Marcelo Arce explica los secretos de La Voz

Llegará el viernes a La Baita, de Bariloche, con “Sinatra: La Voz, de Extraños en la noche a My way”.

Marcelo Arce inaugura su 10ª temporada barilochense con “Sinatra: La Voz, de Extraños en la noche a My way”, en pantalla gigante. Sus temas más difundidos, Baryshnikov baila Sinatra, duetos, momentos del cine, junto a Liza Minelli, Bing Crosby, Gene Kelly, Ella Fitzgerald, Barbra Streisand, Fred Astaire, Tom Jobim, Luciano Pavarotti… Única función, el viernes a las 21:30 en el Teatro La Baita de Bariloche. “Sinatra es mucho más que La Voz. Este personaje que a los quince vendía diarios y en 1991 –según la revista Forbes- disfrutaba de 26 millones de dólares, hizo importantes aportes. Entre otros, la original idea de fusionar la big band con orquesta sinfónica, generando una música diferente, a veces imposible de clasificar. Otro, fundamental, devenido de su carrera actoral paralela, fue actuar con la voz, representar cada verso, como enseñó la Voz del Milenio, María Callas, su amiga. Otro, mimetizar su voz con los instrumentos hasta ser uno solo. A Francis Albert Sinatra se le entiende lo que canta-dice-actúa. Su dicción es perfecta, el fraseo envolvente, el tono personalísimo. Con ondulaciones –fantasmas políticos y de la mafia, enredos femeniles, escándalos del variopinto club de amigos- superó todas las adversidades, marcó caminos y sigue dando clase. Es lo que consideraremos en clips editados especialmente para esta oportunidad, una hora cincuenta de material exclusivo”, precisa entusiasmado Marcelo. Entre provincias y Capital, Arce desarrolla un diecisiete ciclos, incluyendo actuaciones al aire libre con asistencia masiva. Forma parte de la Semana Musical Llao Llao, de Roemmers junto a la Cultura, y es Jurado en Música Clásica de los Premios Gardel. “Hace unos veinte años, de los treinta y cinco que llevo aprendiendo, que insisto en el concepto de la “clásica música” –hasta tuve que patentarlo en Marcas y Registros- contra aquél de “música culta” que suele presentarse de tal modo que se oculta. Hay una única música, la buena, la artística, cuya regla es que la obra tenga forma y contenido. Más allá de que nos guste o no. En la clásica música, quién puede negar a Freddy Mercury, Horacio Salgán o Duke Ellington?” –Se trata de una cuestión de difusión. –Sin dudas. Baste recordar la visita de (Daniel) Barenboim en 2010, cuando miles de personas de todas las edades fascinadas por la música de Ludwig van Beethoven, inundaron la 9 de Julio. Aquí y en el mundo, el público responde a su emoción y sensibilidad, motivado por Elton John, Luciano Pavarotti o Mahler. Los mejores vehículos para divulgar ante el gran público son la escuela y los medios masivos, pero la esencia reside en cómo se la ofrece. Lo intento desde mi pequeño lugar, en las funciones, la radio, el programa de cable (por HITN), o el libro Momentos Musicales. Insisto, todo radica en cómo se la presenta. Hay algunas emisoras de música clásica que la anuncian con voz engolada, tono velatorio y fonética ininteligible para el nombre del pobre compositor que así pierde pilas de oyentes. Por el contrario, personalidades de otros rubros, realizan una interesante labor difusora. Con la combinación de “clásico y moderno”, los más adultos descubren el talento de creadores de música contemporánea que tal vez dejaron pasar por estar en otra senda. Del mismo modo, los jóvenes encuentran estímulo y ritmo en compositores que desde un errado lugar marcaron como antiguos o pasados de moda. El público es un receptor abierto, amplio en criterios.

Eduardo Rouillet

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