Las balas de Ruckauf

Por Jorge Gadano

Carlos Ruckauf agregó un porcentaje apreciable de votos al total que sumó para ganar la gobernación de la provincia de Buenos Aires con la consigna de «meter bala a los delincuentes». A más de un año de que esa consigna fuera lanzada, los resultados superan las previsiones más optimistas, porque en la matanza que se desató no sólo cayeron delincuentes, sino también policías e incluso civiles ajenos a la contienda.

El amor a la picana y al gatillo de la Policía de la provincia de Buenos Aires, inspirado en la escuela de uno de sus más célebres jefes, el general Ramón Camps, tuvo un adecuado reflejo en una reciente declaración del jefe de la institución, comisario Eduardo Martínez, quien en un esfuerzo sobrehumano por evidenciar sus convicciones humanistas, proclamó: «Si veo a un policía que tortura, lo fusilo yo mismo por la espalda».

La sobreactuación de Martínez es comprensible, porque él mismo fue sometido a proceso por haber torturado a un ciudadano alemán en 1978, cuando revistaba en la Comisaría Segunda de San Isidro. Justamente, el jefe de la Bonaerense era entonces el recordado Camps.

Para colmo, después de que el diario «Página 12» recordara ese antecedente de Martínez, el asesor de menores de los tribunales de San Isidro, Carlos Bigalli, dijo en un informe que las denuncias por torturas a chicos se triplicaron desde que asumió Ruckauf. Hasta el 31 de julio se habían recibido 159, mientras que en los 18 meses transcurridos entre julio de 1998 y diciembre de 1999 las denuncias fueron 129.

Con tal motivo, Ruckauf demostró sus propias cualidades de actor, porque a la vez que endurecía el gesto, ordenó a Martínez que «se ponga a disposición del juez que sea pertinente». Antes, a raíz de la publicación relativa a su procesamiento en 1978, Martínez había puesto su renuncia «a disposición» del ministro de Seguridad, Ramón Verón, quien la rechazó. Naturalmente, todo es parte de la gran comedia que se desarrolla en el escenario bonaerense.

La dureza policial y punitiva, que tiene su máxima expresión en la pena de muerte, pretende ser un disuasivo que reduzca la actividad delictiva. Pero su resultado es siempre el contrario. Es lo que demuestran los indicadores del delito en el área bonaerense. Por donde se la mire, la consigna de «meter bala» ha producido muertos y heridos en profusión, pero los índices de criminalidad continuaron en aumento.

Un informe difundido por el Ministerio de Seguridad a principios de setiembre consignó que en los primeros ocho meses del año las denuncias de los bonaerenses dieron un promedio de 500 robos diarios, más de 205.000 delitos «graves» -una categoría que incluye robos, violaciones, homicidios y piratería del asfalto-, casi mil homicidios y 432 violaciones. Sólo un 45% de los delitos fue esclarecido, pero aumentó el número de detenidos: 52.400 en ocho meses contra 44.600 en todo 1999.

En ese mismo lapso se produjeron más de mil enfrentamientos a tiros entre policías y delincuentes. Víctimas de la consigna de «meter bala» murieron 99 «sospechosos» -un poco menos que los caídos en Palestina- y hubo 218 heridos. Pero como los delincuentes saben que se trata de matar o morir, cayeron 17 policías.

Como el gatillo fácil implica disparar contra todo lo que se mueve, de tanto en tanto cae un inocente. Empezando la cuenta en enero de 1994, en ese mes policías de Wilde masacraron a cuatro personas que viajaban en dos autos, alegando que habían sido atacados a balazos, pero nunca se encontraron marcas de los disparos. Diez policías fueron procesados pero, como suele suceder, resultaron absueltos.

En noviembre de 1996 se produjo el intento de robo a la firma Andreani, en Avellaneda. La policía, que tenía el dato, se emboscó en el lugar y de resultas del enfrentamiento murieron nueve personas: seis delincuentes, dos policías y un rehén.

Hace un año otra masacre, la de Ramallo, dejó un vívido testimonio de la torpeza criminal de la fuerza de seguridad bonaerense. Víctimas de las balas policiales murieron dos rehenes, el gerente y el contador de la sucursal del Banco Nación. Días después, cuando ya se hacían públicas fuertes sospechas de que los asaltantes habían tenido apoyo policial, uno de ellos, capturado con vida, «se suicidó» en una comisaría.

La más reciente víctima inocente de las balas de Ruckauf es un profesor de música de 23 años, Mariano Witis. El y una amiga fueron tomados como rehenes por ladrones que asaltaron un banco en San Isidro. La policía disparó al montón y mató a un delincuente y a Witis.

Queda todavía por investigar si salió de un arma policial la bala que hirió gravemente a una nena de 9 años en Lomas de Zamora. Sucedió el 5 de este mes en una villa de emergencia, donde la policía se enfrentó con un grupo de jóvenes. En el tiroteo quedó en el medio la nena, que recibió un balazo en el pulmón derecho. Según es costumbre, la policía dijo que el disparo partió «de adentro de la villa».

A todo esto, el gobernador Ruckauf, sentado sobre estudios de opinión que lo dan como el político de mejor imagen, ratificó su vocación por la «tolerancia cero» al decir que «no habrá lugar en mi provincia donde no entre la fuerza de la ley».


Adherido a los criterios de
Journalism Trust Initiative
Nuestras directrices editoriales
<span>Adherido a los criterios de <br><strong>Journalism Trust Initiative</strong></span>

Formá parte de nuestra comunidad de lectores

Más de un siglo comprometidos con nuestra comunidad. Elegí la mejor información, análisis y entretenimiento, desde la Patagonia para todo el país.

Quiero mi suscripción

Comentarios