Kirchner mostró otra cara ante el establishment

El presidente rindió examen frente a los sectores de decisión, por lo que tuvo que dejar de lado sus habituales críticas hacia la oposición y el periodismo . En sus cercanías dicen que "salió encantado" de haber estado en Wall Street.

NUEVA YORK- El «viaje de negocios» del presidente Néstor Kirchner sólo puede sopesarse a la luz de los resultados futuros, ya que los presentes, los concretos, que se lleva a Buenos Aires, son escasos. Anuncios de inversiones sobre biocombustibles por parte del grupo Soros, diversificación de la producción de la eléctrica AES, que utilizará carbón para la generación de energía, con una inversión cercana a los 500 millones de dólares, la apertura de una docena de tiendas de Wal Mart -las primeras en abrirse desde el año 2000- y la promesa de duplicar la producción, en Santa Cruz, de la Occidental Petroleum y no mucho más.

Sin embargo, lo más importante fue, para el presidente, mostrar otra imagen que la que se le conoce a través de sus incursiones en el Conurbano, cuando usa la tribuna para denostar a la oposición o al periodismo.

Kirchner estuvo, por primera vez, en Wall Street, donde se dio el lujo de sacarse esta vez la foto para la que Carlos Menem -un hijo pródigo para los círculos financieros internacionales- no pudo posar, por razones tan mundanas como puede ser la de demorarse en el baño.

También el presidente fue muy aplaudido en el Consejo de las Américas, hasta donde se acercó a escucharlo el secretario para Asuntos Hemisféricos del Departamento de Estado, Thomas Shannon, aunque allí no pudo con su genio y le reclamó a los Estados Unidos que deje de «mirar con la nuca» a la región.

Se verá con el tiempo si el presidente logró convencer a su auditorio, compuesto por casi 300 hombres de empresa, pero lo que no puede negarse es que los apabulló de verdad con números consistentes de la macroeconomía, algo más habitual en un ministro que en un jefe de Estado.

Kirchner estuvo medido, pragmático, habló de Venezuela y el Mercosur, pero también de la seguridad jurídica y las «reglas claras» para el desarrollo de los negocios. Nunca abandonó su retórica anti FMI, defendió la «heterodoxia» económica e intentó seducir a los inversores. «Al presidente le encantó haber estado en Wall Street», comentó una fuente autorizada de la delegación: en suma, lo que se dice un perfecto setentista de los años 2000.

En la Bolsa, Kirchner fue recibido, según todas las evidencias, como uno más de la casa y ese fue, a la postre, el dato más importante de la gira de seis días a esta ciudad, mucho más que el discurso ante la Asamblea de la ONU, donde no se salió de libreto ni tampoco despertó mayor expectativa entre sus pares, delegados o periodistas.

Un dato político también de trascendencia resultó la foto con Romano Prodi, el primer ministro italiano a quien Kirchner fue el primer presidente en felicitar, cuando Silvio Berlusconi aun se resistía a reconocer la derrota.

El «relanzamiento» de relaciones -congeladas durante toda la era del «cavallieri»- marca una nueva etapa, con un agregado: fue Kirchner el que recibió a su interlocutor y hasta le marcó la cancha cuando le dijo que el de los bonistas es «un tema terminado para la Argentina».

Prodi cumplió con su obligación, que era la de reclamar por los intereses de los ahorristas de su país y luego se restableció la «buena sintonía» entre ambos.

El presidente también tuvo sus gestos para con el Mercosur: recibió a Lula, acordó con el paraguayo Duarte Frutos un mecanismo todavía incierto que llevaría a un canje de deuda por energía, en torno a Yacyretá y, lo dicho, defendió a su amigo Chávez, incluso ante los poderosos hombres de negocios que, como se los recordó el mismo Kirchner, «se ponen nerviosos» cuando oyen mencionar su nombre.

El encuentro más ríspido, que llevaron adelante el canciller Taiana y la primera dama, sucedió con la comunidad judía, donde se pusieron de manifiesto las «diferencias» en torno de diversos temas locales e internacionales.

Esta cuestión era algo esperado luego del entredicho por los recientes sucesos que la DAIA no dudó en calificar de «brote antisemita», negado y vuelto a negar desde el gobierno. (DyN)


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