“Mafalda todavía nos sigue interpelando”
Instalada en la vida de los argentinos, Mafalda sigue siendo motivo de nutrida línea de investigación para la historia. El libro de Isabella Cosse formula uno de los más fundamentados trabajos sobre aquella piba que trasciende los tiempos de los argentinos.
entrevista: A Isabella Cosse, autora de “Mafalda: historia social y política”
CARLOS TORRENGO
carlostorrengo@hotmail.com
— ¿Cómo se encontró con la necesidad de escribir sobre “Mafalda”, porque 320 páginas sobre ella conducen a creer que ella estaba muy “metida” en su imaginario.
— En términos de ironía, creo que a medida que ella se acercaba a sus 50 años, me estaba esperando. Algo así como diciéndome: “Yo sé que hablas de mí, que preguntas sobre mí, que juntas papeles sobre mí… ¡Bueno, acá estoy Isabella: arrancá, arranca… embromar”… Mi proyecto -como digo en el prológo- fue haciéndose casi solo. Me había ocupado de Mafalda en mi tesis de doctorado sobre los mandatos familiares en los años 60.
— ¿Cómo fue la relación con Mafalda a lo largo de la investigación? ¿Puede conjeturarse, dado que se trata de Mafalda, que disfrutó escribir sobre ella?
— ¡Por supuesto y mucho! Quino es un genio. Él y ella. Mientras los buscaba, los exploraba, más de cuatro años de hablar con él, con su esposa, salir sucia de revisar colecciones de diarios, revistas… siempre, en cada una de esas jornadas, había momentos en que yo estallaba en carcajada, en risas amplias, sueltas. Ante esta o aquella reflexión de Mafalda. Seguramente que ante los que me rodeaban yo quedaba como “chifle”.
— ¿Qué es hoy Mafalda para la generación que la descubrió y gozó?
— Ella tiene 50. Han cambiado las miradas sobre ella que,, de todas maneras, siempre son positivas. Pero para aquellas primeras generaciones, fue es y seguramente lo sigue siendo, generadora de sociabilidad.
— ¿Encontrarse en ella?
— Un compartir ideas, valores, miradas sobre destinos comunes, miradas sobre lo público, lo político, lo cultural. Siempre en clave a la realidad de aquellos tiempos.
— ¿Pero cómo definir el rol de Mafalda en esa intensidad?
— Ella emerge como una gran propiciadora de la risa, del humor, la ironía. La tira semanal de Mafalda vinculaba. Generaba códigos comunes. Ayudaba a armar una historia común. Un lugar donde era muy difícil no encontrase, no sentir como propio. Y todo en un tiempo muy complejo para los argentinos. No olvidemos que ella atraviesa incluso tiempos muy crueles.
— Cuando decidió “meterse” con Mafalda, usted comenta en el libro que una amiga suya le dijo: ‘Si te metes con nuestra Mafalda, vas a tener que escucharnos’. ¿Qué le significo, a cuento de su investigación, esa reflexión?
— Fue una advertencia muy cálida, muy estimulante. A lo largo de toda la investigación fue y volvió permanentemente. Me colocaba, me relacionaba en relación muy clara a lo que yo tenía entre manos: Mafalda -que como digo en el libro explorarla era significativo en términos de escala social- era también una cuestión afectiva, personal, para un sector de la sociedad argentina muy amplio. Mafalda tuvo como epicentro lo que yo llamo el mundo “clasemediero”, aun computando las diferencias culturales, generacionales, que lo distinguen… Ya trabajando sobre el tema, asumí que esa característica me iba a acompañar, se iba a referenciar en cada una de mis reflexiones sobre esta nena llamada Mafalda.
— En el libro hay un ir y venir en línea a definir el humor de Quino como interpelación. Si ese es núcleo duro de su capital como humorista, ¿es en Mafalda dónde mejor se expresa?
— No, no. Hablo de todo un estilo, una línea muy significante en su obra. Un contenido concreto. Pero estudio a Mafalda, claro. Es una tira que se prolonga en tiempo y más tiempo. No es humor puntual. En consecuencia, Mafalda es humor abierto, obliga al lector a poner algo de sí para gozar, reírse.
—¿En cuántos temas se metió Mafalda en sus tiras?
— Después de conocerla tanto, diría que hay dos campos que no le son ajenos. Uno, de carácter universal: la guerra, la injusticia, la desigualdad, la hipocresía… ¡Todo un temazo en Mafalda. Dos: no sé si son temas más argentinos, pero sí que reclamaban una mirada no tan universal: el consumo, la censura como dato del sistema político argentino, las rebeliones estudiantiles de los tiempos de Onganía, las aspiraciones de los matrimonios jóvenes…Universales o no, estos temas se cruzan, claro.
— ¿Con qué idea sobre el valor del humor en la vida de una sociedad comenzó a trabajar sobre Mafalda?
— Con la misma que ratifico ahora, con el libro ya publicado: el humor permite entender muy bien los fenómenos sociales. No encasilla el análisis sobre los mismos… pone a nuestra disposición miradas que enriquecen. A la historia, la ayuda a recomponer significados.
— ¿Le llamó la atención que desde muy pibita -hablamos de la Mafalda de finales de los ´60-, lingüistas (Umberto Eco para el caso), sociólogos, etcétera, se detuvieran a reflexionar sobre la nena o la tira?
— No puedo decir que me llamara la atención, porque cuando me metí con ella ya había llamado la atención. Las reflexiones de Eco son, por caso, del ‘69. En algunas medida, pioneras en ese campo. Él, como digo en un tramo del libro, puso sobre el tapete la dimensión contestaria y generacional de Mafalda. Pero sí confieso que hubo momentos en que me sentí definidamente abrumada por la cantidad de lo que llamo “reverberaciones” de las que fue objeto la tira. Ha sido mirada, reflexionada, con mucha intensidad. Hay incluso tesis doctorales sobre ella en universidades europeas… Leí todo sobre ella.
— El impacto sobre lo subjetivo del lector que genera la tira, ¿Es el núcleo duro que alienta la seducción sobre Malfalda?
— Es el gran mérito de Quino, sí, sí. Apeló a las características de un tiempo y, desde esas características, impactó en lo subjetivo de grandes, medianos, chicos. Y atravesando por igual todo lo genérico.
— ¿Está convencida -como lo está Quino- de que en diciembre del 2001 Mafalda no hubiera saqueado el almacén “Don Manolo”?
— ¡Por supuesto! Ella no hubiese saqueado a “Don Manolo”. Ese tema enojó mucho de Quino. En pleno drama de diciembre del 2001 en Argentina, el diario “El Mundo” editó una viñeta en que Mafalda salía disparando de “Don Manolo” luego de participar de su saqueo. Y Manolito, mirándola, y reflexionando en términos de César cuando era asesinado… aquello de “¿Tú también Bruto?”. Manolito, la mira a Mafalda disparando y dice: “Tú no Mafalda”… A Quino le molestó que situaran a Mafalda en esa historia. Bueno, yo explico en el libro que incluso dijo que Manolo le hubiera llevado a Malfalda la comida que eventualmente necesitaba ante el cariz de la crisis. Para él, incluso, los saqueos no habían sido voluntarios. Esto implica tener una posición definida ante aquellos hechos. Y le molestaba. Ya le había sucedido en otros casos, que involucraran a Mafalda con algo que no estaba en su naturaleza…
— ¿Cómo sigue su relación con Mafalda?
— Bien, muy bien. La rescato de todos los fuegos que la cruzaron. Los que relato en el libro… esos espacios que la acusaron o le endilgaron -por contestaria- alentar la subversión, la violencia en argentina. Y la rescato de quienes trataron de desmerecerla definiéndola de pequeña burguesa. Me quedo con lo que fue y es: Malfalda nos sigue interpelando…
entrevista: A Isabella Cosse, autora de “Mafalda: historia social y política”
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