Hemorragia estomacal

Por Arnaldo Paganetti

Darle más dinero y logística a la policía, así como está, es suicida. El pensamiento del presidente Néstor Kirchner, transmitido antes de ser internado por una hemorragia estomacal, al designado ministro de Seguridad de Buenos Aires, León Arslanian, refleja sólo un costado del complejo problema de la inseguridad.

La descomunal crisis -que bajo cuerda emparenta a delincuentes de frondosos prontuarios, con jefes municipales y agentes de fuerzas solventadas por las finanzas públicas-, puso al descubierto también, una vez más, las falencias de gobernantes, jueces y legisladores. Nada menos que depositarios de los tres poderes de la República.

Hoy, todos están apurados por dar respuestas a los reclamos del moderado e inexperto en política, Juan Carlos Blumberg, quien tras el secuestro y asesinato de su hijo Axel, movilizó a más de 150 mil personas y sigue blandiendo ese instrumento democrático para aguijonear a las autoridades.

Pruebas al canto. El Parlamento, controlado por el peronismo, alumbró en vísperas de Semana Santa un esquema penal más severo sobre tenencia de armas de fuego, que impedirá, además, que autores de violaciones y crímenes salgan de las cárceles. Los «progresistas» de Néstor Kirchner llegaron incluso a tolerar las exposiciones de diputados como Carlos Ruckauf y Jorge Casanova, quienes en el pasado fueron mentores del fracasado intento de contener la violencia de los vividores de lo ajeno «metiendo más bala».

Otros botones de muestra. Con el aporte de la SIDE, en Córdoba fueron apresados integrantes de la banda que mató al joven Axel y horas después se estableció una conexión con el subcomisario de la Federal, Daniel Gravinia. En Morón, descabezaron a la cúpula policial, tras otro brutal asesinato de un comerciante, el sábado, en Castelar.

Como en el Justicialismo anidan diferencias ideológicas profundas y dado que tampoco es un lecho de rosas la situación económica -a pesar de la espectacular recuperación, los avatares energéticos provocaron fricciones con Chile por la suspensión del envío de gas -, Kirchner deberá esmerarse para mantener en alto su popularidad y responder acertadamente a las cambiantes exigencias sociales. El timón lo tomó la clase media, en desmedro de las organizaciones piqueteras o de los aparatos partidarios, que se van replegando.

«Una buena política criminal no es de derecha o de izquierda, simplemente es efectiva y sirve para llevar tranquilidad a los honestos». Un hombre de K retrucaba de esa manera a un «gurka» del patagónico que veía exclusivamente detrás de Blumberg «a los sectores más reaccionarios y fascistas que se oponen a las transformaciones».

Es que el debate está instalado en el Gobierno a partir de la ocupación que hizo el Presidente del predio de la ex Esma, donde durante la dictadura militar fueron secuestradas y desaparecidas unas cinco mil personas, por orden del condenado almirante Emilio Massera.

Kirchner considera que ha dado un contundente gesto simbólico para denostar al terrorismo de Estado, pero a partir de ahora, haciendo caso omiso a las consideraciones revolucionarias de Hebe de Bonafini, la titular de Madres de Plaza de Mayo, trazará una raya y procurará ir dando señales de reconciliación hacia el conjunto de la población.

Kirchner, como su antecesor y «protector» Eduardo Duhalde, es lector de las encuestas. Asimila que su imagen ha caído -contrasta especialmente la adhesión callejera que tuvo el primero de marzo, durante la apertura de la Asamblea Legislativa y la marcha llamada por Blumberg el jueves primero de abril-, pero no desiste de sus principios. En esto se diferencia de Carlos Menem, quien leía esas mediciones y estaba dispuesto a pagar costos. Además, K se considera un polo opuesto al gobernador Felipe Solá, prisionero de esos números.

Solá se equivocó feo cuando nombró a su amigo Raúl Rivara, desoyendo a Kirchner, quien abogó por Marcelo Saín, el joven que se enfrentó a las conexiones mafiosas entre policías y popes duhaldistas. «Hay que ir a fondo con la limpieza», ordenó el santacruceño. Felipe esquivó el bulto: «Los intendentes no me dejan», se apichonó.

Estas idas y vueltas, en diez meses de exitosa administración, le hicieron perder la iniciativa al 'pingüino', que intentará recuperar esta semana, al lanzar un plan nacional de seguridad que comprometa a la ciudadanía y se sume a la «ola Blumberg».

El «silencio de radio» en el kircherismo desembocó -eso dirían algunos psicólogos- en la dolencia estomacal del Presidente. No haber podido sintetizar una postura ante el fenómeno desatado por Juan Carlos Blumberg tuvo su secuela orgánica. Forzado, tuvo que aceptar la vuelta de Arslanian, a quien sin embargo respeta. Tomó nota de una decisión de la legislatura bonaerense, que pasó desapercibida en los medios: Los delitos por juego, en la provincia, ya no serán una simple contravención. El azar les da de comer a los comisarios, a los que se tratará de alejar del negocio de los desarmaderos de autos, de la droga y los secuestros.

«Otro caso Axel sería mi fin», se le escuchó decir a Solá, quien deberá seguir lidiando con jefes municipales duhaldistas que lo rechazan y rogando por más dinero para reestructurar a la «maldita».

Tanto Solá como Kirchner rechazan una intervención federal, aunque en algún momento -tal como lo insinuó la senadora Cristina Fernández- se insinuó ese remedio que ya se aplicó en Santiago del Estero. «Río Negro» mencionó la alternativa del ministro del Interior Aníbal Fernández, una variante encubierta de intromisión, dado que el ex intendente de Quilmes ha hecho pública su aspiración a suceder a Felipe en 2007.

Los márgenes de error se achicaron en forma sorprendente. Duhalde deberá esforzarse para poner en caja a algunos de los suyos, sospechados de ser cómplices de la corrupción policial. El intendente de Moreno, West, y los concejales de ese partido del oeste del Gran Buenos Aires, están en la mira. Es habitual pactar impunidad a cambio de incrementar la caja.

Las teorías conspirativas pululan, aunque se empequeñecen ante la ira popular encauzada detrás del atildado Blumberg. Daniel Scioli, el vicepresidente acorralado por el kirchnerismo, habría sido tentado por ex menemistas y algunos duhaldistas, para mantenerse expectante «por si las moscas». Pero ni Duhalde, ni Kirchner ni Solá, con todos sus cortocircuitos latentes, son tan imprudentes como para apostar por un retroceso. De darse una marcha atrás, las escaramuzas serían inevitables y fatalmente conducirían a una mayor fragmentación.

El 25 de mayo, primer aniversario de este gobierno, se acerca. Nada podrá festejarse, como prevé el gobierno, si antes no se tranquilizan los espíritus.


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