Mujer que sabe latín

La televisión todavía pública pasó hace poco, en el ciclo nocturno de cine arte, una vieja película búlgara que daban los cine clubs de los 70. Una maravilla en blanco y negro, presupuesto bajísimo, pocos y excelentes actores, una trama estupenda: “Cuerno de cabra”, de Metodi Andonov (1972). Vista 45 años después, mantiene intacta su belleza trágica y actualiza, de forma asombrosa, problemas quizás inadvertidos cuando se estrenó. Un asunto referido al género, diríamos hoy.

A grandes trazos, de qué trata: en un ambiente rural del siglo XVII, una mujer es violada y asesinada por una patota. Esposo e hija dedican los días siguientes a vengar el crimen, y para eso el padre anula los atributos femeninos de su hija y la entrena en la lucha brutalmente. Le corta el pelo a lo varón, la despoja de su vestido y le advierte que este mundo no está hecho para las mujeres.

Crudo y duro, el mensaje paterno repica todavía como auténtico en muchas conciencias, aun 45 años después. Con pensar que, sólo en nuestro país, 254 mujeres
–una cada treinta horas– fueron víctimas de femicidio los últimos once meses, le damos la razón a ese hombre rústico que trasviste a su hija para ponerla a salvo de la ferocidad patriarcal.

“Todos deberíamos ser feministas”, el título de uno de los libros de Chimamanda Adichie, debería ser el lema de este siglo. Ella lo explica con sencillez: “Mi definición propia de feminismo es aquel hombre o mujer que dice sí, todavía hay un problema de género que debemos resolver, debemos hacerlo mejor. Todos nosotros, mujeres y hombres, debemos hacerlo mejor”.

Con el oído puesto en el clamor indignado de los movimientos de mujeres que protestaron por la asunción de un misógino militante como Donald Trump, la editorial norteamericana Merriam-Webster consagró para sus célebres diccionarios la palabra “feminismo” como la palabra del año. Sintonizó además con las denuncias de abuso que, como cataratas de repudio, se desplomaron sobre Hollywood y sepultaron a artistas y productores que venían siendo arrullados por la fama y la impunidad.

¿Este mundo es un lugar inhóspito para las mujeres? A esta altura de los feminismos –creativos, potentes, libertarios, diversos– la respuesta es un categórico no sé. La cada vez más multitudinaria concentración de mujeres que convoca el llamado de Ni una Menos puede ser una respuesta. Pero también se podría responder con otra pregunta, propuesta hace casi veinte años por las activistas del arte Guerrilla Girls: “¿Tienen las mujeres que estar desnudas para entrar al Metropolitan Museum?”. Y concluían: “Menos del 5% de los artistas en las secciones de Arte Moderno son mujeres, pero un 85% de los desnudos son femeninos”. Otra cifra en la relación mujeres y arte son los premios Nobel recibidos por escritoras desde 1901, cuando fue la primera entrega: pues catorce.

Hoy, sin embargo, las escritoras no sólo denuncian el acoso de editores sino que ocupan los mejores lugares de la vidriera sólo por su buena literatura. Está circulando en la web una campaña “contra el machismo literario: ellas han escrito los mejores libros de 2017”, con una lista que integran Chimamanda Adichie, Margaret Atwood –éxito editorial por las series “Alias Grace” y “El cuento de la criada”, basadas en sus libros– y las brillantes argentinas Mariana Enríquez, María Moreno y Samanta Schweblin, entre muchas otras.

A Atwood, que visitó el país hace poco, le preguntaron si “El cuento de la criada” es una novela feminista. Dijo que no si se piensa en mujeres angelicales o victimizadas, pero aceptó que lo sea si las mujeres “son seres humanos, con toda la variedad de personalidades y comportamientos que eso implica, y además son interesantes e importantes. Porque en la vida real las mujeres son interesantes e importantes. No son un subproducto de la naturaleza y no representan un papel secundario en el destino de la humanidad”.

Muchas escritoras de la nueva generación pueden responder afirmativamente a la pregunta de si son feministas, como lo han hecho muchas actrices jóvenes. Son herederas de los feminismos que son y han sido, están muy despiertas, conocen sus derechos y se piensan en una colectividad de iguales llamada sororidad. Curiosas, atrevidas y atentas a las voces de la humanidad, estallarían a carcajadas si escucharan la no tan vieja sentencia popular que aconsejaba: “Mujer que sabe latín ni encuentra marido ni tiene buen fin”.

Datos

Muchas escritoras de la nueva generación pueden responder afirmativamente a la pregunta de si son feministas, como lo han hecho muchas actrices jóvenes.

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