La pandemia impactó con más ansiedad y cambios en el sueño de los jóvenes

Con las restricciones para reducir la propagación del coronavirus, se cambiaron las rutinas. Grupos de adolescentes y jóvenes se vieron afectados por más pensamientos obsesivos, por el miedo a la muerte propia o de seres queridos, entre otras situaciones.

“Mi fórmula ha sido ayudar en un comedor comunitario para poder distraerme y no pensar en esta pandemia”, dice Ignacio, de 15 años. De acuerdo con una encuesta que hizo Unicef, desde el inicio de la pandemia el 27% de adolescentes y jóvenes entre 13 y 29 años reportó sentir ansiedad y 15% depresión. Para el 30%, la principal razón que influye en sus emociones actuales es la situación económica.

La encuesta se realizó con 8.444 adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años en nueve países y territorios de América Latina, incluyendo a la Argentina. El 46% reconoció que tenía menos motivación para realizar actividades que normalmente disfrutaba. El 43% de las mujeres encuestadas se sentía pesimista frente al futuro frente a 31% de los hombres participantes.

La pandemia y los diferentes niveles de restricciones como medidas de prevención para evitar la propagación del coronavirus han cambiado la vida de las personas, pero la salud mental de jóvenes y adolescentes fue afectada. “Si se dejan de lado las consecuencias médicas de la pandemia, los chicos y adolescentes son sin lugar a dudas la población más vulnerada. Son quienes menos recursos tienen para lidiar con las situaciones de encierro”, afirmó el psicólogo Ariel Torres, especialista en salud mental de niños y adolescentes en Bariloche en diálogo con Río Negro.

Torres advirtió que en la adolescencia resulta complejo diferenciar “un estado anímico patológico de uno esperable porque un adolescente está en un constante vaivén emocional. Es una línea muy fina”. Por eso, recomendó tanto a los adultos como a los adolescentes “hay que estar atento a los estados emocionales”.

Hay jóvenes que logran verbalizar lo que les pasa, pero muchos otros no pueden hacerlo. Por eso, “la familia debe estar especialmente atenta a los desbordes emocionales o cambios de rutina para identificar conductas poco saludables durante el encierro”.

Torres contó que con otros colegas han coincidido en la mayor detección de estados anímicos depresivos, cuadros de ansiedad, estrés y la aparición de pensamientos obsesivos entre los adolescentes. Destacó que a nivel social “aparecieron situaciones conflictivas en las dinámicas familiares. Durante la pandemia se generaron conflictos a nivel intrafamiliar”, afirmó. Y se generaron desajustes especialmente en la alimentación y el sueño “a niveles preocupantes”.

También Torres aclaró que “muchos adolescentes se quedan hasta tarde con dispositivos tecnológicos. Como consecuencia, se despierten más tarde al día siguiente, y desarrollan una rutina poco saludable”. Esa postergación del horario para ir a dormir genera cambios en la conducta alimentaria.

“En una dinámica familiar, el chico come a las 21 o 22 horas, pero pasa a tener su próxima comida a las 14 horas si se despierta al mediodía. Entonces, pasa 16 horas sin comer”. Otro cambio negativo es que reducen o no realizan actividades físicas.

“La alimentación, el sueño y la actividad física son tres pilares para que nuestro cerebro funcione de manera adecuada. En la pandemia, los tres se vieron seriamente afectados”, expresó Torres. En algunas personas se han agravado cuestiones más sintomáticas . En otros, en cambio, llegan ya con el problema y desbordados por la situación de la pandemia y su impacto. Agregó que muchos jóvenes tienen “pensamientos obsesivos, con ideas que no saben cómo manejar”.

En la adolescencia, “el aspecto social es prioritario para el desarrollo de la identidad. Eso sucede en el contexto de grupo”. De todos modos, aclaró que “lo que hace el estado de encierro es potenciar los estados de los chicos y adolescentes. Estos estados ya forman parte de las características de cada persona con su historia y su entorno. No es que la pandemia genere cosas nuevas sino que las potencia. Lo que sucede es que se potencian estados afectivos devenidos en trastornos y en algunos casos, se requiere medicación y tratamientos farmacológicos”.

En tanto, el licenciado en Psicología Javier Rodríguez, que brinda su atención en Neuquén. “El año pasado se decía que los jóvenes se sentían más abúlicos, sin tanta energía, con agotamiento y con mucha dificultad para organizar el tiempo. Y volver a tomar la presencialidad y el encuentro con otros lo toman con muchas ganas . A otros les resulta más difícil. Pero con cierto disfrute en general de lo que tiene que ver con volver a salir, encontrarse con sus amigos, y con ciertas preocupaciones de lo que pasará a fin de año, y los que están en quinto o sexto si va a haber viajes de egresados o no, o fiestas de egresados o no”. Se observó que hubo personas a quienes les “costó mantener la virtualidad”, una modalidad obligada ante la suspensión de la presencialidad en las aulas y también en los vínculos sociales al comienzo de la emergencia sanitaria. En las consultas se advierte que hay “cierta dificultad de volver a restituir vínculos y de volver a algunos espacios”.

Ademas, Rodríguez señaló que el Covid-19 quitó cierto velo en relación con la muerte propia o de seres queridos. “En algunos pacientes aparecieron miedos en relación en relación a la posibilidad de enfrentar el fin de la vida”, comentó.

Para algunos adolescentes y jóvenes fue difícil sostener la virtualidad frente a la necesidad del encuentro cara a cara real. “Más allá de que la virtualidad abre muchas puertas, pero está la necesidad del encuentro con el otro, de la presencialidad, que es necesario y constitutivo a la vez”, afirmó .

Durante la adolescencia, el encuentro con pares es clave porque impacta en la conformación de la identidad. Pero algunas chicas y chicos tuvieron que abandonar actividades que les generan placer, como ir a un club. Se tendría que considerar cómo la necesidad del encuentro “podría canalizarse o reencontrarse de alguna forma”.7

Restricciones. Hubo distanciamiento con pares y familias

El 46% de los jóvenes y los adolescentes que participaron en encuesta de Unicef reconoció que tenía menos motivación para realizar actividades que antes disfrutaba.




Durante la adolescencia, las personas necesitan para separarse de su grupo familiar y acercarse al grupo de pares, las chicos y las chicas de su misma edad. Durante la pandemia, el aislamiento con diferentes niveles de restricciones en el movimiento en las ciudades condujo a que los adolescentes y los jóvenes experimentaran situaciones contradictorias, de acuerdo con Felisa Lambersky de Widder, médica pediatra, psicoanalista, y miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

“Hay chicos que se han aislado más de la familia, pero también se han distanciado del grupo de amigos. Esto ocurrió por el temor no tanto a su propio contagio sino al de sus familiares en especialmente los adultos mayores”, señaló la doctora.

“Si bien en ciertos espacios sociales la comunicación es por juegos en red, para otros que no cuentan con esta posibilidad la cuestión se agrava. Tal vez las fiestas, la terminación del secundario en algunos, el fin del periodo lectivo de las clases virtuales, el hartazgo del encierro, en otros, la carencia de los rituales de cambios de etapas, entre otras situaciones, han llevado a una salida explosiva que condujo a desmentir el peligro de la infección por el coronavirus y a realizar reuniones sociales.

La desmentida de los riesgos es una característica común en los adolescentes que a veces los lleva a la omnipotencia y a la negación de la realidad adversa.

“Pero el costo de las fiestas clandestinas que abarca también a jóvenes y adultos parece ser alto también”, subrayó.
Las reuniones en espacios cerrados aumentan el riesgo de contagio ya que las personas pueden estar infectadas de manera asintomáticas y contagiar a otras que están en el mismo ambiente.

Para transitar la pandemia y las restricciones, Lambersky de Widder recomendó a los adultos que fomenten “la conversación y explicaciones en familia para poner sobre la mesa el riesgo que corremos si se desafían las normas”. Hay que hacer énfasis en la prevención, dialogar, explicar, enseñar, y sobre todo mostrar los cuidados al dar el ejemplo.

Informe: Lorena Roncarolo y Gabriel Dal Piva


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