Lila Downs: un viaje alado

Antes de su presentación en Cipolletti, el próximo sábado 9, la cantante hablódesde México con“Río Negro”.

Llega a la región la cantante mexicana Lila Downs, para presentar su último compacto “Pecados y Milagros”. El acontecimiento será el próximo sábado 9 a las 22 en Meet, en Cipolletti, cerca del puente carretero.

Downs estará acompañada por el guitarrista Rafael Enrique Gómez Núñez, Luis Alberto Guzmán Venegas en bajo, Celso Francisco Duarte López en arpa, violín y charango, el acordeonista Leonardo Soqui Michelena, Edgardo Luis Serka Mimica en percusión y batería, y la percusionista Patricia Haydee Piñón Flores. “La gente que sigue nuestra música, comenta Lila, proviene de todos los sectores de la vida y quiere arañar la superficie para saber el por qué y el cómo. Todos los días nos conectamos de muchas maneras”.

La gira que la trae a Patagonia comenzó el pasado 5 de noviembre con el concierto que ofreció en el Auditorio Guelaguetza de su Oaxaca, junto a Totó la Momposina y la Banda Tierra Mojada, recorriendo luego Tijuana, el DF, Guadalajara, Monterrey, Chiapas, más Costa Rica y New York, donde dio un recital en el Carnegie Hall. “Pecados y Milagros World Tour” es la cuarta recorrida musical de la cantante, compositora, productora y actriz que en enero pasó a Latinoamérica.

“Pecados y Milagros” propone una gama sonora que va de la cumbia a la bachata y las rancheras, basado en la tradición religiosa de los exvotos mexicanos: ilustraciones en láminas de hojalata que se ofrendan a los santos en recuerdo y agradecimiento por un bien recibido.

Lila dice cantar sus dudas, sus preguntas a modo de resistencia. Su padre, un biólogo y documentalista de Minnesota, murió cuando ella tenía sólo dieciséis años. De abuela mixteca como su mamá, casada a los catorce por necesidad y también cantante para sobrevivir. Ana Lila abrió sus ojazos al mundo en la Heroica Ciudad de Tlaxiaco, pueblecito de montaña, donde los indígenas fueron marginados. Creció buscando su historia…

Una semana antes del show, Lila habló con “Río Negro” desde su México natal.

–Has dicho además, respecto al último disco, que tus “canciones te dan alas…”. Con ellas se puede volar hacia las alturas y hacia las honduras…

–¡Qué bonitas tus palabras! Es que creo necesario, a veces, enfrentar los demonios. Aquí (en México) no hace falta buscarlos. Ya llegaron a nosotros por la naturaleza de nuestra historia y es un momento difícil porque el contexto de justicia y de organización social de nuestro país, tampoco anda tan bien. Entonces, son varias cuestiones que nos tiene acongojados. Y, por otra parte, creo que la música, la tradicional, siempre tiene esas joyas escondidas que al escucharlas, después de lidiar con una realidad tan violenta y dificultosa, te salvan, dan cobijo. Quizás no te hacen sentir que todo va a estar bien, pero al menos pueden concentrarte de nuevo en tu trabajo.

–Una canción de Víctor Heredia que quizás conozcas dice: “Ando por este mundo sobreviviendo” Lo define para su vida, pero también para la de muchos aquí en Argentina y en otras latitudes.

–Claro. ¡Qué maravilla Víctor Heredia! La música a mí me salva… Yo soy solo una reflexión de lo que pasa en mi entorno y en mi realidad que constantemente está siendo afectada. Todos tenemos la misma sensibilidad, pero a mí me tocó cantarla. Pues, verdaderamente, yo espero que sirva de algo y curiosamente aquí en México no había sentido así antes, pero escuché muchos sollozos en estas recientes giras y me da gusto servir al público, no? Para que pueda sanar un poquito.

Pensando en voces femeninas latinoamericanas, no hay muchas como la suya. Por ahí andan Mercedes Sosa, Chabela Vargas, María Creuza, Violeta Parra, Chabuca Granda, Susana Baca, Omara Portuondo, Maria Bethânia, Maysa Matarazzo, Elis Regina… Una voz que viene, como la de La Negra, del fondo de una historia común, de la tierra. Vaya uno a saber… “Pues, me considero en parte, una piedrecita, a veces animal como la iguana, y también pues somos de las plantitas y de la tierra. Esto de alejarnos tanto, nos hace daño.”

–Perdemos la dimensión humana.

–Sí… Es bien importante recordarlo y nuestros ancestros indígenas son los primeros en recordárnoslo. Su modo sencillo y claro de hablar, sus metáforas. Fue importante para mí hacer un tributo a algunas mujeres de mi país que muelen maíz, lo llevan al canto y lo celebran como un milagro que me ha inspirado mucho para poder seguir caminando y cantando. Nos llenamos de objetos y de pronto nos llega una poesía, un relato, un pensamiento dicho, que nos cambian la vida, que nos hacen revivir. Eso han sido para mí esas pinturas que llamamos exvotos en México. Me han permitido buscar el sentido de lo moral, del por qué de las cosas como mexicanos, qué queremos de la vida, qué significan para nosotros el bien y el mal.

–Parece que, cíclicamente, nos fueran empujando hacia la violencia, la discordia, la no comprensión del otro, el enfrentamiento, inútiles porque así gana el poder y los demás perdemos…

–Es verdad. Hay cuestiones que siguen existiendo entre los humanos, diferencias e ignorancia, a causa de las grandes desigualdades sociales y económicas. Esto que está pasando en mi tierra es un resultado de la negligencia ante la educación, por la justicia. Puede que dentro de nosotros haya una manera de encontrar la calma. Sí es posible, la cosa pasa por buscar esa luz y tener fe en que podemos cambiar y ayudar a otros, los que tenemos privilegios para hacerlo.

“Necesito paz para hacer lo que hago y trato de comunicarlo con la música, con narrativas que hablan de historias que hacen hervir la sangre, que molestan, cuya resolución dentro de la canción misma, tiene más fe, fe en la humanidad, en las cosas buenas de la vida. Así es como trato de buscarla, cuando escribo, cuando canto. Pero para llegar a ese punto, he tenido que encontrar una cuestión dentro de mí, de respirar, de tomar la calma. Son combinaciones de elementos que me inculcó mi abuela indígena, que era campesina, de apreciar el momento que vivo y respirar como un anfibio o como un coyote en el monte, hondamente”, cuenta Lila. Y agrega: “Pues cantar es un vuelo interior y me pregunto ¿cómo será? Yo también tengo esa pregunta, no sé bien exactamente qué sucede en nuestro cerebro, en nuestro muy dentro, en nuestra emoción, que necesita descargar esa energía. Pero sí sé que el arte permite que nosotros volemos. Si hubiera más arte instituido en la educación, abría menos problemas en general. Ese viaje de alas es provocado por estas cosas locas de la imaginación… El arte nos lleva a un lugar muy misterioso por dentro y nos conecta con el universo que es la vida.”

EDuardo rouillet

eduardorouillet@gmail.com


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