Los equilibristas de las alturas dejan su huella en el cerro Otto

María José, Paulina, Iván y Germán practican highline con el lago Nahuel Huapi a sus pies, en Bariloche. Se trata de un deporte de riesgo que implica caminar sobre una cinta de 1.5 pulgadas a varios metros del suelo.

Como equilibristas en altura, con el azul profundo del lago Nahuel Huapi de telón de fondo y una concentración a prueba de todo, cuatro jóvenes se lanzaron al desafío de practicar highline en esta cuarentena en la ladera del cerro Otto.

Los neuquinos Iván Avaca y Germán Sánchez, y las chilenas María José Vega y Paulina Letaahyáh se encontraron por casualidad o por destino en Bariloche cuando comenzó la cuarentena y juntos iniciaron un camino de descubrimiento de sus paisajes en busca de locaciones para entrenarse en este deporte de riesgo, derivado del slackline, que implica caminar por una línea en altura.

La primera parada fueron las Piedras Blancas del cerro Otto, un sector rocoso donde se practica escalada, en el que detectaron un potencial interesante para instalar su cinta de 1.5 pulgadas, de 100 metros de largo y a más de 50 de altura. El entrenamiento de estos deportistas se vuelve un atractivo para los residentes que caminan por el lugar y las imágenes de sus hazañas se viralizan en las redes sociales.

María José, Paulina, Iván y Germán un atardecer de estos días junto a su cinta de highline. Foto: Alfredo Leiva

El highline tiene su origen en el parque Yosemite, en Estados Unidos, la meca de los escaladores. Allí en los años ’70 los escaladores tensaron sus cuerdas y comenzaron a caminar haciendo equilibrio, en el tiempo de espera para una nueva trepada en las rocas. Y así surgió y se expandió la disciplina, aunque en Argentina el auge llegó décadas más tarde y hoy hay unos 300 deportistas que lo practican, especialmente en Córdoba, Mendoza y Neuquén.


El highline es una disciplina del slackline. Implica caminar sobre una cinta que se ancla en dos puntos y se tensa, a más de 20 metros de altura.


Entre los neuquinos que ahora se prueba en Bariloche, está Iván Avaca, que tiene el récord latinoamericano de highline tras caminar en altura unos 675 metros. “El largo es el que te puedas imaginar, el récord mundial es de 1.900 metros”, dijo entre risas Iván que empezó hace cuatro años a caminar en cintas en las plazas de Neuquén y tuvo una carrera maratónica en esta disciplina hasta transformarse hoy en un referente.

En las plazas de muchos lugares, incluso en Bariloche, los jóvenes comienzan caminando en cintas a baja altura, amarradas a los árboles, y a partir de allí surgen otras disciplinas que varían en altura y también algunos suman la acrobacia.

El inicio de Iván fue como el de muchos: por casualidad y curiosidad. “Un día salí del trabajo y vi chicos haciendo cinta y empecé”, relató el neuquino que tuvo su primer desafío en altura hace unos años en el Cajón del Azul, en El Bolsón, donde otro grupo había instalado la cinta y se animó a probar.

Germán Sánchez a más de 50 metros de altura camina en una cinta de 1.5 pulgadas. Foto: Alfredo Leiva

“Es un deporte de riesgo, pero el camino es estar organizados, conectados entre los que practicamos para mejorar en temas de seguridad”, señaló el joven que tiene como premisa el trabajo el equipo y una defensa a ultranza de las exigentes medidas de seguridad que se cumplen, que hacen que en una década no haya registros de accidentes fatales en Argentina.

A Iván le gusta decir que el highline “es un deporte en una superficie inestable, más que de control mental. Requiere concentración al principio, pero después te vas relajando y todo se hace más fácil. Hay que divertirse”, sentenció el neuquino que junto al grupo de amigos está focalizado en “dejar una huella” en Bariloche para que otros deportistas locales se sumen a esta experiencia.

Estamos en una etapa de exploración, preparándonos para poner cintas más largas. Queremos dejar una huella».

Iván Avaca, alma máter del grupo.
Iván Avaca es récord latinoamericano de highline. Gentileza

Para estos aventureros, la filosofía de esta disciplina es caminar, concentrarse en la respiración y dejar que el equilibrio fluye solo. Una vez arriba, se pierde la noción del tiempo y suelen pasar horas caminando en la cinta, mayoritariamente escuchando música o peleando con reflexiones y nuevas ideas que brotan en la cabeza mientras disfrutan del aire libre.

“Pasar de la plaza a la altura es otro deporte totalmente distinto porque hay muchos factores que inciden, como el viento”, contó María José que tuvo sus inicios en las playas de Viña del Mar y llegó a la Argentina en busca de mejorar su técnica. Para esta psicóloga, que comenzó cuando “estaba en un hoyo emocional”, el highline le dio un “empoderamiento como mujer”.

respetar la naturaleza y volver a la esencia, las premisas de María José Vega que observa el lago Nahuel Huapi sentada en la cinta de highline. Foto: Alfredo Leiva

Paulina, que es instructora de yoga, se acopla a ese pensamiento y profundiza aún más: “Es particularmente increíble cómo se refleja tu vida cotidiana, tu personalidad, cambia tu actitud y la manera de ver las cosas. Es una forma un poco poética de decirlo, pero te torna mejor persona”, sintetizó esta joven santiaguina que se quedó en Bariloche luego de realizar en el verano escalada en Piedra Parada (Chubut) y en Valle Encantado, a orillas del río Limay.

El otro neuquino del grupo, Germán, tiene la idea de expandir la cultura de este deporte. “Lo importante es compartir el proceso (montaje y práctica). No es un deporte donde exista competencia, la idea es compartir”, remarcó.

Germán Sánchez camina sobre la cinta extendiendo sus brazos con un ave como compañía. Foto: Alfredo Leiva

“Cuando se empieza en la plaza, una cosa lleva a la otra y esto no tiene fin. Logramos cosas que ni esperábamos hacer y siempre hay un nuevo desafío”, apuntó Germán que desde Neuquén impulsó encuentros en las bardas con cintas de hasta 375 metros y festivales en la Isla Jordán, además de crear la Asociación Slackline Neuquén.

Antes de Bariloche, Germán emprendió viaje con el proyecto Highline Latinoamérica con el que realizó la disciplina en México, pero la pandemia -que llegó de manera anticipada en esas latitudes- lo hizo regresar y se plegó a la propuesta de Iván y María José en busca de un lugar de la cordillera patagónica donde expandirse. La estadía de Paulina en estas tierras los hizo reunirse en Bariloche y hoy viven juntos a unos 15 kilómetros del Centro Cívico.

“Estar en Bariloche haciendo highline es una oportunidad que la vida nos está dando en esta cuarentena”, concluyó Paulina.


Un trabajo en equipo y con desafíos constantes


Explorar la cordillera. Esa fue la premisa que unió a estos cuatro jóvenes que tienen una filosofía de vida común de volver a la esencia, respetar la naturaleza y alentar el ser comunidad, sin individualismos.

El highline, según resaltan, es un deporte que invita a trabajar en equipo. Nada se puede hacer en soledad, por más que dependa de cada uno el caminar en altura y que la idea sea que el equilibrista ingrese solo y salga solo de la cinta.

El detrás de escena. Paulina espera su turno para subir a la cinta. Foto: Alfredo Leiva

A modo de ejemplo, en la previa a desarrollar la disciplina, hay un grupo que investiga el terreno donde tensar la cinta, analiza los factores que pueden incidir y realiza el montaje, generalmente tras cargar en las espaldas cientos de metros de cintas, arneses, cuerdas, anillas, entre otros elementos que forman parte del equipamiento.

En el cerro Otto, el grupo puede llegar en auto y utiliza sectores ya definidos para la escalada. Por eso ahora, con mayor flexibilidad en las actividades al aire libre en esta etapa de la cuarentena por el coronavirus, buscan llegar a otros rincones de la región en busca de locaciones para instalar la cinta y desafiarse aún más, con más metros de largos e incluso mayor altura.

Sus aventuras se pueden seguir en Instagram @practicandoequilibrio.

En metros

675
es lo que caminó en la cinta en altura Iván Avaca y se convirtió en el récord latinoamericano de highline. Este año pensaba llegar a Suiza pero la pandemia lo frenó.
100
es el largo de la cinta que instalaron los jóvenes en Piedras Blancas, en la ladera norte del cerro Otto. Está a unos 50 metros del piso.

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