La proscripción independiente
Una vez más, quienes tienen la posibilidad de ser candidatos se promocionan a pura propaganda sin establecer compromisos concretos y, a falta de programas de gobierno, ofertan frases emotivas. Hace años que proceden de esta manera, sin aprovechar la oportunidad electoral para elaborar propuestas reales. Ellos son los candidatos de los «partidos» (léase: divididos, fragmentados) y su ocupación no es el progreso de la sociedad sino preservar el antiguo ritual de la lucha de facciones llamándolo engañosamente… democracia.
Algunos lograrán ser elegidos. Pero las cuestiones verdaderamente importantes continuarán sin ser resueltas en el nuevo período, porque la lógica electoral de los políticos profesionales no apunta a discernir y comprometer un programa de gobierno eficaz sino a establecerse como jefes.
Hace años que pido que se eliminen los impedimentos a las candidaturas cívicas y nuevamente deseo expresar los motivos por los que considero que estas elecciones son indignas de una verdadera democracia, pues se impide la participación de los ciudadanos sin partido. Aunque haya varias propuestas políticas, son elecciones únicamente «de partidos». Partidocracia.
Quienes no adherimos a partidos políticos también existimos. Nos reconocemos en el amor a la libertad de pensamiento y opinión y en el rechazo a las disciplinas partidarias o votos de lealtad a los caudillos. Nos reconocemos en la búsqueda de la verdad a partir de la íntima convicción propia, sin aturdirnos con dogmas o doctrinas. Nos reconocemos en la exploración del amplio campo de las ideas vivas, que no han sido formateadas por las ideologías establecidas.
Y, por el hecho de ser ciudadanos, también deberíamos tener derecho a expresarnos electoralmente y a que en caso de que obtengamos suficientes votos, alguien como nosotros (elegido por nuestros valores) nos represente. A fin de cuentas no hay nada malo en que el electorado argentino pueda tener también esa opción de candidatos cívicos, tal como la hay en más de setenta naciones del mundo y, sin ir más lejos, en nuestro vecino Chile.
La Constitución establece que para ser candidato a un cargo de gobierno existen requisitos como edad y residencia y que cualquier ciudadano que los satisfaga está en condiciones de ser candidato.
Pero, a través de leyes electorales tendenciosas hechas a la medida de los políticos profesionales, el derecho a presentar candidaturas lo reservan para sí los partidos, en forma excluyente de otras posibilidades de presentación de candidaturas por fuera de ellos. De modo que el electorado carece de la posibilidad de votar por alguien que «no sea un político». Y de esta manera sólo llegan al poder los bloques políticos que actúan principalmente en función de su parcialidad y se apartan de ejercer su función primordial de representantes de la sociedad.
A pesar de nuestro rechazo al partidismo, ningún independiente apoya la prohibición de los partidos políticos, como alguna vez hicieron las dictaduras. Entonces, ¿por qué los partidos se empeñan en mantener la prohibición de las candidaturas independientes?. ¿Acaso no aceptan que hay miles de personas que prefieren votar por otro tipo de representante-que-no-sea-militante? ¿Por qué nos imponen la disyuntiva de votar en blanco o apoyar sin convicción a candidatos partidarios? ¿Acaso no sería mejor para la democracia que el nuestro fuera un voto positivo que sirviera para incorporar a la República otros puntos de vista?
En nuestro país los partidos se las han ingeniado para obtener privilegios típicos de la nobleza y hasta se han auto-declarado «instituciones fundamentales de la democracia» en la reforma constitucional del Pacto de Olivos, relegando otras valiosas instituciones.
El sistema electoral argentino no siempre fue así. Hace muchos años, los partidos políticos también existían, a veces como apoyatura a personalidades (pongamos como ejemplo a Mitre) y otras como centros de discusión y formación política (pongamos como ejemplo la Unión Cívica o el Partido Socialista), mas la capacidad de ejercer la candidatura era derecho del propio ciudadano, nunca era atributo de la agrupación. Los años de degradación institucional han sido los que han producido estas regulaciones antidemocráticas.
La base de la actual legislación partidista proviene de Mor Roig, miembro del partido radical y colaborador de la dictadura de Lanusse, quien redactó el Estatuto de los Partidos Políticos (ley 19.102) e incorporó el principio de la exclusividad de los partidos para proponer candidatos. Desde entonces la idea es que únicamente ellos pueden presentar candidatos y, las pocas veces que se propusieron proyectos de ley destinados a habilitar las candidaturas no partidarias, éstos fueron ignorados por los legisladores… partidarios .
Cabe aquí exponer las ventajas de restaurar la vigencia del derecho político del ciudadano para:
» Que en la democracia argentina el elector independiente también tenga posibilidad de elegir a alguien independiente que lo represente.
» Que el ciudadano que no participa en partidos no sea marginado y tenga derecho a presentar propuestas de gobierno derivadas del sentido común y de criterios prácticos.
» Que por participación de candidatos sin ataduras políticas y más cercanos al fraternal consejo del filósofo español Ortega y Gasset de «argentinos… a las cosas», en las campañas electorales se enfoquen mejor los temas fundamentales y no todo sea charlatanería política insustancial, rivalidad y marketing como ahora.
» Que ante la participación electoral de candidatos cívicos de elevados principios morales e idoneidad, sean los propios partidos los que, por supervivencia, refinen los criterios de selección de sus candidatos y presenten mejores listas que las que hoy ofrecen.
» Que, al incorporar una presencia no partidista, los organismos legislativos se enfoquen a su verdadera función de poder independiente del gobierno y dejen de ser un cuerpo de mandaderos de sus parcialidades conforme a las necesidades de «la política».
» Que, a partir de la inserción de protagonistas por fuera de ideologismos que tienden a sustituir la lógica y la verdad, el ámbito de la política se vea enriquecido con nuevos puntos de vista más propios del siglo XXI y con menor raigambre histórica.
Son múltiples los beneficios de la participación electoral de ciudadanos independientes y, por lo tanto, una vez más, con la convicción de que el cambio es posible, reclamo en defensa de nuestros derechos políticos y propongo que nuestra proscripción sea levantada.
GUILLERMO LOPEZ CHAMADOIRA (*)
Especial para «Río Negro»
(*) Ingeniero
glopezch@hotmail.com
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