La primera línea: ¿cómo es vivir con el riesgo de contagio?

No son personal de salud, pero su labor es esencial. Una repositora, un policía y un chofer de colectivos le contaron a Río Negro cómo se sienten trabajando.

El 20 de marzo se decretó en el país el aislamiento social, preventivo y obligatorio, que prohíbe circular normalmente y exige que todos se queden en sus casas.

Claro que el decreto previó excepciones, entre ellas las del personal de salud.

Ellos sí deben salir de sus casas para atender la crisis de salud que genera la pandemia.

Se exponen al contagio, sí; pero son los más preparados para prevenirlo, y tienen los conocimientos para hacerlo. Su carrera siempre los enfrenta a un riesgo similar.

Pero también hay muchas otras excepciones, de trabajadores cuyo trabajo es considerado “esencial” para el mínimo funcionamiento del país.

Algunos de ellos, por las características de su labor, se encuentran más “resguardados” del contacto social.

Otros, tienen que estar en contacto constante con gente, y por ende, más expuestos al contagio del coronavirus, sin tener, tal vez, grandes conocimientos de cómo evitarlo.

Los trabajadores de los supermercados, los colectiveros y los policías, son algunos de los que forman parte de esa famosa “primera línea”.
Río Negro, habló con Gabriel, Miriam y Walter, tres de ellos, para conocer cómo se convive con el riesgo de contagio, en primera persona.
Vos que podés respetar la cuarentena, que no tenés que salir, #QuedateEnCasa.

Cuando se tiene que trabajar entre el miedo y la incertidumbre

“Se vive con un poco de incertidumbre y miedo porque estamos todo el tiempo con gente, y hay gente que va al supermercado a pasear, no tienen conciencia”, contó Miriam Alvarado. Ella trabaja como repositora de uno de los hipermercados.
Tiene 50 años y hace 30 que realiza el trabajo de reposición. Pero hoy, si pudiera elegir, preferiría no ser parte de los servicios esenciales para quedarse en la seguridad de su casa.
Sin embargo, día tras día, Miriam recorre tres kilómetros en su auto para asegurar que los productos estén en las góndolas del supermercado en el que trabaja.
Los supermercados son unos de los pocos comercios que se encuentran habilitados para funcionar. En Neuquén abren sus puertas de 9 a 19 y limitan el acceso masivo de personas para poder garantizar que se cumpla la distancia mínima.
En ellos, continuamente, se ven largas colas. Es que muchos temen por el desabastecimiento y acuden constantemente, otros aprovechan para “tomar aire” sin violar las normas establecidas por la cuarentena, y algunos otros van porque realmente necesitan adquirir productos.
Hace dos semanas, el gobernador Omar Gutiérrez prohibió totalmente la circulación los domingos en toda la provincia y por ende decretó también la prohibición de apertura de los comercios. Los sábados, en consecuencia, los supermercados se abarrotan de gente.
Visto “desde adentro” esa situación, sin duda, genera temor. Es que el contacto social se profundiza.
“Como se cerraba el domingo, la gente se desesperó por salir a comprar el sábado, cuando se abrió a la mañana entró un malón de gente, yo puedo hacer trabajo en el depósito así que me fui a un lugar más tranquilo, para no tener contacto con tanta gente”, recordó Miriam sobre el sábado previo a ese domingo de circulación cero.
La pandemia del coronavirus desestabiliza las estructuras y rutinas de todos. Su caso, no es la excepción. Es que aunque sigue trabajando y cumpliendo con horarios determinados, la rutina diaria cambió.
“Cuesta a nivel laboral porque uno está trabajando con miedo y a nivel familiar porque uno no puede hacer las mismas rutinas”, confió Miriam.
Es que antes de empezar su día fuera del trabajo, ella tiene que desvestirse, lavar la ropa y bañarse. “Es todo un protocolo antes de entrar a tu casa. Yo voy a trabajar de 6 a 2 de la tarde. Llego a mi casa, me saco la ropa y los zapatos afuera de mi casa, me baño y después de todo eso recién me siento a la mesa”, narró sobre las acciones a las que aún no termina de acostumbrarse.
“Por ahí se hace angustiante, uno lo lleva todos los días, pero hay momentos en que te tira un poco. Te da tristeza y angustia, porque uno tiene que vivir de otra manera.”, se sinceró ella, una de las tantas trabajadoras de esa “primera línea” que tiene que exponerse, aunque preferiría estar en su casa.

“Estamos en una situación riesgosa y la gente no lo toma así. Van a ver cosas que no son tan necesarias, como ropa y cosas así. Falta un poco de conciencia”,

subrayó la trabajadora de uno de los grandes hipermercados.

Convivir a diario con el miedo al contagio permanente

El transporte público es uno de los servicios esenciales. Los colectivos son fundamentales para trasladar a esos trabajadores que tienen que seguir en funciones. Con frecuencias algo reducidas y sólo con personas sentadas, los grandes vehículos amarillos siguen recorriendo las calles de Neuquén.
Por ellos pasan unas cuantas personas por día. A simple vista se puede, tal vez, conocer cuáles son las medidas de protección que toman, pero es imposible conocer su estado de salud o con cuántas personas estuvieron en contacto previamente.
Las manos, se sabe, son la principal arma de transmisión del virus. En un colectivo, una persona toca, seguro, algunas barandas y asientos. El riesgo de contagio para quien permanece allí por algunas horas es alto.
Walter Loncoman hace 10 años que trabaja como chofer de colectivos. Hoy es uno de los que está al frente del ramal 14, uno de los que conecta el oeste y el bajo de la ciudad. A pesar de las medidas de protección que toma a diario, él asegura que vive con miedo. “Para mí se vive con miedo, tomamos más costumbre de lavarnos las manos, pero te da miedo tocar todo, cualquier cosa que toco del colectivo, lo primero que hago es agarrar el alcohol en gel y pasarme por las manos”, contó.
Hace unos días, como medida de prevención ante la pandemia la empresa implementó unas cortinas de nylon que aíslan a los choferes del tránsito de la gente. Eso le otorgó a él, un poco más de seguridad. Pero el miedo al contagio, es una sensación siempre latente, y que, por momentos deriva en bronca al ver gente que no es consciente de la gravedad de la situación.
Me da mucha bronca la gente que nosotros vemos que sale a joder, de eso se ve mucho, todos los días, salen de a dos de a tres, en familia, se acostumbran a que como la policía no sube a controlar arriba de los colectivos pasan todos los controles. Si llegan a estar contagiados, me da miedo de llegar a casa y que le pase algo a mi hija, que es chica”, confió Walter.
Claro que en el fondo, sabe –o supone– que todo va a estar bien. Él hace todo lo posible para que así sea. “Cuando llego a mi casa entro por atrás, me saco toda la ropa, queda todo afuera. Después entro, me baño y después si saludo. Después de todo eso, a la ropa que está afuera la pongo en el lavarropas”, contó sobre la rutina diaria al volver a casa y así mantener la salud en su hogar.
“La gente no toma muchos recaudos, ni el tema de la distancia, ni nada”, agregó el chofer sobre lo que ve a diario y que claramente no le gustaría ver más en la calle.

“Es bastante complicado y causa miedo. Si yo contraigo la enfermedad estoy en contacto con un montón de gente”,

aseguró el sargento primero Delgado, sobre su mayor temor.

Con la responsabilidad de cuidarse y cuidar a los demás

La policía es uno de los órganos de control del aislamiento social, preventivo y obligatorio dispuesto por el gobierno nacional. Ellos son, entre otras cosas, los encargados de controlar que quien circule por la ciudad esté habilitado a hacerlo, y así evitar que haya gente que circule – y potencialmente traslade el virus– innecesariamente.
Gabriel Delgado es el jefe de calle de la dirección de Tránsito de la Policía de Neuquén. Su división es la que realiza los controles en la calle a quienes circulan en automóvil. Son, entonces, trabajadores que constantemente están expuestos y en contacto con gente. “No sólo para controlarla, sino también informándola”, aclaró el sargento primero en diálogo con este medio.
“Yo estoy en tránsito y nuestra tarea es controlar el tema de seguridad, documentación y hacer cumplir la ley. Ahora estamos más que nada enfocados a lo que es la pandemia y el trabajo es otro, tenemos otro tipo de relación con la gente”, contó él sobre su rol en medio de la prevención del coronavirus.
Los policías en su carrera se preparan para situaciones complicadas, pero una pandemia mundial es algo nuevo para todos. El miedo y la incertidumbre son sensaciones compartidas por todos quienes tienen que dejar su casa para trabajar en medio de la cuarentena obligatoria.
“Es una mezcla de miedo con incertidumbre, porque uno no sabe cuando está hablando con una persona si tiene el virus o no, o por ahí el riesgo de tocar algo. Es bastante complicado y causa miedo e incertidumbre, no sólo por el hecho de poder contagiarme yo, sino que si yo contraigo la enfermedad estoy en contacto con un montón de gente a la que le puedo transmitir el virus, a la gente con la que estoy en contacto en la calle, a mis compañeros, a la familia. Da más miedo contagiar a más gente que contagiarse uno”, confió Delgado, uno de los tantos policías que a diario controlan las calles neuquinas.
De todas formas, si se tratara de una elección, Gabriel seguiría uniformándose y calzándose los borceguíes para cumplir con su tarea, tal como lo hace ahora. “A mi familia no les gusta mucho que esté trabajando pero es la función que nos toca cumplir a nosotros, como a muchas otras personas que son parte de la sociedad. Yo elegiría trabajar porque es la función que me toca a mí, todos formamos parte de la sociedad, y a mí me toca hacer esto, así que hay que hacerlo”, cerró el sargento primero.


El 20 de marzo se decretó en el país el aislamiento social, preventivo y obligatorio, que prohíbe circular normalmente y exige que todos se queden en sus casas.

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