Los dioses africanos colonizan a escondidas

SÃO PAULO.- Hace casi 40 años los médicos dijeron a Julio Penna que debía someterse a una delicada cirugía en la columna pero que igual tenía un 80% de posibilidades de quedar para siempre en silla de ruedas. Penna prefirió entonces implorar ayuda a los dioses afrobrasileños del candomblé. Hoy, con 69 años, este descendiente de portugueses y de italianos camina normalmente. Y sigue siendo un ferviente adepto de este culto vibrante aunque perseguido durante siglos en Brasil, el país con más católicos del mundo. El candomblé se basa en el culto de las divinidades africanas, los orixás. Los orixás atravesaron el Atlántico en barcos junto a los 3,5 millones de personas traídas a la fuerza desde las costas del oeste de África durante la esclavitud (1549-1888) para trabajar en plantaciones y minas de Brasil. Astutos, los esclavos disfrazaron sus orixás como santos católicos para poder profesar su culto a escondidas. Éste es el caso del guerrero Ogúm, de incógnito bajo la armadura de San Jorge, el santo venerado por gran parte de Río de Janeiro. A pesar de prejuicios ancestrales y de la intolerancia actual de las poderosas iglesias evangélicas, el candomblé y su prima umbanda crecen en este país de 194 millones de habitantes. Muchos dicen profesar esta religión en busca de espiritualidad o para aliviar sufrimientos. Telma Witter, una artista de 57 años, cuenta que su marido se refugió en el candomblé cuando estaba por morir de una enfermedad autoinmune. “Vivió cuatro años más. Eso me convenció”. Una ceremonia en honor de Oxossí, una de las 16 divinidades de la mitología yoruba, puede durar horas al ritmo hipnótico de la percusión, los adeptos vestidos de blanco o de ropa colorida y brillante, mientras los fieles cantan y danzan. Mae Sylvia, a la vez guía espiritual, curandera y líder comunitaria, dirige la ceremonia. Formada en Nigeria, Mae Sylvia inició a su vez a 3.000 discípulos en 30 años. Sus adeptos son negros, blancos, indígenas y hasta japoneses: “Estamos abiertos a todos”, subraya Mae Sylvia. Tres millones de brasileños se dicen oficialmente seguidores de los ritos afrobrasileños. Pero serían más. Hoy valorizado como parte integral de la cultura y el folclore brasileño, el candomblé conoce un “revival” como afirmación de la identidad africana, sobre todo en el estado de Bahía, corazón de la cultura afrobrasileña. Sólo Salvador de Bahía posee más de 2.000 “terreiros”, algunos subsidiados por el Estado. Aún más mestizado, el umbanda asocia cristianismo y orixás, creencias indígenas y la doctrina espírita fundada por el francés Allan Kardec en el siglo XIX. Como es menos centrada en África y excluye sacrificios de animales, atrae a más blancos que el candomblé. En Brasil hay 600.000 centros de umbanda y al menos ocho millones de adeptos, en su opinión.

Gerry AZIAKOU


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