La jerga de la banda narco de Neuquén: «oficinas», «entradas» y «parientes»

De los audios rescatados por los investigadores surge que todos los miembros tenían apodos. También utilizaban palabras claves, pero fáciles de decodificar, para referirse a la actividad ilícita que desplegaban.

Cada organización utiliza un lenguaje propio para referirse a detalles del proceso o producto que desarrolla. Las bandas criminales también lo hacen, con una jerga que en general es fácil de decodificar. Resulta clave tenerla en cuenta para comprender sus movimientos.

La organización de policías retirados, en actividad y civiles que vendía cocaína en Neuquén, y que fue desbaratada el 3 de diciembre, utilizaba un rico vocabulario para referirse a la droga que comercializaba.

Así surge de los audios rescatados por los investigadores. Además, cada uno de los involucrados tenía un apodo, con el cual estaba registrado en los contactos telefónicos del resto de la banda.

El líder de la organización, de acuerdo con la pesquisa de los fiscales federales, era el policía neuquino exonerado Omar Andrés Asef, que utilizaba los apodos de «Turco», «Viejo» o «Gasper». Su mano derecha fue identificado como Braian Arón Catalán, alias «Míster O’Coner». Otra pieza importante es Yamil Andrés Asef, hijo de Omar, apodado «Rey».


Los parientes


Los cuatro policías que están detenidos y señalados como miembros de la banda también se identificaban por apodos.

El comisario Miguel Ángel Muñoz, jefe de la comisaría 18, figura en el expediente como «Taka» o «Takajara». El oficial principal Christian Damián Navarro, quien trabajaba en Antinarcóticos, se identificaba como «Sangre», «Tripa», «Cristian Bu» o «el compañero de Alta Barda».

Pablo Ángel García Saldías, también oficial principal del departamento Delitos, utilizaba los apodos de «Soldier» o «Van Damme». Y el sargento Gustavo Samuel Ortega era llamado por la banda «Colibrí».

A los cuatro policías, en conjunto, los demás miembros de la banda los llamaban «los parientes».

Captura de uno de los chat: «Soldier» García Saldías alerta sobre un allanamiento de la comisaría Segunda.

Cada vez que aludían a alguna de las viviendas en las que vendían droga, se referían como «la oficina». Las alquilaban con la firma de contratos temporales, utilizando documentos de identidad de personas que no está claro si sabían cuál sería su finalidad.

La droga era aludida con una amplia variedad de términos, la mayoría ya conocidos: “entradas”, “chacha”, “lotes”, “achicoria” o “pollo”.

Hay un audio, por ejemplo, en el cual uno de los individuos que está encargado de vender cocaína le avisa a su cómplice: “…nos quedamos sin entradas, quedan esas que están en la oficina, no más. Vamos a tirar como las cinco de la tarde nomás con eso, y nos quedamos sin entradas».


Filas de clientes en la vereda


Una de las viviendas utilizadas por la banda narco para vender cocaína era tan escandalosamente popular que durante el día se formaban filas de clientes en la vereda, a la vista de los vecinos, esperando turno para hacer su compra.

Según fuentes de la fiscalía que participaron de la investigación, la casa estaba ubicada en el pasaje Curripili, en el bajo de la ciudad, y fue una de las primeras “oficinas” de las que dispuso la organización que se le atribuye a Asef.

El inmueble fue objeto de una discreta vigilancia policial durante un tiempo en octubre de 2019, que permitió corroborar este fenómeno.

Según la observación, el método de atención era sencillo. El cliente llegaba hasta la ventana, que se encontraba cerrada, y golpeaba. Mantenía un breve diálogo con una persona que se encontraba en el interior, y por una pequeña hendija pasaba los billetes.

Instantes después, por la misma vía recibía un pequeño paquete que guardaba rápidamente, y se alejaba del lugar.


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