Memoria personal de Dal Masetto

En "El padre y otras historias", de Antonio Dal Masetto, anécdotas y recuerdos se suman en historias que entrelazan su memoria personal con la ficción.

Dal Masetto usa todos sus recursos en «El padre y otras historias».
Fiel al sesgo autobiográfico de su literatura, en «El padre y otras historias», libro de reciente aparición, Antonio Dal Masetto apela a la intimidad de su memoria personal para reunir un puñado de relatos que alternan entre la nostalgia de la figura paterna con matices de su propio ejercicio de la paternidad.

«Le debía a mi viejo esta suerte de homenaje literario, y traté de evocarlo a partir de ciertas anécdotas, pequeñas, mínimas, ligadas a zonas muy emotivas de mi relación con él», manifestó Dal Masetto, en diálogo con Télam.

«Aunque hay una en especial, la del primer cuento, que para mí lo pinta por entero -añadió-: la de ese tano laburante y tozudo que salía de la fábrica de gas a media noche, cuando terminaba su turno, y regresaba a su casa en plena guerra, desafiando el toque de queda y las balas, porque quería dormir en su cama; porque consideraba que era su derecho y no había Hitler ni Mussolini que se lo impidieran».

Publicado por Sudamericana, el libro se estructura en tres bloques de temáticas y tonos bien diferenciados: «Días», «Paisajes y entreveros» y «Noche».

En el primero, de marcado cariz íntimo y afectivo, prevalece el tono evocativo y la primera persona de un narrador que se sumerge en pequeñas impresiones vinculadas a aquellas zonas luminosas de la memoria donde conviven los afectos familiares, la vida pueblerina y la celebración de la amistad.

«Lo que hago es reconstruir un poco mi llegada a Salto, en el 50, cuando tenía 12 años, y describir ese mundo desde la mirada de un adolescente inmigrante que debe adaptarse a los códigos de una nueva vida», señaló el autor.

La segunda parte, en cambio, se sale del marco autorreferencial para reunir una miscelánea de ficciones variopintas creadas a partir de ciertas observaciones del anecdotario urbano.

«Calculo que tiene que ver con la temática de cierta literatura ciudadana tratada ya en libros como «Gente del Bajo» -apuntó Dal Masetto-; la del testigo que anda por la ciudad y el país registrando personajes, gente de los bares, de la calle, y ese tipo de especímenes extravagantes que pululan por nuestra geografía ¿no?».

Si bien estos dos primeros capítulos presentan una marcada diferenciación de temática y registro narrativo, existe entre la nostalgia de ese pasado remoto y la vivacidad del anecdotario cotidiano de la urbe, una afinidad en el matiz melancólico y los raptos de humor de las historias.

No obstante, en ambos casos, el escritor utiliza recursos formales diferentes: desde textos con diálogos lacónicos, hondas respiraciones o pronunciados silencios, a otros ganados por una acelerada verborragia que no da tregua.

Y hay también un elemento recurrente que se destila a través de todo el libro: el alcohol, que a veces oficia como elixir celebratorio, dador de lucidez o bálsamo ante el hastío, el temor, la angustia o como oscura perdición.

«Hay que tener en cuenta que vengo de una generación, la de los 60, donde la relación con el alcohol era inmediata, casi un deporte, y el boliche era una institución; uno no necesitaba hacer una cita: iba y sabía con quién se iba a encontrar, estaban todos ahí y el alcohol también, que era una forma de festejar el encuentro», acotó el autor del «El bosque» y «Oscuramente fuerte es la vida».

«Obviamente que a la larga la secuela del alcohol puede ser tan nociva como cualquier otra cosa, pero…, ¿qué cosa no deja secuelas?», reflexiona el escritor.

La tercera sección, titulada «Noche», es la más oscura del libro; ahí la memoria personal troca por la memoria colectiva y construye un breve tríptico atravesado por vestigios de la última dictadura.

La primera historia, traza un itinerario urbano cuyo parámetro de medida son los 9.000 cuerpos de desaparecidos que registra el «Nunca Más»; la segunda es una reflexión sobre la aparición de los cuerpos arrojados al río en «los vuelos de la muerte» y la tercera se pliega sobre el dolor corporal, sobre las formas de laceración que los hombres ejercen sobre otros hombres.

«Me pareció que valía la pena cerrar con eso, que es también la experiencia de lo que a uno le tocó vivir; digamos que esa cosa nostálgica inicial, ese segundo mundo intermedio de amigos, boliche, locura y vino, y luego esta realidad que nos ha pasado por encima, marcan lo que me ha dejado esta vida: todo aquello tan grato pero también ese ineludible broche siniestro» concluyó Dal Masetto. (Télam)


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