Hay más peces y barcos en el golfo, pero menos pesqueras

Una planta está operativa, otra espera un “salvataje” de la Provincia y una cooperativa de fileteros opera como fábrica recuperada. Ni la llegada del langostino mejoró el panorama.

La posibilidad de que 133 trabajadores que dependen de la pesquera Río Salado pierdan sus empleos reavivó los fantasmas que acechan al sector. La misma pesadilla que muestra cómo los empresarios que ganaron en períodos de bonanza huyen sin mostrar rastros apenas declina la actividad, dejando sueldos impagos y obreros en la calle.

La situación puntual de Río Salado estaría en vías de resolverse con un salvataje financiero de la provincia (Ver Recuadro). Pero lo ocurrido deja en evidencia lo que sucede aquí con la pesca industrial. Hasta que esa pesquera retome su actividad, sólo está operativa a pleno una planta, ubicada en el Puerto San Antonio Este. Aunque también existe una segunda que obra a modo de fábrica recuperada y es explotada por fileteros que se nuclearon en una cooperativa de trabajo. Y una tercera firma –golfo San Matías, en SAE– que si bien arrancó el año pasado, hasta ahora sólo funcionó de manera intermitente, con escaso personal y de forma eventual.

“Perla del Este”, que está en la villa portuaria, es la única que tiene personal en relación de dependencia, con 64 empleados.

“Unión Marítima” es el nombre de la cooperativa que recuperó las instalaciones de la ex Marítima San José, y ocupa también a 64 personas, aunque con una dinámica distinta. A ellas se sumaba Río Salado, que con los 133 puestos, era la que más empleo traccionaba.

¿Que ocurrió para que un golfo en el que siempre coexistieron 3 o 4 empresas bajara su nivel de plantas activas? Algo difícil de comprender, teniendo en cuenta que la riqueza que caracteriza a sus aguas incluso se amplió, con la llegada de una especie tan cotizada como el langostino.

Ante el nuevo cuadro surge el planteo que la provincia recibió de los actores del sector: hay muchos barcos pujando por permisos pesqueros para obtener una cantidad de materia prima que desborda la capacidad de producción de las plantas activas, y dispara los resortes legales para que esa mercancía abandone el lugar entera y sin procesar.

De hecho, hay 5 proyectos aprobados por provincia y aún no se concretan. Así, los propietarios de barcos locales obtuvieron permisos de pesca con la promesa de levantar a futuro una planta de procesamiento. Algo que la ley actual no prevé porque los permisos están atados a las plantas, para garantizar que la producción se desarrolle a nivel local.

De esos emprendedores, sólo uno, Juan Manuel Poligliedu, está a punto de concluir su obra. Se desarrolla en el parque industrial, y es una planta en construcción que en cuatro meses podría inaugurarse. Los otros 4 beneficiados compraron tierras allí pero no construyeron aún.

Poligliedu detalló su obra. “Pensamos emplear 70 personas. El lugar estará preparado para trabajar congelado, fresco y tendremos una planta de hielo propia para abastecer barcos” se ilusionó. Pero aunque las máquinas ya están, en realidad no sabe cómo harán para ponerse en marcha, porque en el parque industrial aún no hay servicios. “Tenemos luz de obra, nada más. Reclamamos mucho porque los servicios lleguen, pero todavía no hay noticias” dijo, apesadumbrado.

Ahora, con las capturas de los dos barcos que él y su familia tienen, sacan ganancias para la iniciativa. El pescado, según dice Poligliedu, lo llevan a procesar a la cooperativa Unión Marítima.

Un panorama distinto describe Carlos Matas, de Perla del Este, instalada desde hace 5 años en el Puerto SAE. “La última temporada de langostino fue mala pero acá estamos. Se abre una nueva posibilidad para que los que tengan permisos de la provincia puedan pescar langostinos en plataforma (aguas nacionales) con la condición de que se procesen aquí. Eso nos mejoró el panorama para este invierno. El sábado último tuvimos 2000 cajones y hoy (jueves) otros tantos. Por eso vamos a incorporar a la planta un turno de tarde. Si todo va bien, habrá trabajo hasta septiembre. Y después empalmaremos con la temporada de captura de la especie en aguas locales” se entusiasmó el empresario.

Río Salado, a flote con un crédito provincial.

Tras dos meses de crisis, la empresa Río Salado volvería a la actividad gracias a un crédito de la Provincia, que rondaría los $ 5.000.000. Servirán para que los 133 obreros perciban sus cuatro quincenas adeudadas. Además, quedará dinero para reactivar la planta.

Para garantizar el recupero en el caso de que la firma incumpla el compromiso de pago se pondrá en garantía el edificio. Tendrán seis meses de gracia antes de pagar.

Unión Marítima, un trabajo a pulmón

Los fileteros, entre los elogios y las críticas

El alto ausentismo del personal de planta fue una de las razones que alegó la pesquera Río Salado al justificar la baja rentabilidad de la empresa. Incluso quisieron contratar a una cooperativa para efectuar parte del trabajo, algo que fue resistido por el Sindicato de Industrias de la Alimentación (Stía) que nuclea a ese sector de los trabajadores.

Juan Manuel Poligliedu, que construye una planta pesquera en la ciudad, coincide con ese criterio. “Acá hay un problema serio con el rendimiento del pescado. En Mar del Plata, un kilo te da el 48% de rendimiento, y acá entre el 38 y el 40%. Eso significa una tonelada de plata y de pescado perdido. La mano de obra trabaja menos y es más cara. Y hay mucho ausentismo” sentenció.

Carlos Matas, de Perla del Este, aportó su visión. “El problema es que el costo laboral es altísimo, y es algo que excede a la actividad” consideró. “Es cierto que a veces uno le pide a a gente que se quede algunas horas más y son reticentes. Y no te podés cargar de personal que es difícil de mantener. Ahora, nuestra actividad es casi zafrera, hay temporadas marcadas. Por eso nosotros trabajamos durante todo el año, y, puntualmente, sumamos eventuales cuando la actividad lo requiere”.

Olga Reynoso, de la cooperativa Unión Marítima, salió en defensa de los obreros. “Acá hay señores fileteros, envasadores, gente que sabe lo que es el trabajo. Los empresarios siempre le echan la culpa al trabajador. Que el ausentismo. Que el rendimiento. Eso es querer sacarse la responsabilidad. Si hay problemas, son otros, no la gente” argumentó.

Pensamos emplear a 70 personas. El lugar estará preparado para trabajar congelado, fresco, y tendremos una planta de hielo propia

para abastecer a los barcos”.

Juan Manuel Poligliedu, empresario que logró el permiso pesquero

Datos

Olga Reynoso trabaja desde los 13 años en las pesqueras, y hoy, a los 53, es una fiel testigo de todas las desventuras del sector, que atribuye a los empresarios que “se enriquecieron a costa de los trabajadores”.
Desde hace dos años su situación y la de sus compañeros cambió porque aceptaron el desafío de recuperar la última planta en la que trabajaron: Marítima San José (hoy Unión Marítima).
Arrancaron con el apoyo de un inversor y ahora siguen solos. Son 70 personas (de ellos 34 fileteros) las que dependen del quehacer conjunto.
“De acá no sale nada entero, yo prefiero dar mano de obra” explica. “La merluza, por caso, se saca toda en filet o en el corte que sea. Así el filetero hace buenas quincenas. Si no se procesa bien no es rentable para nadie. El único que se queda con la vaca gorda es el empresario, que se lleva el pescado casi sin tocar y lo vende en dólares. Un mínimo proceso, como el eviscerado, no se debiera permitir. Mientras no haya legislación que cambie esta situación no van a darse las mejorarás” reflexionó la cooperativista.

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