Hoy condenan a Safita por el crimen de su familia
NEUQUEN (AN).- La justicia condenará hoy a Mario Oscar Safita, el hombre que asesinó a su ex pareja, a uno de sus hijos, e hirió gravemente al otro el año pasado en Senillosa. Y lo más probable es que la pena sea prisión perpetua, como solicitó la fiscalía, a menos que los jueces hagan lugar a algunos de los atenuantes que planteó la defensa.
La semana pasada, en la última audiencia del juicio oral en su contra, Safita (39 años) confesó sus crímenes, cometidos el 22 de noviembre de 2003 cerca de la medianoche. Entre sollozos, relató algunos tramos de la agresión a su ex pareja Ruth Azucena Pereyra Scheriff (33) de la se había separado dos meses antes, y a sus hijos Nicolás Mario (9) y Lucas Noel (3).
La confesión, y otras pruebas independientes (no había nadie más en el dúplex 241 del barrio Fonavi de Senillosa donde ocurrió el hecho; una vecina lo vio en el interior; horas antes había comprado el cuchillo con el que apuñaló a su familia) lo señalan en forma categórica como el autor del hecho. Por eso el eje del alegato de la defensa fue el estado de emoción violenta que supuestamente guió sus manos mientras ejecutaba la acción criminal. «Yo estaba loco, ciego», dijo el mismo Safita para abonar esa hipótesis.
El defensor oficial Miguel Valero aprovechó con astucia un increíble vacío que dejaron las numerosas pericias psicológicas que le realizaron al imputado: ninguno de los psiquiatras y psicólogos que lo entrevistó le preguntó por la relación con sus hijos. Todos se concentraron en lo que sentía por Ruth, la mujer con la que había convivido 12 años hasta que ella le pidió que se fuera de la casa, cansada de ser golpeada.
Aprovechando esta falencia, Valero argumentó que «para Safita, sus hijos eran todo», y por eso resulta inconcebible que los haya atacado con semejante saña (les aplicó alrededor de 15 puñaladas a cada uno) a menos que haya estado sumergido bajo un estado psicológico tan especial que lo hizo incapaz de comprender lo que hacía. Luego, debe ser declarado inimputable, señaló en su alegato.
El objetivo del defensor es que no culpen a Safita del asesinato de su hijo Nicolás, porque ese delito es «homi
cidio calificado por el vínculo» y tiene una sola pena: prisión perpetua.
El fiscal Alfredo Velasco Copello dejó la sensación de que no considera sincero al acusado. «Safita no perdió la conciencia. Sabía lo que estaba haciendo. Sabía que eran sus hijos, y porque eran sus hijos los estaba lastimando. Quería terminar con todo», dijo en su alegato.
También basándose en los peritos, indicó que es sospechosa su amnesia «en bloque». Le falla la memoria para reconstruir determinados episodios -los que más lo comprometen- pero recuerda con asombrosa precisión todo lo que hizo antes y después de los crímenes. Salvo -otro detalle significativo- que compró un cuchillo de cocina de grandes dimensiones.
Dos instancias del terrible episodio ocurrido esa noche esperan respuesta. Una, ¿cómo ingresó Safita a la casa? Es poco creíble que, como dice él, Ruth lo haya invitado a pasar. Le tenía miedo, y hasta había cambiado la cerradura de la puerta de calle. Además minutos antes de que se desencadenara la agresión, la víctima habló por teléfono con su hermana y le dijo que Safita ya se había retirado. ¿Entró por la fuerza? Más en contra del imputado.
El otro es más curioso y fue revelado por el defensor Valero en la última audiencia, realizada el viernes pasado. Después de atacar a toda su familia, Safita tiró por el inodoro de la casa 580 pesos, en billetes de distinta denominación. No era su plata, sino de Ruth. ¿Por qué lo hizo?
La sentencia será leída hoy a partir de 12.30 por los jueces Cecilia Luzuriaga, Luis María Fernández y Mario Rodríguez Gómez.
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