Menem preso

Por Arnaldo Paganetti

a primera mentira llama a la siguiente. Así se van armando los eslabones de un gran embuste que, más tarde o más temprano, acarrea consecuencias inevitables. Y ya se sabe que a lo largo de la historia, se ven las mismas cosas siempre con distinta fecha, pueblos, tiranos, vientos… cadenas…». En cadenas, pero en mi Patria», acertó el ex presidente Carlos Menem, al especular sin mucho convencimiento con la alternativa de terminar encarcelado. Y eso ocurrió el jueves cuando el juez federal Jorge Urso -por él designado a propuesta del ex diputado Miguel Angel Toma- dispuso su arresto domiciliario como jefe presunto de una asociación ilícita que contrabandeó armamento a Ecuador y Croacia, en momentos en que la Argentina, alineada con Estados Unidos, se había comprometido a garantizar la paz en América Latina y en los Balcanes.

Menem se queja hoy de los desleales de su propio partido (los desagradecidos pueden encontrarse también afuera), pero las principales figuras justicialistas le están pagando con una moneda gastada y conocida, que sólo permite viajar hasta la puerta del cementerio, pero no da derecho a quedarse en ese sitio tan desapaciblemente tranquilo.

La vorágine de las noticias y las desgracias que van envolviendo a la clase partidaria no puede tapar el significado histórico de la orden de detención librada por un magistrado contra una personalidad que estuvo diez años y medio al frente del mando constitucional del país. Por supuesto, hay mucho de irracionalidad, imprevisión y contradicción en el comportamiento de los dirigentes, pero no para llegar a la conclusión de que Menem es un perseguido político, como sentenció su hermano Eduardo. No hay «régimen delarruista», aunque sí podría concederse que Urso (que estaba en la nómina de la «servilleta» que Corach mostró a Cavallo) le restringió al ex presidente el derecho de defensa, ya que éste nunca había declarado en la causa del desvío ilegal, a partir de un decreto del PEN, refrendado por los ex ministros Erman González, Guido Di Tella y Domingo Cavallo. El primero está preso junto con el ex jefe del ejército Martín Balza (como «organizadores» de esa banda) y el ex asesor presidencial Emir Yoma. La situación del ex canciller se resolverá en los próximos días y el hoy influyente garante del megacanje (que alejó al país del default) podría ser citado como «testigo». La ruta del dinero es un tema pendiente.

Utilitarios en un mundo donde los intereses materiales son el motivo principal del accionar de los poderosos, los inversores están atentos a lo que pase con Cavallo, quien se perfila cada vez más como el hombre que tendrá «la sartén por el mango», con capacidad para negociar con los gobernadores peronistas que ahora le dan vuelta la cara a Menem, a pesar de que hace muy poco, en un vergonzoso acto realizado en el Congreso en el que se cantó «la marcha», se solidarizaron con el titular formal del PJ, porque Urso «judicializaba la política». Angel Mazza, su coterráneo, y ahora con reparos el pampeano Rubén Marín, se mantienen al lado del riojano.

No hubo un levantamiento popular por el destino Menem, confinado en una cárcel de lujo (una quinta de Armando Gostanián, en Don Torcuato) junto con su flamante esposa, la ex Miss Mundo Cecilia Bolocco, ni divisiones irreconciliables como en el pasado, donde se enfrentaban rosistas y antirrosistas o peronistas y antiperonistas.

La semana que pasó fue pródiga en hechos rimbombantes. La marcha atrás de los senadores que se habían autoasignado un aguinaldo de más de 3.200 pesos en medio del descontento de los que no tienen la fortuna de ser funcionarios públicos; la decisión del Estado español de resignar el control de la destartalada Aerolíneas Argentinas; el paro general del rebelde Hugo Moyano, con gestos de amedrentamiento; los permanentes cortes de ruta; el «retiro espiritual» en Campo de Mayo de Balza, el general de la autocrítica; y, sin agotar la lista, la repentina y delicada operación coronaria a la que fue sometido el presidente De la Rúa, que lo obligará a permanecer en reposo entre 15 y 20 días.

Esos factores con fuerza para «ensuciar» el terreno no consiguieron alterar al endiosado mercado, que siguió dando señales positivas, por supuesto aún insuficientes para presagiar una reactivación que devuelva el optimismo general. Pero, a paso de hormiga, se avanza para esmerilar la coraza de escepticismo que atrapa a la mayoría de los argentinos.

Un vuelco épico en las actuales circunstancias podría insinuarse si siguen apareciendo signos inequívocos de que se medirá a todos con la misma vara, sin listas de impunes o privilegiados. Atención, no habrá justicia revolucionaria. Todavía existen recursos para llevar la causa de las armas a la Corte Suprema. E incluso, no se descarta la alternativa del indulto, en un país donde los peores criminales andan sueltos y el moderado presidente De la Rúa despliega una constante prédica en favor de la unidad nacional.

Los nubarrones socio-políticos dificultan los pronósticos creíbles sobre la elección legislativa de octubre. La atomización -esto es, la fragmentación del esquema de convivencia actual- augura la anulación de muchas conductas y el nacimiento de algo nuevo, en gestación caótica.

Arnaldo Paganetti


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