Estudio y trabajo, dos principios que conducen a libertad

«Río Negro» pasó un día en la Colonia Penal.

ROCA (AR).- No es fácil pensar y encarar proyectos cuando existen condicionamientos físicos que obstaculizan la voluntad de iniciar una nueva vida. Mucho menos cuando esas limitaciones están relacionadas con la ausencia de la libertad.

No es tan simple entenderlo cuando uno puede estudiar o trabajar sin restricciones.

Siempre hay algo que se presenta como una limitación aún cuando se tiene la posibilidad de caminar libremente por las calles. Ahí está precisamente la clave: libertad, una palabra tan amplia pero que encierra toda una elección de vida.

«Uno se da cuenta de lo que significa estar libre cuando, justamente, perdió la libertad. Entonces, se aprenden a valorar las cosas de otra manera. Con ello, no quiero decir que no tengamos que estar acá adentro pero también nos merecemos una segunda oportunidad», manifestó José, un interno que dentro de algunos meses cumplirá 15 años en prisión.

Como él, muchas de las 200 personas que actualmente cumplen su condena en la Colonia Penal de Roca trabajan diariamente para lograr una rehabilitación que les permita encarar una forma de vida distinta a la que conocieron.

Para ello, el personal del Servicio Penitenciario Federal (SPF) utiliza dos principios básicos: estudio y trabajo. Estas tareas van marcando el proceso de evolución de los internos durante el tiempo en que están alojados en la unidad carcelaria y, a medida que alcanzan ciertos logros, obtienen distintos beneficios.

Las condiciones de vida en la Colonia son tanto mejores a las que otros establecimientos -como la Alcaidía de Roca, por ejemplo- que se comprende por qué en la penitenciaría federal los internos sí pueden plantearse una opción de rehabilitación a futuro.

La autodisciplina

Acá entra en juego un concepto que quienes forman parte del SPF no se cansan de repetir: la noción de progresividad. «Esta idea es fundamental en el régimen penitenciario: se trata de que el interno pase de la máxima seguridad a la autodisciplina», manifestó el subdirector de la unidad, Salvio Martello.

Sin embargo, no resulta una tarea sencilla. «Río Negro» tuvo la posibilidad de vivir toda una jornada en el interior de la Colonia Penal y comprobar las diferentes actividades que se llevan a cabo con este objetivo claramente definido.

Los talleres cerrados, como la cocina, el lavadero o los trabajos de fajina, se presentan como la primera oportunidad que tienen los internos para ocupar el tiempo. «Cuando uno ve que avanza, se resuelve darle una medida de seguridad menos para ver cómo se comporta», explicó Martello, quien tiene más de 20 años de servicio en el SPF.

Así, pueden acceder a las tareas donde tienen un contacto directo con la naturaleza o a otras que les otorgan las primeras herramientas para adquirir un oficio. La panadería, el taller de mecánica, el cultivo de la tierra, la elaboración de dulces y productos envasados, la carpintería son otras de las posibilidades.

Algunos de los internos que accedieron a charlar con este medio marcaron bien la diferencia que existe entre esta colonia y otras unidades ubicadas en distintos puntos del país. «En otras cárceles, como en Rawson o Devoto, tenés contacto sólo con las paredes de tu celda y ni siquiera podés tener un trato más directo con los agentes. En cambio acá, el hecho de al menos ver el cielo, escuchar y ver a los pájaros o sencillamente respirar aire puro te motiva para hacer otras cosas», manifestó uno de ellos, quien prefirió no dar a conocer su identidad.

Es así que, de acuerdo a la conducta que desarrollen durante los distintos períodos, los internos pueden llegar a traspasar la primera puerta que los separa del resto de la sociedad. Ese es el primer gran paso hacia una vida distinta y, sobre todo, se presenta como la primera forma de libertad.

Beneficios

El punto máximo de la autodisciplina es la casa de egreso o pabellón de régimen abierto, ubicada a continuación de la avenida Roca, donde en estos días diez internos llevan la rutina más parecida a la que realiza cualquier persona que sale de su casa con destino al trabajo o al lugar de estudio. «Allí están acompañados con un guía durante todo el día. Salen en la mañana a trabajar pero tienen la obligación de volver a dormir a la casa a una determinada hora. En los fines de semana, gozan del beneficio de la salida transitoria para ver a los familiares», indicó el subdirector de la U-5.

Pero también agregó: «Tienen todas las posibilidades de irse porque no hay ninguna barrera física que los detenga. Sin embargo, tienen un compromiso formalizado con el servicio: es el compromiso ético y moral que les da la palabra de honor. Si fallan, se les cortan muchos caminos».

Más allá de la promesa asumida por el propio interno, la tarea del Consejo Correccional, integrado por los agentes que tienen un contacto directo con los presos, es de gran importancia. En el seno de este órgano se toman las decisiones relacionadas con el futuro de quienes están privados de la libertad, pero también de toda la sociedad. Y es por ello que no se pueden correr riesgos.

Los internos ofrecen sus productos a la comunidad

Los restos del edificio de la vieja cárcel aún siguen en pie aunque en estos días cumplen otra función: es el depósito donde se almacenan los productos elaborados por los internos durante el año. Dulces, miel, mermeladas y berenjenas en escabeche toman forma cada día cuando los presos salen de sus pabellones y se dirigen a su lugar de trabajo.

La época de otoño significa un parate en las actividades que se llevan a cabo en la chacra y en la huerta. Es el tiempo de realizar las tareas de mantenimiento en las maquinarias y así dejar todo listo para arrancar con la elaboración de los distintos productos.

Las 200 hectáreas que abarca todo el predio de la Colonia Penal, sumado al clima de la zona del Alto Valle, favorece el cultivo de tomates, peras, manzanas y ciruelas. Son los propios presos los que se sorprenden cuando ven concretado todo el esfuerzo y sacrificio puesto en el trabajo diario.

Y es por ello que quieren compartirlo con toda la comunidad. En estos días, los internos que participan de los talleres de panadería están preparando todos los elementos para la producción de roscas de Pascua, que luego serán distribuidas en distintas entidades de bien público de la ciudad.

Para cumplir con este objetivo, necesitan de la colaboración de empresas, supermercados y particulares de la zona y así obtener las materias primas. «Los que quieran ayudarnos pueden acercar los elementos a la colonia penal al subdirector Salvio Martello», señaló uno de los que impulsa la iniciativa. Además, tienen una larga lista de proyectos comunitarios: regalos para el Día del Niño, sillas y mesas para los jardines, pintar alguna escuela. Así quieren pedir a toda la sociedad una segunda oportunidad. (AR)

Bajo una economía cerrada y de autoabastecimiento

La U-5 de Roca es considerada como la «joya de la abuela» entre quienes se desempeñan en el SPF. Fue inaugurada en 1934 y el estilo arquitectónico de su edificio la caracteriza como una cárcel de mediana seguridad.

Actualmente, unos 200 internos están alojados en los siete pabellones habilitados para ese fin y alrededor de 40 son presos provinciales.

En este sentido, existe un monto que Río Negro debe abonar a Nación por cada día que los internos pasan en una unidad del SPF. Mediante un convenio firmado el año pasado por Patricia Bullrich (como representante del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos) y el gobierno provincial, la suma se fijó en 20 pesos diarios en lugar de los 25 que se pagaba anteriormente.

Además, se estableció que la deuda que la provincia tiene con el Servicio Penitenciario, que asciende a más de un millón de pesos, se traducirían en obras para los establecimientos locales. Sin embargo, de acuerdo a lo expresado por las autoridades de la U-5, no hubo un avance en ese sentido desde entonces.

Más allá del aporte de las provincias, existe un presupuesto asignado desde el Estado Nacional para el funcionamiento de las unidades de todo el país. Según lo expresado por el subdirector Salvio Martello, esa cifra asciende a unos 200 millones de pesos distribuidas en todas las cárceles del SPF.

«Tratamos de abaratar costos porque la seguridad en este país es muy cara. Es así que utilizamos un principio de economía cerrada y de autoabastecimiento: producir los elementos que se pueden y luego intercambiarlos por otros que se elaboran en otros puntos del país», agregó Martello.


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