Sociedad

Los dinosaurios que habitaron nuestra región

Comprender el pasado mas allá de la historia es un desafío para la ciencia que lo investiga tan sólo con los vestigios que oculta la tierra. En algunos lugares, como en nuestra región, las capas geológicas se muestran generosas con nuestra curiosidad, revelando sus secretos a aquellos que saben verlos.

Por Redacción

02/07/2000 00:00

La curiosidad paleontológica desbordó los ámbitos científicos y hoy en día los hallazgos son compartidos con creciente interés por el público en general.

Hace tan sólo 40 años los huesos de estos monstruos estaban en oscuros museos paleontológicos poco ventilados y con olor a viejo. Hacer una visita completa a aquellas instituciones se transformaba en un calvario y sólo lo completábamos si éramos aficionados o teníamos enfrente a la estricta profesora de biología que nos vigilaba de cerca. Generalmente estos lugares se asociaban con el silencio y con el «prohibido tocar». Eran tiempos donde la ciencia no hacía demasiado esfuerzo por allanarse al público en general.

Un cambio importante se generó con el avance de los medios de comunicación. El movimiento, los colores y el mejor sonido dieron vida a muchas fantasías y dentro de ellas a los dinosaurios, que a pesar de haber sido reales, en el imaginario popular siguen siendo monstruos de las mitologías.

El desafío en los países menos desarrollados es poder armar museos interactivos y atractivos para que el neófito pueda transformar curiosidad en conocimiento.

En nuestra región hay varios antecedentes que muestran la preocupación de gente de ciencia y aficionados que en forma conjunta arman estos espacios con espíritu pionero.

No es correcto decir que hay unos dinosaurios más importantes que otros. Sin embargo, voy a referirme a nuestros dinosaurios patagónicos y a la importancia que les atribuyo como paleontólogo. En primer lugar, es cierto que la Patagonia ha sido el centro de interés paleontológico en los años últimos. Gracias al paleontólogo José Bonaparte, la Argentina hoy cuenta con varios especialistas en dinosaurios y una gran cantidad de huesos que han sido debidamente estudiados y resguardados en distintos museos. ¿Qué se puede decir de esos huesos? En un primer momento, Bonaparte advirtió que nuestros dinosaurios, en particular los del Cretácico (desde los 140 a 65 millones de años), no son los mismos que los del hemisferio norte. Eso tiene su explicación al separarse unas de otras las masas continentales por el proceso de deriva continental. Sin embargo, Bonaparte también vio similitudes cuando recibió desde Cipolletti los restos del enigmático carnívoro hallado por Roberto Abel. La idea que le vino a la mente fue precisamente la de que estos animales eran los tiranosaurios patagónicos o, en todo caso, que los abelisaurios (así terminaron llamándose esos predadores) poseían el mismo modo de vida que los tiranosaurios norteamericanos, de ahí que hayan desarrollado formas parecidas. ¿Hasta qué punto las faunas sudamericanas son diferentes de las de otras partes del mundo? ¿Existió realmente un completo aislamiento entre las faunas patagónicas y las de otras partes del mundo? ¿Todas las diferencias faunísticas pueden explicarse por aislamiento y todas las similitudes por «paralelismo»? Son preguntas que nos interesan a los paleontólogos y en función de esas preguntas es que damos valor a los fósiles que hallamos. No interesa sólo el tamaño del animal, todo resto fósil es «importante», aun cuando no posea una apariencia «importante». Y me animaría a decir que lo verdaderamente «importante» es el trabajo del científico que plantea las preguntas y trata de responderlas. Fuera de ese marco, un hueso es sólo un hueso.

Lic. Leonardo Salgado Museo de Geología y Paleontología Universidad Nacional del Comahue http://www.uncoma.edu.ar/MuseoUNC/museoUNC.htm

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