Gonzalo Elvira recupera la memoria patagónica

La figura de Ceferino es el eje por el cual este artista plástico nacido en Plaza Huincul asume su identidad sureña y de la gente originaria.

ROCA .- A los 22 años, Gonzalo Elvira hizo una muestra en el Palais de Glace. Después lo fue a ver a Gorriarena con sus trabajos para preguntarle si tenía que hacer un taller o estudiar algo. «Lo único que te puedo decir es: ponete a trabajar. Podés venir acá, pero lo que yo te pueda decir ya lo tenés y te va a aburrir», le dijo en ese momento. «Eso me sirvió muchísimo por-que que un pintor como él me diga eso, me marcó, fue algo muy honesto».

Elvira sólo estudió dos años en la escuela «Antonio Verni» y después se puso a estudiar por su cuenta. Lo que le sirvió de mucho fue un curso de análisis de obra con Eduardo Estupía.

A partir de allí puede hacer otro análisis de lo que pinta. Tiene 28 años y comenzó desde que se acuerda. Cuando era chico se lo pasaba encerrado dibujando pero profesionalmente lo hace desde hace 6 años.

En ese poco tiempo ya lleva varios cambios, siente que lo que hace lo puede hacer de diferentes maneras, probando distintas cosas porque si no, «creo que me aburriría».

Esta es en síntesis, la historia de Gonzalo Elvira, quien está exponiendo una serie de once obras sobre Ceferino Namuncurá en el Museo de Bellas Artes «Juan Sánchez».

Al respecto, explicó que «lo de Ceferino decantó de otras series que estaba haciendo sobre los mapuches, que ya lleva dos años de trabajo. Ya había hecho también una serie de San Cayetano y tenía ganas de tomar el tema de Ceferino». Lo hizo cuando «encontré una foto de Ceferino con su hermano y su padre y la usé como disparador».

La serie se integra toda con retratos realizados con diferentes técnicas: óleo sobre chapa de cobre, óleo sobre tela y algunas tintas.

Respecto al enfoque, «lo de San Cayetano en realidad estaba más relacionado con el trabajo. Por otra parte, son fenómenos diferentes por cuanto San Cayetano es más urbano y Ceferino tiene que ver más con lo rural. Yo fui a la fiesta de Chimpay hace dos años y me llamó mucho la atención. Charlé con la gente, saqué fotografías, pero en ese momento coincidió con el tema de los mapuches que estaba y estoy investigando todavía, a partir de una filmación de unos chicos que estuvieron en una comunidad en Neuquén. Allí empecé a trabajar con el tema de la conquista del desierto».

En realidad todo esto no le es ajeno a este joven, porque nació en Plaza Huincul. «Con este tema estoy revisando muchas cosas mías también».

Recuerdos regionales

Se fue de Huincul cuando tenía cuatro años pero el vínculo lo sigue teniendo porque tiene familiares en la zona. No quiere dejar de lado las raíces y aunque por trabajo de su padre se fue a vivir a Buenos Aires, durante toda su infancia, cuando terminaban las clases se pasaba los tres meses de vacaciones acá en la casa de sus abuelos.

También debido a este vínculo hizo una muestra con paisajes de la Patagonia.

«De todos estos temas con respecto a la conquista del desierto, tenía una desinformación muy grande y me puse investigar», dice Elvira y nos acerca una reflexión: «El olvido es una de las formas más perfectas del odio» , según leía hace poco en un libro. Esto «se conecta con este tema. No sé si a alguno lo que yo hago le ayuda a modificar algo, pero si sé que uno lo que busca es tratar de entender por qué pasan esas cosas y modificarme yo mismo. Pero si algunos de mis trabajos sirve para que alguien medite y descubra el tema, mejor».

En cuanto a la imagen la «trabajo sólo desde el retrato de Ceferino, no del mito social que desencadena».

En sus obras, el color como siempre está en segundo lugar. Antes está la idea, pero tiene que ver con las coloraciones sepias, rojizas, relacionadas con la fotografía antigua y en parte con la tierra, y con la ermitas que están al costado de las rutas, generalmente pintadas sobre chapas de cobre», por eso lo de pintar la chapa, con su fondo.

De las obras expuestas en el museo, seis son óleos sobre chapa de cobre, donde corre la pintura porque lo trabaja aguado y donde la figura queda plasmada sobre una veladura, de manera que el fondo y la forma se fusionan.

Esta forma de elaborar sus obras cambió en Elvira cuando comenzó a trabajar con las series anteriores referidas a los mapuches. La forma está como fundida en el fondo y el contraste prácticamente no existe.

«Cada tema va condicionando el modo de trabajo, -explica-. Los trabajos anteriores tenían más que ver con lo gráfico. Ahora estoy cambiando. Trabajando se va creciendo; antes estaba más deslumbrado con los colores y la figura.

Esto lo pude ver después de un tiempo. El fondo fue tomando entonces más protagonismo, por ejemplo la serie sobre paisajes de la Patagonia que mostré en una galería este año. En ella el fondo tomó protagonismo y quedó eliminada la figura».

Una vocación inducida

La vocación de este joven artista viene inducida por sus padres. Su madre lo alentaba pero su padre lo llevó de chico a ver pintura por el mundo. Por ese entonces su padre era comisario de abordo y lo plantó frente a las obras más importantes.

«Cuando era chico me llevaban a los museos y yo por ahí me aburría». Estuvo en el Louvre en el D'orsay, en las galería Ufficce de Florencia, a San Pedro. Acá también, en el museo de Bellas Artes de Buenos Aires, las galerías. Soy un concurrente constante a las muestras porque creo que viendo se aprende un montón. Hay que ver, hay que estudiar. Siempre en una muestra se encuentra algo, un disparador para trabajar» .

«Cuando era chico por ahí quería ver otras cosas y quizá no disfruté tanto aquello -reflexiona-. Pero en los últimos viajes que hice, como en el que vi Pompeya, cuando tenía 18 años, lo disfruté mucho más».

Luego de una pausa, con una sonrisa muy especial y un brillo emocionado en su mirada dispara: «me acuerdo que me quedé maravillado con un cuadro de Monet del Museo D'orsay y cuando muchos años después lo vi en un libro, se me vino todo el recuerdo. Me había impactado mucho el color y la textura del óleo, porque Monet trabajaba con veladuras empastadas. Este año encontré un artículo de Rodrigo Fresán que había estado en la restrospectiva de Monet y ese cuadro estaba allí y me emocionó tanto como en aquel momento».

¿Todavía crees que hay cosas que producen un impacto para recordarlos para siempre?

«La memoria ahora es más de lo inmediato porque hay una exacerbación de lo visual. Los pintores ahora tenemos mucho en contra porque se pierde el sentido del impacto. Entre tanto bombardeo visual es muy difícil recordar de un año para atrás las imágenes vistas».


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