Las filmaban en un hospital de Neuquén: «estamos enojadas, nerviosas, con vergüenza»

Así lo expresaron las trabajadoras del Heller que detectaron que un empleado las filmaba en el baño del establecimiento de salud.

Cuando te caes, todo cambia. Sentís tu cuerpo de otra forma y vas detectando dónde duele. Te angustiás, te da vergüenza. Pero también descubrís quiénes te ayudan a levantarte. Según contaron a RÍO NEGRO, algo así sintieron las trabajadoras del hospital Heller de Neuquén el lunes 21 de junio, cuando descubrieron que uno de sus compañeros las filmaba en el baño. Se cayeron juntas y juntas se están levantado, seguras que no fue solo ese el hombre responsable de los que les pasó, sino todos los demás que sabían lo que hacía, y que eso tiene que (va a) cambiar.

Hasta el momento se conocía el relato de la Fiscalía y el comunicado de la dirección del hospital, pero ahora tres trabajadoras se animaron a relatar lo qué pasó y cómo lo viven hoy. Pidieron resguardar su identidad por temor. Por esto, serán llamadas con nombres designados al azar: Ana, María y Florencia.

Descubrir al traidor: ese lunes, una trabajadora, que no era del sector Covid, pero por otras circunstancias tuvo que ir a ese área, pidió usar el baño. La dejaron pasar al que está dentro del vestuario y ahí vio la mochila, con el celular asomando. Ana, María, Florencia, sus compañeras, todas habían visto «mil veces» esa mochila y les preocupaba que alguien dejara su teléfono tan descuidado, pero ya era «parte del paisaje». A la nueva observadora le resultó llamativo y se acercó, de esa forma descubrió que la habían filmado.

El celular era de un empleado de maestranza de 26 años, de una empresa de servicios que lo despidió después del hecho. María lo describió como un «chico de perfil bajo, jamás me lo hubiera esperado» y agregó: «tenía una máscara de laburante». La traición de un compañero fue lo que plantearon las trabajadoras.

Sobre este punto, Ruth Zurbriggen, de La Colectiva Feminista La Revuelta, afirmó que en un lugar de trabajo es esperable que se forme una comunidad, con el plus de que la tarea que desarrollan es la de cuidar a pacientes con coronavirus.

Los cómplices. Una vez que la policía se llevó al hombre detenido y se realizaron las denuncias, todas empezaron a entender mejor lo que estaba pasando. «Te sentís como violada, ultrajada, es tu privacidad, el baño ese es como si fuese el de tu casa, nosotras pasamos 12 horas, hay chicas que pasan 16 horas con el recargo», explicó Florencia.

Se trata de un «atentado al cuerpo», indicó Zurbriggen, donde es «arrasada la intimidad». «Es un acto de ejercicio de poder de la masculinidad», sentenció.

El baño/vestuario era mixto, aclaró Florencia, pero a los varones no los filmaron. Apenas el hombre fue detenido, muchos se animaron a contar que se hablaba de los videos en los partidos de fútbol en los que participaba el hombre, que otros le pedían ciertas filmaciones en particular. La caída todavía continuaba.

Ana lo describió así: «estamos todas enojadas, nerviosas, con vergüenza. No deberíamos tener vergüenza, pero la tenemos porque aparecemos en videos haciendo pis, cambiándonos, no podemos entender cómo una persona puede ser tan morboso para grabar esos videos. El que vio el video, lo reenvió y no dijo nada, es tan culpable como el miserable que hizo esto.»

Para la referente de La Revuelta esa complicidad y la vergüenza que hoy sienten las trabajadoras al caminar por los pasillos del hospital demuestran que se trata de un acto de poder: «miren de lo que soy capaz, lo vivo que soy».

Sostenerse con las otras. Cuando la trabajadora que no es del sector descubrió el celular filmando, lo primero que hizo fue salir y avisarle a María que no entre. Junto a Florencia, tuvieron la lucidez de no poner sobrealerta al hombre, mientras avisaban a seguridad y esperaban a la policía. Al mismo tiempo, les fueron avisando a sus compañeras. Ahí se sumó Ana.

Todas juntas, detrás del mostrador, aguantaron 20 minutos hasta que llegaron los agentes y cuando el hombre fue detenido les gritó: «¿Qué les hice, acaso les falté el respeto alguna vez?». Ellas no respondieron.

Mientras esperan que la Fiscalía haga la pericia sobre el celular, transitan juntas la angustia de no saber quiénes fueron filmadas, desde hace cuánto tiempo o quiénes vieron esos videos. Zurbriggen resaltó la importancia de la respuesta lúcida que tuvieron, «esa posibilidad de respuesta colectiva es por la mella que hizo el feminismo».

Las trabajadoras se alientan entre ellas a no tener vergüenza y miran hacia adelante. Están convencidas que el tema no terminó con el maestranza. «Gente del hospital ya estaba en conocimiento. No darse cuenta, razonar que eso claramente está mal, no poder diferenciar. Cómo nadie dijo ‘che, chicas, presten atención'», es algo que Florencia aún no se puede explicar y sobre lo que, junto a sus compañeras, le pidieron a las autoridades del hospital que se trabaje.

Hasta el momento, la dirección las convocó a una reunión para explicarles su intervención. No fueron atendidas por el servicio de salud mental ni ningún otra área del hospital. La Justicia les ha dado pocas respuesta hasta el momento y la gran pregunta que surge es cómo serán reparadas por el daño que ya sufren.

«Queremos que se haga algo y mostrar que la persona que vio el video y no dijo nada también es cómplice», resumieron.


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