La estrategia de Macri: entre la polarización y la maniobra

Mirando al sur

El año político se abrió vertiginosamente marcado por dos factores efervescentes: movilización social y campaña electoral.

Sin resultados tangibles en la economía y con golpes inesperados –aunque predecibles– al centro de gravedad de su discurso (la transparencia), a la coalición Cambiemos no le alcanza el tiempo y le sobran los problemas para encarar la contienda que será decisiva para su gobernabilidad.

Confirmando esta suma de debilidades, la conducción estratégica en manos del Pro optó por una vía que combina dos elementos: polarización y maniobra.

La polarización política con el kirchnerismo “duro” y especialmente con la expresidenta Cristina Fernández quedó plasmada en el discurso del presidente Mauricio Macri ante la Asamblea Legislativa que dio el puntapié inicial de la campaña electoral.

La maniobra consiste en dividir las fuerzas ajenas ante la evidente ausencia de fuerza propia. Esto significa concretamente fragmentar aún más al disperso peronismo de la provincia de Buenos Aires, territorio que es madre y padre de todas las batallas, y en cuyo mapa se leerán la victoria o la derrota de octubre próximo. Los guarismos de los otros 23 distritos orbitarán alrededor del planeta bonaerense.

Tres protagonistas son funcionales a este movimiento y ocupan distintas jerarquías en el universo del peronismo.

Uno viene trabajando tempranamente en el armado de un peronismo Pro en la provincia de Buenos Aires y no es lo que se dice un fiel representante de la “nueva política”: Eduardo Duhalde. Desde finales del año pasado, el caudillo de Lomas de Zamora junta “renovadores” como Jesús Cariglino (exintendente de Malvinas Argentinas), Mario Ishii (José C. Paz) y otros de similar antigüedad y menor envergadura.

Otro actor que entró en escena y comenzó a levantar la cabeza dentro de la interna del Frente Para la Victoria es Florencio Randazzo, en dupla con Julián Domínguez.

El virtual lanzamiento se produjo luego de que el exministro de Transporte del kirchnerismo haya visitado al papa Francisco, días antes de que María Eugenia Vidal también pasara por Roma.

Justamente, el residente de Santa Marta es el tercer actor de esta película. Si cuando fue encumbrado como papa muchos creyeron que jugaría el rol de conducción estratégica del movimiento, como Perón en Puerta de Hierro, la realidad es que vela por la estabilidad de todo el régimen político. Del “cuiden a Cristina” a “garanticen la gobernabilidad de Mauricio”.

Un hilo negro une el pensamiento de Duhalde y el de Jorge Mario Bergoglio: una eventual derrota de Macri en las elecciones de medio término lo dejaría –como afirmó Beatriz Sarlo– “de salida”. La preocupación del máximo líder de la Iglesia católica y del experimentado dirigente peronista reside en los peligros que implicaría para el orden social un resultado electoral de esa naturaleza. Dejaría planteado un equilibrio excesivamente inestable para una Argentina demasiado contenciosa. Como afirma el periodista Ignacio Zuleta: “A Bergoglio le inquieta, desde el final del gobierno kirchnerista, la suerte del sucesor en el control de la calle”.

Las coincidencias estratégicas a mediano y largo plazo de estos dos representantes del “partido del orden” aportan a las necesidades inmediatas y meramente tácticas de Macri y Cambiemos. Parecen advertir al peronismo en todas sus vertientes: por el bien de la nación, eviten la irresponsabilidad estratégica de ganar.

Estos quirúrgicos reparos hablan de la fragilidad del sistema de partidos tradicionales en la Argentina: si una derrota electoral en comicios de medio término pone en riesgo toda la arquitectura de la gobernabilidad, quiere decir que el anclaje de la reconstrucción política pos-2001 es de una miseria espantosa.

Pero la orientación de polarización y maniobra elegida por el oficialismo contiene no pocos problemas, varios obstáculos y unos cuantos peligros.

La politóloga María Esperanza Casullo afirmó en Twitter: “El macrismo hoy combina un discurso polarizante con una práctica desmovilizante. Es algo nuevo.”

Efectivamente, sin capacidad de control de la calle, en una especie de kirchnerismo invertido. Macri apostó al agite polarizador –con desbordes emocionales incluidos–, pero con la carencia absoluta de capacidad de movilización.

Los primeros días de marzo dejaron postales contundentes de acciones masivas con distintas tonalidades y perfiles que adversaron al gobierno en las calles (docentes, CGT y movimientos sociales, movimiento de mujeres).

La polarización furiosa cierra el ciclo corto de un oficialismo moderado y armónico que venía a bajar gradualmente el volumen de la voz presidencial. Las evocaciones efusivas al “populismo” como superabundancia de presente en desmedro del futuro y como agitación desde la cima del Estado restauran el perturbador monólogo donde el gobierno increpa a la sociedad por sus eternos males incurables.

Por su parte, la maniobra lo emparenta demasiado a “la vieja política”, a la que presuntamente estaba mandado a jubilar.

Sin potencia en la economía, sin densidad en el Congreso, sin capacidad de movilización o contención callejera, el riesgo en la nueva orientación política –como en el arte militar– es exigirle a la maniobra más de lo que la maniobra puede dar. Y descansar en una polarización que fue útil para ganar las elecciones, pero que es de dudoso efecto luego de más un año de gestión con deterioro en todos los índices económicos y sociales.

El combo de conjunto puede terminar de convertir al endeble “partido del balotaje” –que con la invalorable ayuda del kirchnerismo había logrado estructurar en lo electoral– en la secta del mero antikirchnerismo, cada vez más reducido núcleo duro.

La película del kirchnerismo tardío, pero en el sentido inverso, sin que el orden de los factores altere el producto.

*Periodista

La maniobra consiste en dividir fuerzas ajenas ante la evidente ausencia de fuerza propia. Concretamente, fragmentar aún más al peronismo bonaerense.

Sin potencia en la economía, sin densidad en el Congreso, sin capacidad de movilizar, el riesgo es convertir al “partido del balotaje” en una mera secta anti-K.

Datos

La maniobra consiste en dividir fuerzas ajenas ante la evidente ausencia de fuerza propia. Concretamente, fragmentar aún más al peronismo bonaerense.
Sin potencia en la economía, sin densidad en el Congreso, sin capacidad de movilizar, el riesgo es convertir al “partido del balotaje” en una mera secta anti-K.

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