Manejo de bosques: ¿política de Estado o más incendios?

Por cien años, el hombre hizo todo para acumular combustible en la cordillera: desmontes para el agro, importación de coníferas exóticas y una politica energética que subsidia combustibles fósiles y desincentiva la bioenergía. Un manejo a largo plazo permitiría que ese combustible se queme en las estufas en vez de destruir sueños.


Finalmente, el fuego llegó a la Comarca, despertando recuerdos de los incendios de María Julia y dejando olvidados los del Amazonas, Australia y otros tantos que nos vienen preocupando teóricamente, multiplicados por las redes sociales y los medios. El fuego llegó primero a Los Repollos, durante el verano, y nos acompañó durante más de tres semanas en las que la frustración y el humo pasaron a ser parte de nuestra vida cotidiana. Entre discusiones mediáticas y acusaciones cruzadas, miles de hectáreas de bosques dejaron de alimentar sueños, planes de vida y animales, y fijar carbono del aire, para emitirlo.

En marzo, cuando aún se discutía cómo empezar el largo camino de recuperación de un valle en ruinas, otro incendio arrasó el corazón de la comarca, destruyendo los sueños de cientos de familias, que vieron transformada su vida en pocas horas. Ahora, cuando aflora la solidaridad de vecinos, tal vez sea un buen momento para reflexionar sobre por qué llegamos a esta situación. Dejo algunas ideas con la esperanza de que impulsen un cambio en nuestra relación con el bosque, menos traumática para ambos.

1. El fuego es un proceso de degradación de materia orgánica, que necesita de tres elementos: oxígeno, material combustible y una temperatura superior a los 200 grados. Dado que no podemos sacar el oxígeno a gran escala (a pequeña escala, tapar un fuego o usar un matafuegos funciona…), para que no se inicie un fuego, no debemos dejar que se junte material combustible. O asegurarnos de que nunca haya un punto de ignición, algo imposible. Cada incendio tiene una causa inmediata, como un asado mal apagado o un tendido eléctrico que chisporrotea cada vez que hay viento. Por lo general, nos dedicamos a perseguir esta causa inmediata, imaginando que si encontramos al culpable, esto no volverá a pasar. No concuerdo con esa mirada, dado que nos distrae de la causa estructural de los incendios de nuestra región: la acumulación de biomasa combustible.

Incendio forestal en la zona de Cuesta del Ternero en cercanías de El Bolson. Foto: Marcelo Martinez

2. Para que un fuego pueda convertirse en incendio, necesita continuidad de combustible. Cuanto más densa es la vegetación, más fácilmente se propagará un fuego, generando una dinámica que difícilmente controlemos, más allá de nuestra capacidad operativa. Hoy sabemos que los bosques sin manejo son más propensos a conducir el fuego que aquellos que han sido manejados. Contamos para ello con una Ley de Presupuestos Mínimos para la conservación y manejo sustentable del bosque nativo (LN 26.331/07) desde hace ya 14 años, a la cual la Provincia se adecuó hace 11 años (LP 4552/10), y leyes de promoción al manejo de forestaciones desde hace décadas (LN 25.080 la más reciente…). Considero que su falta de aplicación se debe principalmente a la poca importancia que le damos al bosque, cuando no está en llamas.

3. Hay comunidades vegetales más propensas a incendiarse que otras. Un pastizal se quema mucho más rápido y frecuentemente que un matorral o un bosque de lenga, coihue o ciprés. Asimismo, lugares que han sido incendiados son generalmente colonizados por especies más propensas al fuego. Los matorrales que rodean a casi todas rutas y poblaciones de Río Negro son el resultado de incendios que formaban parte de la política de colonización de la cordillera, hace más de 100 años, cuando el fuego era la principal herramienta para convertir bosque en pastura y tierra agrícola. Hoy un tercio de los bosques de nuestra región son matorrales inflamables que posiblemente fueron lengales, coihuales y cipresales hasta la llegada de colonos a la cordillera.


La actividad humana sin planificación generó una enorme acumulación de biomasa combustible. Si quisiéramos promover incendios, no podríamos hacer mejor las cosas.


4. Desde hace 50 años, se promueve la implantación de coníferas exóticas debido a su rápido crecimiento y potencial industrial. Gran parte de estas especies están adaptadas al fuego, siendo el mismo parte de su ciclo reproductivo. Sin un manejo adecuado, estas forestaciones son un medio ideal para propagar incendios. Por lo tanto, no debería sorprendernos que el bosque que nos rodea (principalmente matorrales y forestaciones sin manejo) se queme, dado que es el resultado de la política de desarrollo forestal.

Hubo personas evacuadas por los incendios en Lago Puelo y El Hoyo.

5. Históricamente, las ciudades de la cordillera se calentaban a leña, producida por pobladores rurales de su entorno. Si bien hoy está de moda el término “bioenergía”, siendo motivo de encuentros técnicos y promesas del gobierno Nacional, Río Negro sigue aumentando su dependencia al gas a base de subsidios. En el valle del Manso, históricamente productor de leña para Bariloche, el gobierno gasta parte de sus regalías petroleras para llevar el gas envasado a las instituciones públicas y gran parte de los hogares. O sea, que dejamos de sacar combustible del bosque, destruimos de paso un ingreso importante para la economía rural, subsidiamos el transporte de gas envasado en camión desde Neuquén y quemamos regalías que podrían utilizarse para mejorar infraestructura y servicios.

En conclusión, si quisiéramos promover incendios, no podríamos hacer mejor las cosas.

Como resultado de la política forestal y energética de la provincia, tenemos hoy un bosque no manejado a pesar de que existe una legislación que debería promover su uso sustentable. Su política energética basada en subsidios a los combustibles fósiles, desincentiva alternativas ambientalmente más adecuadas como la bioenergía (leña, chips, pellets, briquetas…). Su legislación obliga a nuevos desarrollos inmobiliarios a tener un tendido de gas; y sus intendencias, asociadas al proveedor local, obligan a los dueños de lotes en barrios existentes a financiar su expansión. Para institucionalizar más esta dependencia, todas las oficinas públicas de la zona andina se alimentan con gas, generando uno de los mayores costos estructurales de la Provincia.


El manejo transforma matorrales en bosques de coihue y ciprés, menos inflamables y de mayor valor. O en bosques abiertos con pasturas.


El manejo del bosque reduce la continuidad e inflamabilidad de combustibles, limitando por lo tanto su expansión e intensidad. Los matorrales están compuestos por especies de alto valor energético, que bien manejadas podrían brindar calefacción, agua caliente e incluso electricidad a la región andina.

Su manejo podría, en el mediano plazo, transformar matorrales en bosques de coihue y ciprés, menos inflamables y de mayor valor económico. O en bosques abiertos con pasturas, que incrementarían su productividad para la cría de ganado. Hasta hoy, la política de Estado de la provincia ha sido la de desincentivar el manejo del bosque, a pesar de recibir anualmente fondos del Estado Nacional para promoverlo.

Los daños causados por los incendios aún no se pudieron establecer con precisión, pero a simple vista son enormes. (Foto: Marcelo Martínez)

Dichos fondos, de los cuales el 70% debería ser repartido entre productores son sistemáticamente retenidos por la Provincia por no menos de cinco años, perdiendo así su valor para el productor, siendo un recurso disponible para otros usos durante éste período. Otros acuerdos firmados con Nación y el INTA, para promover la ganadería sustentable en el bosque (llamado MBGI), no son siquiera discutidos con los productores.

El manejo del bosque es un proceso de largo plazo, por lo que sólo puede impulsarse si forma parte de una política de estado y se construye sobre la confianza con productores y pobladores rurales. ¿Será el gobierno capaz de afrontar este desafío? Tal vez el primer paso sería que la administración pública empiece a cumplir con su propia legislación, ayudando así a su población rural y reduciendo los costos estructurales de seguir fomentando el uso de energías fósiles.

El siguiente paso, más difícil, es darle continuidad a un proceso de largo plazo, que es la reducción paulatina de la inflamabilidad de nuestros bosques. Los incendios de este verano son el resultado de 100 años de acumular combustible en el bosque, sería bueno dedicar las próximas décadas a que dicho combustible se consuma en nuestras estufas en vez de destruir nuestros sueños.

* Ingeniero forestal y doctor en Ecología. Estudia la relación entre política forestal, ordenamiento territorial y el uso sustentable del bosque andino en el Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma) dependiente del Conicet y la UNC.


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