Eugenio, un vecino de 101 años, con el recuerdo vivo del telégrafo en El Chocón

Su oficio fue de guardahilo, como cuidador de las líneas telegráficas que cruzaban el país. Se recorrían a caballo para buscar algún tipo de falla.

Eugenio Carrasco, cumplió el mes pasado 101 años. Es un testigo viviente y protagonista de las primeras líneas telegráficas en la zona de Villa El Chocón y alrededores, pero también recorrió la mayoría de las líneas de la provincia, y hasta de otros puntos del país. Es que fue guardahilos, una profesión clave para una comunicación que fue esencial hace algunas décadas atrás.

“Como no estaban los caminos las líneas se recorrían prácticamente a caballo”, rememoró Eugenio, que guarda en su privilegiada memoria el recuerdo vivo de esos años de trabajo.

La profesión la aprendió en un curso de Buenos Aires y en la zona era capataz. De hecho, le enseñó la labor a varias personas. Uno de los que trabajó junto a él, fue su hijo Antonio Félix Carrasco, hoy de 70 años.

La tarea del guardahilos era recorrer las líneas cuando se detectaba alguna “falta”, que impedía el envío de mensajes. Un motivo podía ser que se unieran dos hilos y se cortara así la comunicación telegráfica. Es allí que el guardahilos se alistaba con su equipo, para encontrar “dónde estaba esa unión” y restablecer la comunicación. Pero las razones por las cuales una línea no funcionara podían ser otras, por lo cual los conocimientos del trabajador de ese puesto eran claves. Eran los encargados del mantenimiento.

Con el paso de los años, Eugenio fue cambiando su medio de movilidad para realizar esas extensas recorridas. Primero lo hizo a caballo, luego en bicicleta y al final en moto. Todas con los climas más diversos y sin que nada lo frenara entendiendo la importancia de su acción, en épocas que el sistema telegráfico era de las comunicaciones más importantes.

Eugenio, que nació en Las Lajas, mientras contó sobre sus años revisando y haciendo que las líneas funcionen, enumeró decenas y decenas de poblados que recorrió en la provincia de Neuquén a a través de su trabajo. Iba en comisiones por períodos que iban variando. También lo realizó en otros puntos del país.

“La última vez que trabajé de guardahilo fue en una línea de Tucumán a Catamarca. Me trasladaron del correo allá”, narró. Incluso en esa oportunidad fue con gente a cargo.

En 1981 puso fin a su tarea como trabajador del Correo Argentino y se jubiló.

“De ahí hice mis cosas particulares. Hice mi casa y después de cumplir con el correo siempre tuve la misión de hacer lo mejor posible para mí familia”, expresó Carrasco, que es descrito por su familia como un gran lector.

Recordó Eugenio Carrasco que por lo que ahora es Villa El Chocón, en ese entonces cuando todavía no se había fundado la localidad, a principios del 70 “se fueron levantando las líneas telegráficas, que en esos años estaba el morse. No quedó ningún material de alambre, se sacó desde el Chocón hasta Picún Leufú. El agua cada vez iba arrimándose más”.

Una radiografía por aquel entonces muy distinta a lo que vino luego con la construcción de la represa hidroléctrica y el origen de la villa.

Junto a su hijo Félix relataron que postes, aisladores, crucetas y pernos “quedaron todo bajo agua”.

Félix destacó como Eugenio conocía cada línea no solo en el territorio neuquino sino también en la vecina provincia de Río Negro. Además de su visión avezada para detectar las fallas.

“De esos guardahilos que estuvieron con él, han fallecido todos. El único que queda de esos de mantenimiento es él “, apuntó su hijo.

Eugenio, vive desde hace pocos meses, en Neuquén, junto a su hijo Antonio Félix Carrasco y su señora.

“De salud está muy bien y tiene una gran memoria. Es una persona que lee mucho. Si te sentás con él tiene un montón de cosas para contar”, contó Félix, y sumó:

“Es un habitué lector del diario”.

Antes estuvo Eugenio viviendo en Villa El Chocón, pero la mayor parte de su vida residió en la capital provincial.

Su hijo contó que a su padre “siempre le gustó mucho el campo y los animales”.

Durante la charla Félix también compartió mucho de su vivencia en aquel tiempo trabajando en las líneas telegráficas, antes que las nuevas tecnologías fueron desplazando esas líneas y que quedara en la memoria de quienes lo usaron para enviar o recibir algún mensaje.

“En los años que me integré, me gustaba andar arriba. Siempre me gustó la altura. Tal es así que después me dediqué al montaje de torres, mástiles y parábolas, hasta que me jubilé”, comentó Antonio Félix.

Las líneas telegráficas cruzaron la geografía del país en la medida que avanzaban las vías del ferrocarril.


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