Los 120 minutos más caros para Gutiérrez


La relación de los intendentes con Gutiérrez dejó de estar medida solo por el reaseguro de fondos. Los jefes comunales tienen sus presiones locales.


El gobierno provincial volvió a mostrarse errático. Solo que esta semana quienes dejaron expuesto al gobernador Omar Gutiérrez fueron los intendentes, mayoritariamente del MPN, que se despegaron de una confusa medida para tratar de contener el sostenido aumento de casos de coronavirus. No solo recibió el desplante temprano en Plottier y Zapala, sino que además recogió todos los costos políticos de una insulsa decisión que restringió la circulación vehicular 120 minutos al día.

En las ciudades donde se aplicó nadie supo explicar bien de qué se trataba y su implementación tampoco fue clara. En la capital neuquina, por ejemplo, fue más por fastidio que por convicción que se montó un puñado de operativos para que los vecinos dejen sus vehículos a las 18 y continúen el resto de la jornada de a pie o en bicicleta. Los comercios, la Vaca Muerta de estos días, tuvieron que retroceder en horarios por una medida cuyos resultados esperados tienen más que ver con el azar que con la ciencia.

Nobleza obliga, si hubo una explicación oficial: la mayoría de los contagios se produce por reuniones sociales en casas particulares. La conexión entre el diagnóstico y la medida corre por cuenta del autor intelectual de la disposición.

Mañana será otro día. Varios municipios no solo dijeron “hasta acá llegamos”, sino que además saldrán con propuestas propias y en sintonía con lo que pasa en otras partes del país: apuestas por el aire libre y más medidas para apuntalar el comercio.


Varios municipios no solo dijeron “hasta acá llegamos”, sino que saldrán con propuestas propias y en sintonía con lo que pasa en otras partes del país.


Esta descentralización de las decisiones en la pandemia no es nueva. Incluso se desmorona desde el más alto nivel político. El último mensaje del presidente Alberto Fernández estuvo a cargo de una locutora. En Neuquén varios municipios volvieron a Fase 1 por la aparición de casos: el 90% de los habitantes de la provincia vive en localidades con contagios activos.

La relación de los intendentes con el gobernador Gutiérrez dejó de estar solo medida por el reaseguro de fondos para el funcionamiento. Los jefes comunales sufren, cada vez más, la presión de los vecinos y, centralmente, de los comerciantes. Por esa diagonal se filtra una peligrosa línea, que no es exclusiva de Neuquén, donde los argumentos sanitarios -la provincia está cerca de alcanzar el límite de camas de terapia intensiva- cada vez tienen menos peso en las decisiones.

Esa desconexión de la realidad, que encierra una baja valoración por los otros, sorprende y condiciona a los políticos que perdieron la brújula. Hasta pareciera que ya no es de mal gusto atender las aspiraciones proselitistas mientras los pasillos de hospitales están al borde de la saturación.

En esa ecuación el MPN aggiornado y con destellos de millennials, que construyó Gutiérrez, no solo parece no encontrar las respuestas, sino que además empieza a cargar con los costos políticos locales. La caravana convocada el lunes pasado por sectores afines a Juntos por el Cambio apuntó contra el gobernador y no contra el intendente Mariano Gaido que, en definitiva, fue quien operativizó los famosos 120 minutos -faltos de gloria-.

Desde esta columna, semanas atrás, se destacó el intento por recuperar la iniciativa por parte del gabinete provincial, sin embargo, la ola de contagios volvió a taparlos. Como muestra puede recordarse lo que se conoció como “la fiesta del Chapelco” sobre la que el Ejecutivo, a través del jefe de Gabinete, Sebastián González, salió a copar la agenda mediática. Pero todo se apagó. Pasaron 15 días y el tema quedó sepultado, como también las penosas imágenes de la gente comiendo en el basural, que se habían reeditado en paralelo.

La lista de problemas de Gutiérrez es bastante más extensa: un presupuesto nacional con poca obra pública para Neuquén, una industria petrolera paralizada y una renegociación de deuda en moneda extranjera que no encuentra un acuerdo. Mostrar síntomas de confusión en momentos críticos no es una buena señal para propios y, en cambio, parece una oportunidad para los ajenos.


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