Ingenio y voluntad en una sala porteña

La Scala de San Telmo ya es un clásico de la vida cultural de Buenos Aires. Allí se presentan alrededor de 300 espectáculos cada año. "Río Negro" conversó con uno de sus artífices.

Con cerca de 300 espectáculos que van de marzo a diciembre La Scala de San Telmo es un caso bastante original en el panorama del entretenimiento. La casona del histórico barrio, rescatada por Susana Braun de Santillán, ofrece de todo y con el mejor nivel. En esa oferta tienen mucho que ver los desvelos artísticos de Eduardo Cogorno, la mano derecha de la dueña, quién como cantante, con estudios de arquitectura y plástica, ha colaborado en posicionar a la entidad como uno de los lugares más exclusivos del gran espectáculo de Buenos Aires. La pequeña sala donde se realizan y todo el entorno suman atractivo para todo ese quehacer que Cogorno comenta con pasión y orgullo por los resultados.

-¿Cuál es el criterio en cuanto a los espectáculos de La Scala?

– La Scala de San Telmo se ha convertido en una pequeña sala donde con mucha frecuencia se hacen obras del teatro musical, entendiendo el concepto como espectáculos donde la música y lo teatral van de la mano. No solamente ópera sino también obras que están pensados especialmente para ese escenario en un teatro pequeño con una capacidad de 65 personas, que tiene la ventaja de la proximidad con el público, pero también sus limitaciones. Un ejemplo de esos espectáculos es la reposición de «Misia ( en Busca de la musa Perdida)» a pedido del público, que trata sobre la vida de la mujer de Sert el famoso pintor catalán (del que hay obras en el Museo de Arte Decorativo) y fue creado por mi a partir de la biografía novelada que reescribió su sobrino. Cuando yo la leí me sorprendí porque retrataba un personaje fascinante, amiga de grandes artistas de la época de oro del arte en Francia, Misia Sert fue pintada por Renoir y Toulouse Lautrec, admirada por Diaghilev, Nijinsky, Cocteau, Stravinsky, Debussy y Ravel entre otras celebridades. En ese sentido y previamente casada con un millonario, también pasó a ser una mecenas importante de los Ballets Rusos y otros artistas.

-¿Cómo se formalizó ese ejemplo de espectáculo?

-El espectáculo trata de captar esa vida tan especial y yo lo diseñé a partir de canciones y música de compositores que conocieron a Misia Sert, y también de cuadros de los grandes impresionistas ( que se proyectan en un telón transparente) junto con textos de poetas de la época. Son expresiones musicales, plásticas y literarias armadas de tal manera que provocan una sensación mágica, un espectáculo casi onírico. No se postula como un relato lineal de vida, son escenas que van sugiriendo momentos desde la juventud hasta la muerte de Misia. Hay momentos musicales con obras de Fauré, Debussy, Reinaldo Hahn y hasta un tango de Stravinsky donde se plantea un juego erótico entre Diaghilev, Nijinsky, Misia Sert y Cocó Chanel con quién tuvo una relación muy especial y le hizo la mortaja cuando murió en l950, abarcando un gran período de esplendor en las artes.

-¿Se han encarado otras similares ?

-«Misia» tuvo mucho éxito de público y crítica y es un espectáculo creado para La Scala y para la mezzo soprano argentina Martha Blanco, una de nuestras artistas favoritas, que resultó un modelo de nuestras posibilidades y donde hice la selección musical y la estructura dramática en la que incluso los dos pianistas se complementan y actúan a su vez. Otro ejemplo similar es la obra «Amores Republicanos» que surgió a raíz de un material que Leonora Noga Alberti, musicóloga y cantante, había recopilado en París de las canciones que cantaban las mujeres en la revolución francesa y que había interpretado en un recital en La Scala. Fue cuando le propuse la idea de un espectáculo sobre ese tema y las canciones, así fue que junto con ella las armamos y ordenamos de una manera dramáticamente interesante, investigamos, agregamos textos y diseñé una puesta donde los músicos están caracterizados y con instrumentos de la época. De igual manera encaramos «La solterona y el Ladrón», la segunda ópera que compuso Gian Carlo Menotti, fue una idea que en un principio me pareció imposible hacerla en las dimensiones de La Scala, pero afortunadamente funcionó el ingenio.


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