Silvia Sapag: «El cortejo fúnebre de mis hermanos pasó frente a la casa del juez Duarte»

Los acusados son el ex juez Pedro Duarte y el ex fiscal federal Víctor Ortiz. Los testimonios de hermanas y hermanos de desaparecidos puntualizaron sobre las denuncias judiciales de los secuestros y las torturas

Silvia Sapag, Octavio Méndez y Adriana Metz describieron en cuatro horas de juicio, que la búsqueda de los desaparecidos en el Alto Valle no fue un trabajo silente ni escondido como para que los funcionarios del juzgado federal de Neuquén se hubiera enterado de los centros clandestinos y las torturas cuando regresó la democracia.

“El cortejo fúnebre de mis dos hermanos, con tres meses de diferencia en 1977, pasó frente a la casa de Pedro Duarte”, aclaró de entrada la senadora Sapag.

Describió que el ex juez federal vivió a media cuadra del monumento a San Martín, al lado de lo que fue el edificio del Tribunal Superior de Justicia y de la municipalidad, por lo que estaba a metros de donde todo ocurría en 1976, incluida las misas del obispo Jaime De Nevares, a pocas cuadras, en la catedral, donde “se pedía por los desaparecidos”, recordó.

La senadora fue citada porque en 1.978, cuando fue secuestrado el periodista de Clarín (Enrique Esteban) ella y el ex gobernador Felipe Sapag estaban en la casa de María Teresa Oliva (esposa de Esteban) cuando llegó un comandante de la VI Brigada y antes de irse, le dijo a Oliva que le preguntara al militar, por “La Escuelita”.

A Oliva la llevaron al Batallón para refutar la versión de la existencia de un centro clandestino. “Hice esfuerzos para recordar lo que ella dijo de nuestra charla, pero no la retuve a casi 50 años; sirvió para que luego hicieran eso (por la recorrida), se sabía que había en Neuquén un lugar donde concentraban a los detenidos, se los torturaba y trasladaba”, dijo.


Los hábeas corpus de los que buscaban a los secuestrados en Cutral Co


Octavio Méndez, de Cutral Co, tenía 15 años en 1976. Describió las denuncias, habeas corpus, visitas y cartas de su padre y madre en busca de su hermano José, sacado por Alberto Farías Barrera de Rawson en 1976 sin que se sepa aún cuál fue su destino.

Describió las innumerables gestiones en el Comando, pero también las denuncias judiciales, las notas y las presentaciones ante la ONU por la desaparición de su hermano. Dijo que como él tenía 15 años y ya lo habían secuestrado y torturado al sacarlo del secundario durante el operativo Cutral Co (para preguntarle por su hermano), todo lo que sabía fue por lo que compartían semanalmente su hermano mayor Rogelio y su padre y madre que se dedicaban a las presentaciones y visitas a Neuquén.

Al finalizar su testimonio, el juez Alejandro Silva le preguntó si había algo que le quedara por decir, y entonces agregó: “Pienso si esto alguna vez finalizará: mucha gente que hizo daño al país, sigue por ahí. Hoy cuando ví la pantalla, me encontré con los acusados: están pagando lo que hicieron”, dijo.

Luego en rueda de prensa, describió que «nunca vi a Farias, si mi mamá y mi papá. Tiempo después, estaba en mi casa en Mari Menuco, hablando con un vecino, cuando mi madre me dijo: ése es Farías, es el que hizo desaparecer a tu hermano. Farías Barrera (que la escuchó) no volvió más por ahí y creo que hasta vendió la casa después de que mi mamá lo reconoció. Había estado charlando una o dos veces con él y había sido el represor más grande que tuvimos acá», dijo Octavio.

Por su parte, Adriana Metz, que por primera vez testimonió en los juicios de Neuquén, detalló que el secuestro de sus padres en Cutral Co fue denunciado por su abuelo, Oscar Metz, en comisarías de la región, en Buenos Aires y en Bahía Blanca, donde vivía el matrimonio Metz – Romero antes de radicarse en Cutral Co, cuando su mamá estaba embarazada de 5 meses y ella tenía un año y medio.

Describió que una de sus denuncias enviadas al exterior con la descripción del secuestro de su hijo Raúl y de su nuera embarazada, Graciela Romero, fue vista por una sobreviviente del centro clandestino bahiense, que estaba exiliada, reconoció la situación y le escribió, en 1981, sobre el nacimiento en cautiverio, de su hermano el 14 de abril de 1977. «Cuando llegó la carta de Alicia Partnoy, mi abuelo se la leyó a mi abuela y yo me enteré que tenía un hermanito y dije que lo iba a buscar. Lo sigo buscando», aseguró Adriana.


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