La guardaparques barilochense que pasó 13 meses en la Antártida

Carina Rivas integró el primer equipo formado por mujeres de monitoreo de fauna en el continente más austral. Fue gracias a un convenio con Parques Nacionales que desde hace pocos años admite la presencia femenina en la base.

“Todo lo que uno imagina de la Antártida queda chico”. De esta forma, resumió la guardaparque barilochense Carina Rivas sus trece meses en la Antártida. Integró el primer equipo conformado por mujeres de monitoreo de fauna en el continente más austral.

Allá por el 2003, la mujer abandonó Bariloche para estudiar en la Escuela de Guardaparques de Córdoba. Pasó por el parque nacional Perito Moreno y en Monte León, en Santa Cruz. Desde hace cinco años, trabaja en el parque nacional Quebrada del Condorito, en el camino de “altas cumbres” que une Villa Carlos Paz con Mina Clavero.

Hace ya 30 años, la Dirección Nacional del Antártico firmó un convenio con la Administración de Parques Nacionales para que los guardaparques realicen los monitoreos de fauna. En diciembre del 2017, Carina cumplió su sueño y emprendió su viaje a la Antártida.

“Nosotros estamos capacitados en monitoreo y tenemos manejo de campo, en salidas, patrullas, uso de equipos y emergencias”, detalló Rivas.

“Recién en el 2017 aceptaron la participación de mujeres en la base. En la primera campaña, fue un guardaparque hombre con una mujer. En mi campaña, éramos dos mujeres. Fue un sueño cumplido”, se alegró Rivas,.

La guardaparque reconoció que la experiencia en lo laboral excedió las expectativas. “Si bien trabajamos en campo todo el tiempo, el ambiente es totalmente agreste, extremo y tenés que plasmar todo lo que aprendiste de la carrera de guardaparque. Todo el tiempo medís tu capacidad”, relató la mujer que partió del continente con 38 años y regresó con 40.

Recién en el 2017 aceptaron la participación de mujeres en la base. En mi campaña, éramos dos. Fue un sueño cumplido

Carina Rivas, trabaja hace cinco años en el Parque Quebrada del Condorito

“¿El clima fue lo más complejo de vivir en el lugar?”, preguntó Río Negro.

“El ambiente es hostil. Hay que planificar las salidas dependiendo del clima. Físicamente, hay que estar muy bien. Las caminatas son sobre nieve y cada tanto, hay que cruzar algún glaciar”, resaltó.

Carina, en medio del paisaje blanco, con una colega. Foto: gentileza

“Pero además –agregó– la base está en una isla. El espacio es acotado y tenés que aprender a convivir con personas que no conocías, adaptarte a normas de convivencia en un lugar chico del que no podés salir. En el invierno, se derrite la nieve para tener agua para la casa”.

Durante los 13 meses, convivieron 18 personas en la base, de los cuales 13 eran personal militar y 5 civiles (las guardaparques, una observadora meteorológica, una geomagnetista y un técnico encargado del sismógrafo).

La guardaparque no disimila el orgullo que le representó hacerse cargo del monitoreo de fauna en la Antártida. “Estos estudios tienen una gran importancia para el país y llevan 25, 30 años. Uno le está dando correlatividad a esos proyectos. Argentina está comprometida en monitoreos de fauna a nivel mundial”, planteó.

A nivel personal, describió Rivas, “implica trabajar con especies con las que no había trabajado nunca como mamíferos marinos. Si bien había trabajado con pingüinos, los de la Antártida no se ven en el continente. Pertenecen a otra especie”.


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