Fuego y planificación

Las regiones cordilleranas de Río Negro y Neuquén se han visto gravemente afectadas por importantes incendios forestales que se cobraron dos vidas y consumieron miles de hectáreas, sólo en el comienzo de una temporada donde la sequía y las condiciones climáticas hacen prever un difícil verano para brigadistas y pobladores, dada la escasez de recursos para el combate a las llamas y la insuficiente planificación en el manejo de bosques.

Sin dudas el cambio climático tiene un rol clave en la emergencia actual, ya que produjo una escasez de nevadas en invierno, primaveras lluviosas y veranos más secos y calurosos, condiciones propicias para el fuego. Las tormentas eléctricas sin precipitaciones, cada vez más frecuentes, parecen haber sido la principal causa de los incendios que azotan tanto a la zona de los lagos Martin y Steffen, al sur de Bariloche, como el de Aluminé, en el oeste neuquino. Se generan “focos dormidos” en zonas de difícil acceso y complejos de detectar tempranamente.

En tres semanas las llamas consumieron más de 5.000 hectáreas de bosque nativo en Río Negro y otras 4.000 en territorio neuquino, amenazando zonas pobladas. Como señaló la gobernadora Arabela Carreras, la preocupación crece por tratarse sólo del comienzo de la estación seca y de la temporada turística en la cordillera, donde los incendios de origen humano son frecuentes.

La respuesta de Nación fue declarar la “emergencia ígnea” y el refuerzo de los medios de combate a los incendios, con brigadistas trasladados de otros distritos y envío de aviones hidrantes y helicópteros a las provincias.

Si como dijo en noviembre el subsecretario de Recursos Forestales rionegrinos Fernando Arbat, este tipo de siniestros “han llegado para quedarse” debido a las condiciones ambientales, la pregunta es si se está haciendo todo lo necesario desde los distintos niveles del Estado (nacional, provincial y municipal) para su prevención.

La reducción de biomasa combustible, relevamiento de reservorios de agua, limpieza y mantenimiento de las zonas de tendido eléctrico, cortafuegos, mejoras en los sistemas de comunicación y coordinación entre agencias no parecen haber sido los suficientes.

Diversas organizaciones han denunciado la reducción sistemática de presupuesto para el Servicio Nacional de Manejo del Fuego.

En noviembre, la Brigada de Incendios Forestales de Villa la Angostura tenía sólo 8 combatientes para cubrir 8.000 hectáreas.

Reclamos de brigadistas para obtener recategorizaciones, mejores salarios y equipamiento adecuado han sido frecuentes en Bariloche.

El intendente de Aluminé denunció que el retraso de cuatro días en la provisión de medios aéreos fue clave para la extensión de las llamas en esa zona de difícil acceso por tierra.

La visita del ministro de Ambiente y Desarrollo Sostenible Juan Cabandié aportó poco más que excusas, promesas y una polémica por el privilegio de acceso a medios oficiales y afines a la zona.

Más allá del combate de incendios, especialistas han alertado también sobre la falta de planificación en la expansión de actividades ganaderas, forestales, turísticas y urbanizaciones en zonas de bosques.

El Gobierno nacional criticó a corporaciones forestales abandonadas por ser “antorchas que arden con facilidad”, olvidando que fue el propio Estado el que primero fomentó la implantación de coníferas exóticas para luego desincentivarlas por falta de cumplimiento y el retraso de fondos prometidos en leyes nacionales y provinciales de protección de bosques.

Sin dudas una política de Estado coherente, promotora de un manejo productivo sustentable que aproveche la biomasa combustible y reduzca la inflamabilidad de nuestros bosques nativos, mejores sistemas de prevención con nuevas tecnologías y la participación de las comunidades locales, podrían reducir el riesgo de incendios de mejor manera que el mero aumento estacional de personal y equipamiento cuando las llamas ya se han desatado.


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