Triunfó la teoría de la autolesión con cubiertos de plástico: absolvieron a los policías

La defensa había argumentado que los tres detenidos que denunciaron apremios se habían autolesionado. Uno de ellos sufrió una fractura de costilla que le perforó el pulmón. La fiscalía se olvidó de citar como testigos a los médicos. El jefe de guardia: el héroe que no fue. Río Negro había anticipado que el caso podía quedar impune.

Un Tribunal de Juicio absolvió por unanimidad a los policías Miguel Ángel Morales (39) y Sebastián Andrés Chavarría (31), quienes estaban acusados de lesiones leves, lesiones graves y vejaciones en perjuicio de tres jóvenes a los que detuvieron después de un asalto en Neuquén.

Desde el comienzo del juicio Río Negro había advertido que la causa podía quedar impune porque magistrados y funcionarios judiciales no dejaron desacierto sin cometer, todos en perjuicio de las víctimas.

El pronóstico se cumplió. El Tribunal integrado por Carina Álvarez, Florencia Martini y Lucas Pablo Juan Yancarelli dijo en el veredicto pronunciado este martes que las pruebas presentadas por la fiscalía no alcanzaron para superar el beneficio de la duda y absolvieron a los imputados.


Contradicción con otros fallos


Los policías imputados se declararon inocentes durante el juicio. (Foto: Matías Subat)

Esta decisión de no culpabilidad se contradice con la condena a tres años de prisión en suspenso que recibió el policía Walter Elgueta, quien participó de los mismos hechos que Morales y Chavarría y asumió su responsabilidad.

También colisiona con la decisión de Asuntos Internos de la Jefatura, que encontró culpables a ambos efectivos. A uno incluso ya lo destituyó.

Sobre lo primero, el Tribunal dijo que si Elgueta asumió su responsabilidad eso no se extiende a sus compañeros; sobre lo segundo, cuestionó fuertemente la calidad de la investigación de Asuntos Internos.


La teoría del caso


Fiscal Valeria Panozzo. (Foto: Matías Subat)

El caso que llevó a juicio la fiscalía tenía debilidades, como reconoció la fiscal Valeria Panozzo. En resumen: el sábado 30 de marzo de 2019 a las 21:22, tres jóvenes fueron detenidos por personal de la comisaría 41 luego de robar una vivienda en Altos del Limay.

De acuerdo con la acusación, los policías los golpearon en el lugar de la detención, en la guardia de la comisaría y dentro del calabozo. Además les produjeron cortes en los brazos y la espalda, a uno de ellos le fracturaron una costilla que a su vez le perforó un pulmón, y le tatuaron en la espalda el número 41.

El imperdonable error de la fiscalía fue que no llevó como testigos al juicio a cuatro médicos que atendieron a las víctimas, a dos bioquímicos, ni al más lesionado de los jóvenes.

El Tribunal dijo en su veredicto que las declaraciones de las víctimas que sí pudieron prestar testimonio tienen «graves inconsistencias, debilidades y contradicciones». Además señaló que en el control de acusación la fiscalía indicó que el número 41 se lo habían tatuado a un joven, en el juicio oral lo desplazó a otro, y que en las fotos exhibidas «ninguno de los miembros del Tribunal visualizó el 41».


Un precedente peligroso


¿Quién lesionó entonces a los jóvenes? Según el fallo, pudieron ser los vecinos que intentaron lincharlos en el lugar de la detención; o se pudieron autolesionar como dijo el defensor Marcelo Sterz. Para eso pudieron valerse de los cubiertos de plástico que les entregan con la vianda. La fiscalía lo consideró «ridículo», pero las dos juezas y el juez lo tomaron muy en serio.

Que un tribunal de juicio le dé crédito a la hipótesis de la autolesión de un detenido sienta un peligroso precedente. Esta sentencia abre una puerta que será difícil de cerrar.


No fue héroe, es villano


Pero hay más. En esta historia falta un personaje clave: Matías Garrido. Era el jefe de guardia en la comisaría 41 la noche del suceso, y en el parte diario dejó constancia de ingreso de tres personas demoradas a las 23 horas, pero no registró que estaban lesionadas.

Cuando la guardia siguiente, que entró el 31 de marzo del 2019 a las 7 de la mañana, descubrió que en la celda 1 había tres detenidos golpeados, uno de ellos vomitando sangre, los trasladaron de inmediato al hospital para brindarles atención médica. Nadie del turno nuevo quiso hacerse cargo de un problema que correspondía al anterior.

Garrido fue interrogado por Asuntos Internos ese mismo día, y dijo que no sabía nada del asunto. En una segunda indagatoria, admitió que sus compañeros Morales, Chavarría y Elgueta habían golpeado a las víctimas. Lo sancionaron con 18 días de arresto.

Cuando declaró en el juicio penal, la semana pasada, resultó evidente que no quería comprometer a los otros policías. Al principio no recordaba nada, pero finalmente terminó comprometiendo a los imputados.


Testimonio nulo


El Tribunal dijo en su veredicto que el valor probatorio de su testimonio es nulo porque lo cambió muchas veces. Además lo acusó de no cumplir con los protocolos correspondientes: tendría que haberse negado a recibir a los detenidos porque estaban heridos; tendría que haberlo asentado en el libro de guardia; tendría que haberlos derivarlos a Sanidad; tendría que, tendría que…

A ver. Garrido lleva siete años en la policía, y sigue con la jerarquía de agente, la más baja del escalafón. Todos los que estaban esa noche en la comisaría 41 lo superaban en jerarquía. Incluso estaba presente un comisario, Alejandro Cares, quien declaró que «todo el procedimiento fue normal».

¿De verdad esperaban que se inmole en defensa de los derechos de tres jóvenes con antecedentes, sorprendidos robando, a los que les habían dado unas trompadas y patadas?

El veredicto nada dice, en cambio, sobre la cámara de vigilancia que no funcionaba pero además, por las dudas, apuntaba hacia una puerta que permanecía cerrada la mayor parte del día. Por eso no hay ni un registro fílmico de lo que sucedió en la guardia. ¿Quién es el responsable de eso? ¿El jefe de la unidad quizá?

El último reproche del Tribunal a la fiscalía fue porque no llevó al juicio como testigos a los vecinos del barrio donde se produjo la detención, con el argumento de que «están del lado de la policía y aprueban» los apremios ilegales. «Hubiera sido útil escucharlos (a los vecinos), para corroborar esa afirmación».


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