Familia Rodríguez Pacheco, pionera del Valle

Carta de Lector

Por Carta de lector


Un 24 de octubre de 1920 arribaron a la Argentina Justa Pacheco Pacheco y Guillermo Rodríguez Alcalá, nacido en 1879 en Gallegos de Argañán, donde además se casaron. En ese pueblo de Salamanca, ubicado a 78 km de la frontera con Portugal, también nacieron sus seis hijos: José Marciano, Antonia Martina, Honorio Félix, Antonio, Eugenio Ubilio y Segismundo.

Como muchos en esas épocas difíciles y movilizadas, decidieron abandonar su país: aceptaron la invitación de la familia Alanís, radicada en Cipolletti, que les aseguró trabajo en la fabricación de tejas en el paraje La Llanada.

Llegaron con la ilusión de, algún día, tener su propio pedazo de tierra.

En 1919 partieron del puerto de Vigo a bordo del buque Lutetia y llegaron a Buenos Aires el 24 de octubre de 1920, donde esperaron el primer tren hacia el Valle de Río Negro. Ya en estas tierras, los primeros intentos de fabricación de tejas fracasaron y don Guillermo, con sus tres hijos mayores, empezó a trabajar en las incipientes chacras de Cipolletti desmontando y emparejando los terrenos, dejándolos listos para producir.

Luego, en 1924, la sucesión del Gral. Fernández Oro ofreció en remate fracciones de tierra al este del Canal Principal del Alto Valle. Sin hacer reconocimiento previo del terreno, compraron 890 hectáreas. Al recorrer la zona se dieron cuenta de que resultaba imposible desarrollar alguna actividad agrícola, ya que no había posibilidades de llegar a ese lugar con agua del Canal Principal. Tozudos y esforzados, vieron la posibilidad de explotar una actividad minera en el campo de La Calera.

Así nació la primera producción de cal viva de la región. Más adelante, iniciaron una explotación de yeso para la fábrica Baker/Loma Negra. También explotaron el alabastro, que tenía como destino el puerto de Santos, en Brasil.


En la década del 50 la familia -cada cual en su parcela- era importante productora de manzanas y peras de muy buena calidad, aplicando tecnología.


Para procurar otros ingresos, alquilaron el campo de La Calera a los hermanos Gadano, que luego se negaron a devolver el campo, lo que se tuvo que dirimir en una acción judicia. Finalmente, los Rodríguez Pacheco recuperaron su propiedad.

En 1927 al 1933 Antonia se había casado con Miguel Prieto, quien tenía una herrería y taller mecánico.

El resto de la familia aceptó la propuesta hecha por el administrador de las tierras de “los Gutiérrez”, terratenientes de la zona de Chichinales. Cuando estaban dadas las condiciones para sembrar superficies importantes, la familia fue desalojada. Vivieron un corto tiempo en Godoy, emparejando tierras y produciendo fardos de pasto. En la década del 30, Antonio fue corresponsal del diario La Tierra, donde reconstruía la lucha pacífica de los chacareros.

También Eugenio, Honorio y Segis, junto a otras familias, fueron motores de las actividades que se desarrollaban en el Club Juventud Agraria.

Nos llena de orgullo saber que nunca bajaron los brazos y lucharon por sus derechos. En 1935 volvieron a Cipolletti y compraron 64 hectáreas en la costa del Río Neuquén. Realizaron un trabajo muy duro: desmontaron y emparejaron, construyeron el canal terraplén, sembraron alfalfa y pusieron un tambo, cultivaron papas, tomates para la industria y porotos.

En la década del 50 la familia -cada cual en su parcela- era importante productora de manzanas y peras de muy buena calidad, ya que incorporaba las nuevas tecnologías que el INTA difundía. A fines de los 70, aproximadamente, la actividad empezó a decaer por problemas de políticas económicas que hicieron muy difícil mantener la calidad de la producción, lo que motivó que fueran vendiendo, paulatinamente, las chacras, aunque una parte de ellas sigue en manos de la familia. La obra del Tercer Puente se construyó sobre ellas. Son muchos los descendientes que aportaron y aportan, con su trabajo, para lograr el progreso de este maravilloso valle de Río Negro y Neuquén. Francisca Paquita Rodríguez.

Beatriz Carolina Chávez

Neuquén


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