloche, como los incendios del muelle, del aserradero Duport o el Hotel Suizo.

“En el Bariloche de antes tuve una adolescencia preciosa. Recuerdo las callecitas de tierra, el olor a manzanilla en la vereda, jugar a la pelota en los campitos, tirarnos al lago desde muelle antes de que se queme”. Pero de la pequeña aldea, extraña principalmente el vínculo con los vecinos: “Ahora subís a un colectivo y no conocés a nadie”. Admite, sin embargo, que gracias a la explosión demográfica de los 70, conoció a Vilma, su compañera desde hace más de 20 años.

Germán trabajó en el Mercado Municipal de Villegas y Moreno, y en infraestructura aeronáutica. Fue pintor y mozo. Pero, sobre todo, Bombero (y lo seguirá siendo). Tuvo 7 hijos, más de 20 nietos y 4 bisnietos, que hoy se suman a la misma cantidad de hijos y nietos de Vilma, su actual compañera, a quien conoció tras enviudar en 1995. “Tenemos que alquilar un estadio de fútbol para una juntada familiar”, celebra, admitiendo que la cobijadora casa que habita desde 1976 en Alborada, no puede albergar tamaña descendencia.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Héctor Germán Vera Vargas como “Antiguo Poblador”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Ricardo Romero

Muchos de los recuerdos de su infancia están bajo agua, en el antiguo Paso Flores. Nació en Arroyo Blanco hace 81 años y desde muy joven se abocó al trabajo de campo en estancias de la zona.

Buscando una mejor paga, Ricardo siguió su camino. Trabajó en la Estancia Chacabuco, también haciendo caminos. “A veces trabajábamos a la noche, nos tiraban con una pala que zarandeaba arena y llegábamos blanquitos a descansar a nuestra casa por la mañana”, relató.

También tuvo tiempo para la diversión, y su habilidad autodidacta con el acordeón era apreciada entre sus compañeros. “Me saqué una verdulera que estaban rifando en la Estancia, así que cuando salíamos a joder por ahí, empecé a tocar y fue saliendo”. Cuando las vacas flacas lo requirieron, vendió el acordeón y hasta hoy lo observa con nostalgia en las vidrieras. “No es una prioridad”, se convence.

“Nunca me quedé sin trabajo”, se enorgullece, consciente de la importancia de poder brindar un techo a su familia. Fue lavaplatos y ayudante de cocina en un restaurante. “Era bueno y pagaban bien, pero después empezaron a dar vueltas para pagar”, relató. Luego ingresó a la Municipalidad, donde se desempeñó por 21 años en las cuadrillas, participando por ejemplo en obras de agua potable para distintos barrios de la ciudad.

El trabajo duro dejó secuelas en su espalda, pero Ricardo destaca la calidad profesional y humana de los médicos que lo atienden, además de la compañía de su “hija y dos nietitos” que conviven con él después de enviudar.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Ricardo Romero como “Antiguo Poblador”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Nielsen Zapata

Antes de que llegue el tren o que el Centro Cívico y la Catedral estén siquiera proyectadas, Nielsen ya jugaba en las callecitas de tierra de la aldea, a orillas del arroyo sin nombre, en el actual Barrio Belgrano.

Su historia refleja tanto los primeros pasos de la ciudad, que lleva por nombre uno de los apellidos de los primeros inmigrantes con los que su padre se reunía. Ella desconoce si simplemente les gustó o si fue un error al inscribirla, pero lo cierto es que “la consecuencia es que mi nombre es un apellido”. Uno profundamente vinculado al desarrollo de la aldea, ya que fue la Empresa Constructora Christiani & Nielsen la contratada para edificar el Centro Cívico.

Nació en 1930 y, de muy pequeña, conoció a Primo Capraro, con quien durante muchos años trabajó su padre. El empresario constructor italiano fue pionero en el comercio, la industria y el turismo por esta zona, y gran parte de la actividad política y económica de Bariloche dependía de él. “Era el que manejaba toda la aldea”, resumió Nielsen. “Lo conocí y era una persona que se preocupaba muchísimo por la aldea y su gente”.

Del pequeño poblado recuerda que “era prácticamente una familia muy grande, muy unida”. Fue precisamente la zona donde se crio, una de las predilectas de los primeros inmigrantes de origen suizo y alemán para instalarse. “En Barrio Belgrano había mucha familia extranjera, y los chicos jugábamos todos juntos. Incluso a algunos les tuvimos que enseñar a hablar castellano, porque no sabían el idioma”, afirmó, añadiendo que “se juntaban todos a hacer los chorizos y a carnear los cerdos”.

La distancia no le impidió formarse: “Vino de Buenos Aires la noticia de que se podía estudiar por correo, así que me inscribí, y tomé clases con una señora italiana que era recibida, para completar el estudio. Y así me recibí de costurera”, relató Nielsen. Después de toda una vida cosiendo, hoy sólo sus afortunados hijos y nietos disfrutan de su don: “Tengo 87 años y la actividad tiene su cuidado. Mis hijos no quieren que me complique y me dicen que descanse para poder seguir bien”, explicó.

La familia de cuatro hijos que formó con Luis, “un entrerriano”, sigue creciendo. Ya tiene 11 nietos y 14 bisnietos. “Una familia bien formada y unida. Todos están trabajando bien, con sacrificio. Y eso es una tranquilidad para nosotros”. En el plural, incluye a Luis, que sin dudas la sigue acompañando.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Nielsen Zapata como “Antigua Pobladora”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.

Franklin Salazar

Nació hace 78 años en Junín de los Andes. Con sólo 3 meses, su madre biológica lo entregó a la familia Salazar y a los 6 años lo enviaron como pupilo al Cardenal Cagliero de Bariloche. “Estuve un tiempito, porque era bastante sabandija y me escapaba”, recuerda con picardía. Tuvo que regresar, entonces, a Junín, al campo de su tío “gringo”, y ayudó con las tareas de la estancia. “A mí lo que más me gustaba era estar hachando, haciendo trabajo rústico”.

Aconsejado por su tía, a los 13 años volvió a la Escuela. “Me dieron otra oportunidad: entré en razón, se me prendió la lamparita y empecé a estudiar. Terminé siendo uno de los mejores alumnos”, se enorgullece, añadiendo que hasta lo asignaron de sacristán para “prender las velitas y limpiarles las naricitas a los santos, así estaba más cerca de Dios, me decía el cura”.

A los 18 años, para preservar la relación que se estaba tensando con su tío en Junín, “porque yo era muy porfiado”, -por respeto y eterno agradecimiento- montó y llegó a Bariloche con su tropilla de 9 caballos. Lo recibió un poblado pequeño, rodeado de campo para el pastoreo donde pudo aplicar todo el conocimiento adquirido con su tío.

En 1960 quedó afuera del Servicio Militar, pero se ofreció como voluntario y terminó enrolado en Río Gallegos. “Yo conocía hasta el Río Limay. Me imaginé que el Río Gallegos debería estar por acá. Cuando pregunté me quería morir”, sonríe.

Trabajó, entre otros lugares, en la Estancia San Ramón, en Aguas y Energía, y en el Matadero Municipal, donde carneó por más de 2 décadas. Luego sufrió un accidente que lo condicionó, por lo que terminó desempeñándose como sereno, jubilándose en el 2006.

Hoy vive en el barrio ex Matadero, donde tanto trabajó. Lleva más de 50 años de casado y disfruta de sus 20 nietos y 4 bisnietos. La vida le dio dos hijas y tres hijos, pero también lo golpeó con dureza con la trágica muerte de dos de ellos. “No voy a negar que tuve problemas, porque la vida siempre tiene problemas. Pero me crié. A los porrazos, pero acá estoy”.

Por su aporte a la comunidad, su compromiso y labor pionera, el Concejo Municipal distinguirá a Franklin Salazar como “Antiguo Poblador”, en el 116º aniversario de San Carlos de Bariloche.


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