Lecturas recomendadas: “El amigo de Baudelaire”

El gran escritor argentino Andrés Rivera hace hablar en esta novela a Bedoya, mordaz e implacable protagonista, que se somete a un riguroso examen de conciencia mientras reflexiona de manera profunda y descarnada sobre lo que es una “nación”.

Cecilia Boggio

No pasa muy a menudo: leer un libro de solo noventa páginas, quedarse asombrado por la maravilla de su prosa, quedarse también repensando su contenido y admirar que el autor haya tenido la sagacidad y la inteligencia de atraparnos por mucho más tiempo del que llevó leerlo.
Esto es todo lo que sentí cuando terminé de leer “El amigo de Baudelaire””, de Andrés Rivera publicado por Alfaguara en 1996.¿Escribo lo que temo olvidar? Sí
¿Temo descubrir, ante mí, lo que oculto a los demás? Sí
¿Escribo lo que deseo olvidar? Sí

Esta persona que, mientras escribe sus notas, se pregunta y se contesta es Bedoya, hijo de un acaudalado estanciero, a quien describe como un gaucho que vive en casa de adobe y viste como tal, pero que puede permitir que su único su hijo viva en París por más de diez años, estudie Derecho, se reciba de abogado y lleve una vida de dandy adinerado.
Durante esos tiempos, Bedoya invitó varias veces a cenar en caros restaurantes parisinos nada menos que a Charles Baudelarire, el ahora legendario poeta francés que cambió el panorama lírico de su tiempo con la aparición de su revolucionario libro “Las flores del mal”.
Éste le preguntó: Usted, ¿qué hace además de ser argentino? Lean su ingeniosa respuesta, es muy buena.


Cuando regresa a Argentina Bedoya es nombrado juez. Ejerce su cargo con total arbitrariedad, y así toma como empleada, concubina y hasta esclava a Lucrecia Basualdo, una mujer implicada en el crimen del dueño de una chacra.
Es miembro cínico de la burguesía terrateniente, se va enriqueciendo con distintas inversiones en campos, ganado, divisas extranjeras, inversiones para el futuro trazado del ferrocarril, operaciones en Bolsa.
En fin, hace un repaso de su vida y de la situación de la sociedad argentina desde la caída de Rosas y las últimas décadas del siglo XIX.
Contado así, el argumento puede resultar poco atractivo. Pero nada de eso, porque el monólogo del protagonista no es cronológico. En realidad, las notas parecen ser las transcripciones de sus recuerdos con saltos en el tiempo, recuerdos pasados por el tamiz de la crítica a sí mismo y a la sociedad que lo rodea.


Bedoya relata el nacimiento de la burguesía terrateniente argentina de la que él es parte, formada por un puñado de apellidos que se volverán patricios.
También aparecen las referencias a Flaubert y a su Madame Bovary, y como lector atento. Bedoya hace su crítica a la obra del francés a pesar de que después la plagie.
Así mismo, pone en boca de Baudelaire el congelamiento de la revolución francesa, el triunfo de la burguesía con la consiguiente depreciación de la figura del poeta, las referencias a los comuneros del 48 y los levantamientos del 71.
En sus notas, es constante la presencia de Sarmiento, el loco Sarmiento, la única persona que el protagonista respeta y a su pesar, admira porque lo considera el autor de una nación.
Se ha señalado que en “El amigo de Baudelarie” la historia política argentina está relacionada con la historia de la literatura francesa, que Baudelaire aparece como alteridad imaginaria que le ofrece al narrador un apoyo para rever las narrativas sobre lo nacional, en especial para invertir los sentidos habituales de Civilización y Barbarie.
Monólogo interior, diálogos, repeticiones, silencios, laconismo y los entretelones de un amor perverso nos llevan a hacer una lectura ininterrumpida y, como decía al comienzo, a repensar y admirar la prosa cuidada, poética con que Rivera logra sorprendernos.
¿Se animarán a la aventura de leerla? Vale la pena.


El autor: Andrés Rivera

Andrés Rivera (Marcos Ribak) nació en Buenos Aires el 12 de agosto de 1928 y murió el 23 de diciembre de 2016, en Barrio Bella Vista, Córdoba. Su madre era ucraniana y su padre un polaco comunista perseguido, que en Buenos Aires fue dirigente del Gremio del Vestido.
Rivera fue obrero textil, periodista y escritor. Publicó más de veinte novelas y dieciséis libros de cuentos.
En su producción hay dos etapas. La primera empieza a partir de 1950, con títulos como “El precio” (1956) o “Los que no mueren” (1959). Después de diez años de silencio publica en 1982 “Nada que perder” y a continuación una larga serie de novelas cortas entre las que aparecen “La sierva”, la historia de Bedoya narrada desde el punto de vista de Lucrecia Basulado; “En esta dulce tierra”; “La revolución es un sueño eterno” que recibió en 1992 el Premio Nacional de Literatura, “El farmer”, “El manco Paz” y “Nada que perder” por nombrar las más conocidas.
Entre los cuentos, los volúmenes de “Sol de sábado” “Ajustes de cuentas”, “Mitteleuropa” “Por la espalda” “Una lectura de la historia” y “Cuentos escogidos”.
Andrés Rivera escribió desde la adolescencia hasta muy pocos años antes de morir. Vivió con coherencia su ideología.
Tuve la suerte de entrevistarlo junto a Jesús Nori cuando participó en General Roca de las “Jornadas de Narrativa” del 1997.



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