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La emergencia hídrica no es un capricho

El llamado de atención es severo. Y estamos recién comenzando agosto. Las bajantes de los ríos y represas de la región anticipan una primavera y un verano complicados con el agua, a tal punto que nadie se atreve a decir para qué y para cuántos podría alcanzar.

El problema ya está en los ríos y empezó a trasladarse a las ciudades del Valle. Cipolletti dijo esta semana que una de las tres bombas de captación debió paralizarse por el escaso caudal del río Negro. Y es solo el comienzo de un tiempo de restricciones que en algún momento parecía ilimitado. Pero sin nieve y sin lluvias suficientes, la primavera nos encuentra con un caudal pobrísimo.

En el lado neuquino, Rincón de los Sauces tuvo que improvisar una represa para no dejar sin agua a sus vecinos. Son nada menos que señales de lo compleja que es la situación.

La declaración de emergencia hídrica no es una casualidad ni un capricho. No hay agua suficiente para la producción, para abastecer a la población y para otros usos sumamente necesarios y si no llueve o se registran nevadas en lo que queda del invierno o primavera, tampoco habrá garantías para los próximos meses. No hay más opción que cuidar el recurso que queda, racionalizar del primero al último de los pobladores y optimizar las conexiones para que no falte. Pero es el Estado quien debe liderar con su empresa de agua este cuidado y además reducir al mínimo las pérdidas callejeras.

El gobierno rionegrino puso en dudas también la provisión de agua para las chacras, aunque claro está que no será tan fácil decir a la producción que las plantas recibirán solo una parte del agua que necesitan. El ciclo biológico es lo que es y no se puede garantizar que con menos agua produzcan igual.

El debate recién comienza y aunque llegue la nieve y también la lluvia, será necesario cuidar el recurso, porque ningún fenómeno climático alcanzará para que los ríos y represas vuelvan a sus niveles históricos.


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