La soja y el FMI garantizan al Gobierno pax cambiaria hasta las elecciones

Con el valor de los granos en sus máximos ingresarán a las arcas fiscales este año unos 8.000 millones de dólares adicionales por las retenciones. El corto plazo (hasta fin de año) estaría blindado. La incertidumbre, como siempre, está puesta en el mediano plazo.

Menor cosecha en Estados Unidos y Brasil impulsó el precio de la oleaginosa en el mercado internacional.

“El yuyo es kirchneristas…¿te cabe alguna duda?”, ironizó un importante referente del Gobierno Nacional al ser consultado por este medio sobre el salto que tuvo la oleaginosa en estos últimos meses.

La evolución que tuvo su cotización en los mercados internacionales argumenta el optimismo del oficialismo. Los tres picos de precios que presenta en el tiempo la oleaginosa fueron en gobiernos peronistas.

El buen momento que están pasando los commodities en los mercados internacionales se refleja en forma directa en la recaudación nacional a través, fundamentalmente, de las retenciones sobre las exportaciones.  

Esta semana la soja perforó los 600 dólares la tonelada en Chicago -mercado referencia para el sector- mostrando así su nivel más alto desde septiembre de 2012. El otro récord de precios se registró en 2008 cuando la oleaginosa superó los 610 dólares, valor que llevó al Gobierno de la administración de Cristina Fernández de Kirchner a enfrentarse con el campo por las famosas retenciones móviles (Resolución 125) que llevaba el tributo del 35% hasta un máximo del 49% según los valores del grano. En la actualidad, las retenciones están al 33% y desde sectores del oficialismo no descartan elevarlas al 35% con estos buenos precios que se logran en las plazas financieras.

Sin embargo, hay que dejar en claro que los productores hoy, si quieren hacerse de las divisas, están percibiendo solo poco más de 220 dólares por tonelada teniendo en cuenta las retenciones y los valores del dólar oficial que le abonan. Es decir, por cada 100 dólares billete que exportan reciben 36 dólares físicos.

El Gobierno -con mayoría kirchnerista- vuelve a capitalizar los beneficios de los valores que registra la soja y el resto de los commodities en los mercados internacionales.

La consultora Invecq destacó en uno de sus últimos informes que la suba del precio de la soja que, junto a la del maíz y el trigo, hizo que, en los primeros cuatro meses del año, la liquidación de dólares por parte del campo fuera la más alta de la historia: se duplicó con relación al mismo período del año pasado y se incrementó por un equivalente a 3.110 millones de dólares en comparación con el promedio de la última década. Según la consultora, las implicancias de este fenómeno son múltiples y todas positivas: ayuda a la recuperación económica porque apalanca el gasto privado del sector y todo su entramado de actores, ayuda a consolidar las cuentas públicas vía retenciones, permite demandar menos asistencia monetaria del Banco Central y es el pilar de la estabilidad cambiaria que el Gobierno ha logrado desde principios de este año.

Pero este optimismo de corto plazo choca con la realidad del país al pensarlo un poco más allá de estos límites de tiempo.

Con los dólares extras que está generando el campo, los poco más de 4.300 millones de dólares del FMI que llegarán al país en el segundo semestre del año y teniendo en cuenta que nos encontramos de lleno en un año electoral, son pocos las posibilidades de que el Gobierno destine estos excedentes para intentar corregir los desvíos que muestra nuestra macroeconomía. Una desocupación y pobreza en niveles récord tampoco ayudan a tomar decisiones racionales desde el punto de vista económico.

Si la suba del precio de la soja y la ayuda extraordinaria del FMI disuade al Gobierno de hacer correcciones y dar discusiones sobre cómo salir de esta crisis, claramente esta lluvia de dólares puede ayudar en el corto plazo, pero complica en el mediano porque todo se posterga para el 2022 y puede que el año que viene el escenario externo no sea el mismo que el actual.

El plano internacional parecería estar signado por la debilidad del dólar (está en su nivel más bajo en los últimos 36 meses), una importante revalorización de los commodities, la continuidad de bajas tasas de interés (por lo menos, hasta fin de año) y un abundante océano de liquidez de la mano de los grandes bancos centrales que alimenta el apetito por el riesgo.

Otra vez, esto ayudará a nuestro país en el corto plazo, pero sigue la incertidumbre sobre el mediano y largo plazo. Sin un plan económico y un ministro que genere confianza y certidumbres, difícilmente Argentina pueda salir de esta crisis, por más que la soja siga arriba de los 600 dólares.


Escenario distinto al 2012


En 2012 la soja en el mercado externo perforaba los 600 dólares y este escenario le permitió al Gobierno de ese entonces, Cristina Fernández de Kirchner, llegar sin grandes conflictos en el mercado cambiario hasta la entrega de poder en diciembre de 2015.

Pero no resolvió todos los problemas:  el cepo se mantuvo y seguían sin ingresar las inversiones.

Hoy el escenario es similar, pero con la macro peor que 2012. En ese año la pobreza era del 25% y ahora es del 44%, la inflación era del 25% y ahora del 47%, el déficit era del 1% y ahora del 4,7% del PBI y las reservas de Banco Central eran de 33.000 millones de dólares y ahora son de 8.000 millones (netas).

La soja a 600 dólares ayudó a Cristina de Kirchner en 2008 y 2012, pero claramente no solo no terminó con los problemas económicos, sino que se ahondaron en este período que va de 2008 al 2021.

Datos clave

33%
es el techo que tienen en la actualidad las retenciones para las exportaciones del complejo sojero.
8.000
millones de dólares adicionales ingresarán al fisco este año por retenciones.

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