No era tan malo

Mientras que por un lado voceros oficiales como el ministro de Economía Amado Boudou y el canciller Héctor Timerman siguen despotricando contra el Fondo Monetario Internacional, tratándolo como un organismo perverso manejado por infradotados al que le encanta depauperar a pueblos inocentes, por el otro el gobierno nacional acaba de pedirle “asistencia técnica” para que se haga más creíble el índice de precios al consumidor, de este modo reconociendo que el confeccionado por el Indec no sirve. Como no pudo ser de otra manera, la noticia ha desconcertado a los muchos que comparten la opinión lapidaria sobre el FMI de Boudou, Timerman y otros halcones kirchneristas, pero desde el punto de vista de quienes entienden que es poco serio culparlo por nuestros repetidos desastres económicos se trata de una señal muy positiva. Parecería que, sin la presencia de Néstor Kirchner, el que con toda seguridad hubiera vetado cualquier acercamiento al FMI, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha llegado a la conclusión realista de que le convendría poner fin a la cruzada contra un organismo que, mal que bien, cuenta con el respaldo firme de los países más ricos y que ha visto aumentar mucho su importancia últimamente debido a los problemas financieros de países europeos como Grecia, Irlanda, Portugal y España. Asimismo, si bien hace poco más de una semana la presidenta, asesorada por Boudou, anunció por la cadena nacional de radio y televisión que las negociaciones con el Club de París comenzarían sin la participación del Fondo, los integrantes europeos del grupo así llamado no tardaron en informarle que en tal caso los costos serían elevadísimos, puesto que la Argentina tendría que saldar virtualmente al contado la deuda de aproximadamente 7.000 millones de dólares dentro de dos años, exigencia ésta que dista de ser razonable. Además de significar permitirles a los “inspectores” del FMI someter la economía nacional a una auditoría contable, ya que de otro modo no le sería posible ayudar a confeccionar un índice de precios un tanto más confiable que el improvisado por el Indec de Guillermo Moreno, la invitación servirá para que la gente se acostumbre a que nos visiten con cierta frecuencia los equipos de técnicos. Para el gobierno, no se trata de un detalle menor. Luego de haber hecho de la guerra contra el FMI una fuente de apoyo político, aprovechando la voluntad generalizada de creer que el estado lamentable de la economía del país se debe a que desde hace décadas es víctima de una siniestra conspiración internacional, al gobierno no le será del todo fácil explicar a la ciudadanía por qué ha optado por cambiar de actitud. Como aseveró el mes pasado Boudou, “para la sociedad, arreglar con el FMI es poner en marcha un ajuste salvaje, y no lo vamos a hacer. La gente pensaría que nos bajamos los pantalones, y no lo vamos a permitir”. Pues bien: puede que solicitar la colaboración del FMI no equivalga a “arreglar” con él para iniciar “un ajuste salvaje” en vísperas de un año electoral, pero a muchos les costará encontrar la diferencia. Fronteras adentro, la estrategia de Néstor Kirchner de atribuir nuestras calamidades económicas a la terquedad malévola de los “neoliberales” del FMI ha merecido la aprobación de sectores muy amplios, pero en el exterior las opiniones son menos caritativas. Incluso los habituados a criticar al FMI por la dureza previsible de las condiciones que suelen acompañar los “rescates” que organiza han dado por descontado que la razón por la que nuestro gobierno ha querido mantenerlo a raya tiene menos que ver con sus eventuales convicciones ideológicas que con la conciencia de que el estado de la economía no es tan bueno como dice. Asimismo, la Argentina es el único miembro del G20 que se resistió a permitir que el FMI lleve a cabo “inspecciones” regulares. Puesto que dicha agrupación aspira a manejar las finanzas internacionales, tarea en que el FMI está desempeñando un papel protagónico, la hostilidad hacia el organismo de la que supo hacer gala el gobierno kirchnerista ha puesto en riesgo nuestra participación en la elite así supuesta, lo que, desde luego, ha de ser motivo de gran preocupación para una presidenta que, a diferencia de su marido recién fallecido, ha sabido aprovechar las oportunidades que le han brindado las reuniones cumbre de los líderes más importantes del mundo.


Mientras que por un lado voceros oficiales como el ministro de Economía Amado Boudou y el canciller Héctor Timerman siguen despotricando contra el Fondo Monetario Internacional, tratándolo como un organismo perverso manejado por infradotados al que le encanta depauperar a pueblos inocentes, por el otro el gobierno nacional acaba de pedirle “asistencia técnica” para que se haga más creíble el índice de precios al consumidor, de este modo reconociendo que el confeccionado por el Indec no sirve. Como no pudo ser de otra manera, la noticia ha desconcertado a los muchos que comparten la opinión lapidaria sobre el FMI de Boudou, Timerman y otros halcones kirchneristas, pero desde el punto de vista de quienes entienden que es poco serio culparlo por nuestros repetidos desastres económicos se trata de una señal muy positiva. Parecería que, sin la presencia de Néstor Kirchner, el que con toda seguridad hubiera vetado cualquier acercamiento al FMI, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha llegado a la conclusión realista de que le convendría poner fin a la cruzada contra un organismo que, mal que bien, cuenta con el respaldo firme de los países más ricos y que ha visto aumentar mucho su importancia últimamente debido a los problemas financieros de países europeos como Grecia, Irlanda, Portugal y España. Asimismo, si bien hace poco más de una semana la presidenta, asesorada por Boudou, anunció por la cadena nacional de radio y televisión que las negociaciones con el Club de París comenzarían sin la participación del Fondo, los integrantes europeos del grupo así llamado no tardaron en informarle que en tal caso los costos serían elevadísimos, puesto que la Argentina tendría que saldar virtualmente al contado la deuda de aproximadamente 7.000 millones de dólares dentro de dos años, exigencia ésta que dista de ser razonable. Además de significar permitirles a los “inspectores” del FMI someter la economía nacional a una auditoría contable, ya que de otro modo no le sería posible ayudar a confeccionar un índice de precios un tanto más confiable que el improvisado por el Indec de Guillermo Moreno, la invitación servirá para que la gente se acostumbre a que nos visiten con cierta frecuencia los equipos de técnicos. Para el gobierno, no se trata de un detalle menor. Luego de haber hecho de la guerra contra el FMI una fuente de apoyo político, aprovechando la voluntad generalizada de creer que el estado lamentable de la economía del país se debe a que desde hace décadas es víctima de una siniestra conspiración internacional, al gobierno no le será del todo fácil explicar a la ciudadanía por qué ha optado por cambiar de actitud. Como aseveró el mes pasado Boudou, “para la sociedad, arreglar con el FMI es poner en marcha un ajuste salvaje, y no lo vamos a hacer. La gente pensaría que nos bajamos los pantalones, y no lo vamos a permitir”. Pues bien: puede que solicitar la colaboración del FMI no equivalga a “arreglar” con él para iniciar “un ajuste salvaje” en vísperas de un año electoral, pero a muchos les costará encontrar la diferencia. Fronteras adentro, la estrategia de Néstor Kirchner de atribuir nuestras calamidades económicas a la terquedad malévola de los “neoliberales” del FMI ha merecido la aprobación de sectores muy amplios, pero en el exterior las opiniones son menos caritativas. Incluso los habituados a criticar al FMI por la dureza previsible de las condiciones que suelen acompañar los “rescates” que organiza han dado por descontado que la razón por la que nuestro gobierno ha querido mantenerlo a raya tiene menos que ver con sus eventuales convicciones ideológicas que con la conciencia de que el estado de la economía no es tan bueno como dice. Asimismo, la Argentina es el único miembro del G20 que se resistió a permitir que el FMI lleve a cabo “inspecciones” regulares. Puesto que dicha agrupación aspira a manejar las finanzas internacionales, tarea en que el FMI está desempeñando un papel protagónico, la hostilidad hacia el organismo de la que supo hacer gala el gobierno kirchnerista ha puesto en riesgo nuestra participación en la elite así supuesta, lo que, desde luego, ha de ser motivo de gran preocupación para una presidenta que, a diferencia de su marido recién fallecido, ha sabido aprovechar las oportunidades que le han brindado las reuniones cumbre de los líderes más importantes del mundo.

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