La educación, en el centro de todo

La psicopedagoga Laura Collavini elige un cuento tradicional infantil para dar cuenta de lo importante que es la formación en el proceso vital de cada persona.

Educarse, formarse, capacitarse, aprender, accionar, evolucionar, mirar diferente, parecido, abrir mentes, puertas, derruir muros, abrir alas, sonreír, juntarse, elegir estar solo. Todas estas imágenes están asociadas a la educación. No hay posibilidades de crecer si no es educándose.


En un mundo en constante cambio no hay tiempo para distracciones. Pero no me refiero a la acción de correr todo el día tras una zanahoria que se aleja, a ser esclavos del consumo y las exigencias de moda. Todo lo contrario. Hablo de no distracción teniendo conciencia de que vivimos en un mundo en el cual para desarrollarnos es necesario saber por dónde va, cuáles son los movimientos en diversas áreas. Todo eso teniendo teniéndonos como eje a cada uno de nosotros, vinculándonos desde ahí.

Esas herramientas las brinda la educación. En casa, en la escuela, en las calles, en el barrio, en el club. Todo es educación, desarrollo, aprendizaje. La calidad de educación es aquello que invito hoy a mirar. En un día de elección. ¡Qué bella palabra! Elección: “Acción y efecto de elegir”. Implica que podemos decidir algo. Decidir es desde mi pensar, sentir, proyectar. Desde mi lugar, mi eje, mi propia mirada.

Cómo es la educación que hoy estamos brindando, cómo nos comunicamos entre nosotros, qué ejemplo brindamos. Qué hacemos cuando algo no nos gusta, cómo lo resolvemos. Qué reacción tenemos cuando sentimos que alguien nos falta el respeto. Cómo miramos al que consideramos diferente. Qué nos da miedo, qué nos da seguridad, qué estímulos podemos necesitar para hacer un cambio. Tantas y tantas preguntas por responder ante cada uno de nosotros. Solo desde esas respuestas podemos comenzar a elegir.

Esta construcción personal lleva tiempo. Pero puede transcurrir una eternidad sin lograrla si no nos dedicamos a encontrarnos, a saber, hacia dónde queremos ir. Somos seres integrales, sociales, concebidos así podemos avanzar. Caso contrario podemos deambular, hacer cosas, muchas, incluso construir ciudades o derribarlas solo con una sensación de placer, pero lejos de la plenitud.


Todo manifiesta que la época del egocentrismo pasó. Quedó fuera de contexto. Insuficiente. Atravesamos otro contexto histórico.

No nos representan los mismos ideales que hace 50 años. No somos las mismas personas que nuestros abuelos. La tierra no es la misma. Los chicos no son lo mismo. Es tiempo de mirarse en el espejo. ¿Se acuerdan del cuento de “Blancanieves”? En esta historia había una chica hermosa y huérfana y una malvada mujer que competía con la niña y quería ser la más bella del reino. Mirándose al espejo decía”. Espejito, espejito. ¿Quién es la más bella del reino? Y el espejito respondía: “Tú, reina”. Cuenta la historia que la niña del cuento creció y finalmente un día, ante la misma pregunta el espejo respondió: “Blancanieves es la más bella”.

¿Cuántos problemas y furia se habría evitado esa señora si hubiese aceptado el paso del tiempo? Esta malvada mujer del cuento que quería matar a la adolescente por su belleza, claramente no se miraba al espejo. Miraba a lo que ella quería transmitir. No podía mirar a su persona. Solo la imagen.

Si se hubiese dado el permiso de mirarse tal vez se hubiese convertido en una señora sabia y bella y nuestra Blancanieves no hubiese huido con 7 hombres que la hicieron cocinar y lavar a cambio de protección…


Todo esto también es educación. Consiste en recibir información y asimilarla para saber qué quiero hacer con ella. Cómo me alimenta, cómo me transforma. Si la malvada del cuento hubiese recibido la información “estando consciente de sí”, podría haber ayudado a Blancanieves para que transcurran sus días agradables. Podrían haber ido de compras juntas, podrían haber formado parte de un vínculo intenso y amoroso. Pero eligió matarla. Fue su decisión. El egoísmo y no poder mirarse la llevó a la desesperación, casi asesina.

¿Qué miramos cuando abrimos los ojos? ¿Qué interpretación le damos a cada instante?

Todo esto lo hacemos desde nuestra educación y es ejercer política. No una política partidaria. La política de nuestra vida. La que nos pertenece desde que dimos el primer respiro, hasta que demos el último. En soledad, cada uno de nosotros. Como en la claridad del cuarto oscuro.

Por Laura Collavini, Psicopedagoga, Cipolletti.-


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