Liturgia K, que se apropia de un día sensible para el mensaje de la jefa

Cristina Kirchner le exigió al Presidente mayor dureza en la negociación con el FMI.

Hay que reconocerle al oficialismo la osadía de usar el Día de la Democracia y el Día Internacional de los Derechos Humanos para transformar una gran derrota en las urnas en una puesta en escena para “celebrar” y “reventar la Plaza de Mayo”, en un país cuya mala gestión sanitaria dejó 116.000 muertos por Covid y con un drama económico patentizado en 44% de argentinos pobres (y 65% de niños en esa dolorosa condición).

Una pomposa exhibición de millones de pesos en organización y logística de movilización, para hacer notar lo patente: que la centralidad está -siempre estará- puesta en Cristina Kirchner para marcar la cancha de la gestión de Alberto Fernández y recargar la tinta de sus decisiones.

Ahora, pese a las urgencias de un acuerdo de la deuda y las miradas del mundo y los acreedores sobre la disposición del gobierno, el destinatario principal del mensaje de Cristina fue el Fondo Monetario Internacional, al que demonizó al extremo de aprovechar el Día de la Democracia para decir que el organismo “ha vivido condicionando a la democracia argentina”. (De pasó metió la cuña en la fisurada UCR, azuzándola: “Despabílense”, porque el Fondo “empujó para que cayeran los presidentes Alfonsín y De la Rúa”).

Está claro: ayer Cristina puso límites a la firma de un acuerdo con el FMI. Obsequioso, contestó Alberto: “Quedate tranquila, no tengas miedo: con ajuste no”.

Asimismo utilizó la fecha para llevar al exceso los denuestos contra Mauricio Macri y los medios de comunicación críticos del gobierno. Y también asociarlos nada menos que con la dictadura. Al expresidente lo renombró “la noche”, de la que “vinieron, no con botas sino con jueces y medios hegemónicos”. Y a los propios medios los implicó en “la desaparición, no física sino política de dirigentes”.

Hablaba de su obsesión: las causas judiciales de corrupción que la involucran. Así, exhibiendo a un Lula de victoriosas chances en Brasil, Cristina reforzó la narrativa del “lawfare” para acentuar las filípicas contra la Justicia por no producir los fallos que espera. El mensaje de antesala de Lula puso el marco justo cuando el brasileño relató cómo fue “víctima de persecución… como Cristina”.

Amén de todo lo que le importaba significar a la actual vice, el acto fue una ensalada de otros propósitos:

• Proclamar la integración regional, con solo dos expresidentes carismáticos, pero que no expresan al mayor abanico ideológico deseable en una jornada así. Y, por añadidura, dando estelar tribuna al brasileño que es una parte de la grieta del vecino país, poniendo una pizca de sal previo a la Cumbre de Mercosur del 17.

Escenificar unidad donde no la hay en el propio oficialismo, en una icónica plaza dirimente, ayer copada por expresiones del kirchnerismo duro, y apenas semanas antes por la CGT, intendentes con ambiciones reeleccionistas y albertistas que simulaban “apoyo” al Presidente.

• “Festejar” los 38 años del retorno de la democracia, desde un gobierno que acaba de abstenerse de condenar las violaciones a los derechos humanos cometidas por el régimen de Daniel Ortega en Nicaragua.

• Mezclar como motivos declamados de festejo el Día de la Democracia con los dos primeros años de gobierno del Frente de Todos.

• Y de paso reforzar (como se viene transmitiendo a ya toda una generación) la falaz idea de paternidad kirchnerista de los derechos humanos en Argentina, con demagogia escénica. Siempre es necesario recordar cómo Raúl Alfonsín y sus determinantes acciones contra la dictadura fue ninguneado el 24 de marzo de 2004 por Néstor Kirchner cuando traspasó la ESMA a las organizaciones de derechos humanos y habló de “silencios” que no fueron.

El Día de la Democracia -qué duda cabe- debiera ser jornada de sensibilización; cabal expresión de todos los argentinos (la sociedad civil, el sector público, el privado, el oficial) y el acompañamiento de todas las expresiones partidarias, ayer excluidas. Todo lo contrario del deliberado sesgo de este acto que abundó en liturgia y merchandising kirchneristas.


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