Fukuyama y Groucho

Carlos A. Gadano*


Alberto Weretilneck ha demostrado una rara habilidad para insertarse en cuanto espacio político con posibilidades ciertas de acceder al gobierno haya existido.


Quince o veinte días antes de las primarias del 11 de agosto, el gobernador de la Provincia daba a conocer su intención de votar a Mauricio Macri, como candidato a presidente de la Nación. Cerraba su anticipo manifestando que dicha decisión era personal, que no comprometía a JSRN y que la misma no se correspondía con ningún acuerdo con el senador Miguel Pichetto, por entonces sorpresivo precandidato a vicepresidente del oficialismo nacional y aliado circunstancial de Alberto Weretilneck.

Desmintiendo este tramo del comunicado, una clara subestimación a la inteligencia del electorado rionegrino, la alianza de macristas y radicales no ofrecía candidatos a senador en la provincia, mientras que JSRN presentaba una “boleta corta”, que carecía de fórmula presidencial, con la clara intención de favorecerse con votos cruzados para las categorías faltantes en cada una de las boletas electorales de dichas fuerzas políticas.

Poco tiempo después del 11 de agosto, cuando la posibilidad de ponerle una valla definitiva a la continuidad de este gobierno de la indignidad era cada vez más concreta y se agigantaba la certeza de un triunfo contundente del Frente de Todos el 27 de octubre, el gobernador comenzó a virar, una vez más, en sus apreciaciones políticas, denostando a Macri y su gobierno, del que, ahora, pretende diferenciarse.

Los partidos políticos provinciales (JSRN y el MPN son ejemplos contundentes), creados a imagen y semejanza de fuertes personalismos en cada territorio, constituyen un intento encubierto de transformar al país en veinticuatro distritos compartimentados

¿Cuál es la explicación a este zigzagueo? ¿A qué se debe esta postura crítica, días después de las PASO, cuando antes de las primarias el apoyo al gobierno de la exclusión era explícito, al punto de anunciar su acompañamiento electoral? ¿Por qué la conformidad a más de cuarenta meses de desgobierno, exteriorizada en su decisión de apoyar la reelección de Macri se transformaba, súbitamente, en una fuerte crítica que lo colocaba en la vereda de enfrente del gobierno del endeudamiento, la exclusión, la inequidad, la inflación y la desocupación?

No es difícil la respuesta. La vida política del gobernador y la historia y la realidad de las fuerzas provinciales que han existido y existen en nuestro país nos proporcionan un sinnúmero de ejemplos que dan explicación a tamaña contradicción y desmesura.

Alberto Weretilneck ha demostrado una rara habilidad para insertarse en cuanto espacio político con posibilidades ciertas de acceder al gobierno haya existido en nuestra provincia y/o en alguna de sus ciudades.

El Movimiento Popular Patagónico, el Frente Grande (al que llegó con la condición de que se lo interviniera para posibilitar su alianza con el radicalismo provincial), la Alianza con la UCR, el Frente para la Victoria y JSRN (funcional a sus aspiraciones continuistas y creado a su servicio, luego de los aciagos sucesos de principios del 2012) constituyen los eslabones de un itinerario oportunista que ha desechado la lucha y la defensa de las ideas para priorizar la bandera de sus intereses personales.

¿Se puede apoyar políticamente, antes de las PASO, el proyecto neoliberal macrista y virar abruptamente, después del 11 de agosto, hacia un modelo nacional y popular, sin que la coherencia ideológica se haga añicos? Sí, se puede, contestarán desde JSRN, copiando el eslogan del oficialismo derrotado. Porque Weretilneck quiere ser senador y en ese camino hacia el Congreso todo vale.

De igual manera, los partidos políticos provinciales (JSRN y el MPN son ejemplos contundentes), creados a imagen y semejanza de fuertes personalismos en cada territorio, constituyen un intento encubierto de transformar al país en veinticuatro distritos compartimentados, que desechen la idea de una nación solidaria y de un gobierno que direccione sus políticas al logro de un crecimiento armónico y sostenido de las Provincias. Buscan una tupacamarización que consagre la supervivencia de aquellas con más y mejores recursos, en desmedro de las que carecen de potencial natural de crecimiento.

El “paraguas de la cuestión nacional” no importa, entonces, más que un eufemismo que esconde un “utilitarismo pragmático” a ultranza y que desconoce que no existirán Provincias vigorosas dentro de un país decadente ni argentinos que se realicen dentro de un país que no logre crecer armónica, sostenida y solidariamente. Más allá de rionegrinos y neuquinos y por encima de las realidades provinciales, resulta imprescindible un proyecto nacional que englobe y lleve adelante las ilusiones y las utopías de todos los argentinos.

En las últimas décadas del siglo pasado, quisieron convencernos de que las ideas habían muerto y que la historia había llegado a su fin. Y muchos años atrás alguien famoso apuntó con su mordacidad acostumbrada: “Estas son mis ideas. Si no le gustan, acá tengo otras”.

Fukuyama y Groucho Marx, que de ellos se trata, han pasado a ser la referencia de esta dirigencia política que, con tal de figurar entre los “ganadores”, abjura enfáticamente hoy de lo que ayer defendían frenéticamente. Así estamos.

*Abogado


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