Nicolás Mascardi, una reina y un arcabuz

Por Jorge Castañeda

Según algunas crónicas y una carta-relación, el padre Nicolás Mascardi nació en setiembre de 1625. El doctor Gregorio Alvarez aseveraba que los hechos más notables del mismo están narrados en la «Vida Apostólica», obra cuyo autor, según Furlong Cardiff, es el padre Diego de Rosales, uno de los primeros exploradores venidos de Chile a la llamada «Región de los lagos».

Conforme a una investigación del profesor Jorge Raúl Entraigas, el primero en incursionar por esa región fue el capitán español Juan Fernández, hipótesis confirmada por la existencia de un informe al entonces Rey de España presentado por Flores de León, en el que dice que «dicho capitán partió en 1620 al mando de 46 hombres, que cruzando la cordillera llegaron hasta el lugar llamado «Naval Huapí».»

Se narra que el ya eminente jesuita tenía 45 años cuando llegó en el 1670 al lago Nahuel Huapi. Había embarcado en 1651 en Sevilla y a su propio pedido fue enviado a la misión de Buena Esperanza, ubicada en las inmediaciones del río Maule, en Chile.

Al decir de su principal biógrafo, «tenía, además de una gran facilidad para aprender idiomas, una dulzura y una gracia tan particulares, que cuando peroraba no se le resistían ni los más empecinados infieles».

Agrega que «a cada tribu le hablaba en su propia lengua o dialecto y los dejaba embelesados y que era tal el poder de su elocuencia, que al dirigirse a aquellas mentes ignaras lo hacía en forma tan inteligente, que llegaba a persuadirlos de que era más conveniente tener una sola mujer, que tener varias…».

Arribado a la ciudad de Chillán, luego de haber salvado su vida en la sublevación del gran toquí Tranaqueupu (pedernal que golpea), ayudó a atender a los enfermos víctimas de una peste epidémica, siendo luego destinado a la ciudad de Chiloé, donde «con su agradable continente, su bondadoso carácter, sus buenas obras y sus mejores intenciones se granjea la simpatía y la amistad de los naturales».

Pero decía Gregorio Alvarez que «el padre Mascardi se proponía nada menos que ir a descubrir la Ciudad de los Césares, que se suponía estuviese en el oriente de la Cordillera Nevada», siendo así autorizada por sus superiores a su misión a la comarca andina.

El ya citado Furlong Cardiff escribe que entre los indios esclavizados por Villarroel y entregados al tristemente célebre general Verdugo «había una india a la que llamaban «La Reina», no porque en realidad lo fuese, que esa gente no tiene rey, más su autoridad, el señorío que tenía sobre los demás y su presencia le habían granjeado este nombre».

La Reina, llamada Huanguelén (estrella) y otros cautivos formaron el acompañamiento del padre Mascardi que partió desde la ciudad de Castro con la custodia de un grupo de soldados hasta llegar al pie de la cordillera. «Sin más defensa que el crucifijo en el pecho, ni más provisiones que la esperanza en Dios, tuvo que atravesar por el medio de naciones bárbaras y numerosas que moraban en la cordillera y en los extensos valles que están al naciente de ella».

Por Carta y Relación se cuenta que entró la misión del padre Mascardi con la Reina y demás indios liberados a la región del Nahuel Huapi y que los aborígenes «vinieron de varias partes a oír la palabra divina; los «poyas» orientales vinieron de más de cien leguas y estuvieron con el padre y con la Reina hasta que se hicieron capaces de los misterios de la fe, y el padre les predicaba, y sobre lo que él decía echaba la Reina el contrapunto y les hablaba con gran eficacia, elocuencia y señorío, oyendo todos con suma atención y admiración a aquella segunda Reina Saba, como la que al oriente vino a oír la sabiduría de Salomón y volvió sabia a su tierra».

Y ya con atributos de conquistador dice que «luego que llegué a la cumbre de la cordillera y campañas de esta banda, planté y levanté una cruz y dije en voz alta que en nombre de la Santísima Trinitá, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tomaba posesión, mandé tocar trompeta y disparar dos veces la pieza de campaña que llevaba conmigo, que era un arcabuz».

Se sabe que fue el padre Mascardi quien llevó los primeros manzanos que luego se hicieron silvestres y dieron su nombre al gobierno de Valentín Sayhueque; que realizó cuatro exploraciones diferentes, que nunca halló la mítica Ciudad de los Césares, que levantó una iglesia bajo la advocación de la Virgen Nuestra Señora de Nahuel Huapi, de cuyos restos nunca se tuvieron noticias y que su recuerdo está estrechamente ligado a la Región de los Lagos.

Narró el doctor Gregorio Alvarez que en oportunidad de su cuarto y último viaje hacia el sur fue sorprendido junto a su amigo el cacique Manquehunai por una turba de numerosos huilliches y que Mascardi «hace adelantar al cacique, para que les hable e informe sobre el objeto de su viaje; que deseaba le oyeran su doctrina y se hicieran cristianos. Aquéllos contestaron furiosos que no querían ser cristianos ni que el Chahuelli anduviera predicando en sus tierras. Y diciendo esto, arremetieron contra el buen cacique y lo mataron a bolazos y, acudiendo luego donde estaba el misionero, lo atacaron en igual forma. Tres flechas fueron dirigidas a su pecho, que el cura heroico se lo había puesto al descubierto y acabaron con él dándole furibundos golpes de bola en la cabeza».

Su cuerpo traído a la misión fue llevado a la ciudad chilena de Concepción, donde se le dio cristiana sepultura en un nicho al lado del altar mayor.

Actualmente un lago y una villa llevan su nombre, en homenaje a sus misiones evangelizadoras.


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