“No vamos a devaluar”

Los políticos intentan dar tranquilidad con estas palabras. Pero siempre, logran lo contrario. Qué se podría esperar con una devaluación. Esta semana la paridad cambiaria se ubicó en los 9,42 pesos lo que refleja que, a partir de su segundo mandato, Cristina Fernández devaluó la moneda 120%.

Por Redacción

FRASE POCO CÉLEBRE EN LA ARGENTINA:

“Los que quieren ganar plata a costa de la devaluación y del pueblo, van a tener que esperar a otro gobierno. No con nosotros”, señalaba con mucha convicción la presidenta Cristina Fernández durante una de sus tantas presentaciones en los salones de la Casa Rosada en un fresco mayo de 2013. Ocho meses después, sobre el fin de enero, la moneda argentina se depreciaba 53% al tocar los 8 pesos por dólar.

Cada vez que un ministro o presidente de la Nación prometieron no devaluar en la Argentina, tiempo después ocurrió lo contrario. La actual mandataria, no fue la excepción.

Esta semana la paridad cambiaria se ubicó en los 9,42 pesos lo que refleja que, a partir de su segundo mandato, Cristina Fernández devaluó la moneda 120%.

Pero los efectos competitivos de esta medida no se reflejaron en la economía real. Peor aún, complicaron el escenario. Otros países de la región devaluaron en mucho menor grado generando resultados positivos sobre su agroindustria exportadora sin afectar la dinámica del mercado interno. ¿Cuál es la diferencia? Las condiciones macro con la que se cuenta al momento de aplicar la medida. Los resultados de una corrección cambiaria en un país con una economía que presenta inflación controlada, sin fuga de divisas y reservas fortalecidas, tienen un resultado totalmente distinto sobre otro que no ostenta estas características.

La devaluación del tipo de cambio nominal (TCN) fue utilizada en reiteradas oportunidades como una herramienta más de la política económica argentina. Su aplicación tuvo, en general, efectos transitorios positivos en el corto plazo pero nunca terminó de corregir los problemas estructurales de la economía. En definitiva, giramos y giramos pero al final del ciclo siempre terminamos como cuando empezamos o peor.

Frente a estos conceptos, y tomando en cuenta las lecciones que nos da la historia, es importante comprender como está preparada hoy la economía argentina frente a un posible ajuste de su paridad cambiaria. Algo inevitable para la mayor parte de los economistas y empresarios.

Un profundo trabajo realizado por el ministerio de Economía de la Nación, cuyos autores son Esteban Bertuccio, Juan Manuel Telechea y Pablo Wahren, estudió los procesos históricos en los que el país ingresó en períodos de devaluaciones bruscas. El escrito “Crisis de divisas y devaluación en Argentina: una perspectiva histórica”, detalla que existen diferencias en la línea del tiempo que permiten delimitar dos claros períodos sobre este tema.

El primero de ellos abarca los años 1955-1975, donde las devaluaciones estuvieron asociadas a crisis en el comercio exterior. Este es el período vulgarmente llamado de Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), donde el principal problema se originaba en la insuficiencia de divisas por el aumento creciente de la demanda de importaciones de bienes intermedios y de capital, con un nivel de exportaciones primarias más o menos estable a lo largo del tiempo. La balanza comercial era una de las principales fuentes de dólares para sostener este modelo de país.

El segundo comprende los años 1976-2002, durante los cuales las devaluaciones del TCN fueron producto de crisis financieras internas. Endeudamiento e inversiones de capitales extranjeros eran los pilares de este modelo.

Como factor común, la insuficiencia de divisas atravesó a ambos períodos.

Las limitantes que presenta hoy el modelo económico argentino tienen que ver más con el primero de los ciclos. En un principio (2003-2007) presentó una fase ascendente de crecimiento económico e industrial, expansión de las importaciones para adquirir en el exterior insumos necesarias para la producción que no se producían localmente, fuerte suba de las exportaciones, superávit fiscal e inflación controlada. Pero la segunda etapa (2008-2015) mostró estancamiento económico, restricción de importaciones, caída de las exportaciones, déficit fiscal y reaparición de inflación estructural arriba de los dos dígitos. Conclusión: la balanza comercial deja de abastecer al modelo con los dólares necesarios, se ancla la paridad cambiaria y se produce una fuerte distorsión de precios relativos.

Frente a este escenario, históricamente se recurrió a la devaluación con el objetivo de restablecer los equilibrios externos y mejorar las distorsiones internas. La corrección de la paridad cambiaria generó en todos estos ciclos impactos inflacionarios directos. La devaluación de enero de 2014, no quedó fuera de estos resultados (ver recuadro adjunto).

Pero volvamos a la historia. El trabajo del Ministerio de Economía enumera con claridad cada uno de los ciclos devaluatorios en el país, sobre los que se hace, a continuación, un breve resumen.

– Octubre 1958. Al asumir Arturo Frondizi como presidente, en mayo de 1958, el país arrastraba cuatro años consecutivos de déficit comercial y una importante reducción de las reservas del BCRA. En este escenario, y ante una creciente inflación y rojo fiscal, el nuevo presidente anunció en octubre de ese año un Plan de Estabilización y Desarrollo que pretendían alcanzar el equilibrio externo a través del fomento de las exportaciones agropecuarias y la entrada de capitales extranjeros. Se dispuso la unificación y liberación del TCN, en un esquema de flotación sucia que implicó una fuerte devaluación. La medida fue tomada en conjunto con la eliminación de los controles de precios existentes, en un contexto de elevada conflictividad social con reclamos salariales que recrudecían la puja distributiva. Como resultado, ese año el TCN se devaluó 68,2% y la inflación se aceleró a 113,7% anual. Por primera vez en la historia argentina la variación de precios superaba los dos dígitos. Los efectos sobre la economía resultaron recesivos.

– Abril 1962. El equilibrio externo, que cobraba un carácter distinto a partir de la apertura a capitales extranjeros fomentada por el gobierno, se deterioró fuertemente en 1961. Si bien el principal problema provino de la balanza comercial, que arrojó un déficit de 471 millones en ese año (-2,8% del PBI) la apertura a la inversión extranjera implicó un aumento progresivo de transferencias de utilidades al exterior. Bajo tales circunstancias, las reservas internacionales comenzaron a retraerse. Bajo presión, el mercado cambiario se libera en abril de 1962 y el TCN se devaluó 15,2% mensual ese mes y más de 10% en cada uno de los dos meses subsiguientes. La suba del TCN en el año fue de 64,5%. La inflación trepó al 26,1%, casi el doble de la tasa observada en 1961. Sin embargo, el gobierno decidió compensar este incremento, determinando una suba del salario nominal de casi el 28%, por lo que el salario real creció en este período.

– Junio 1975. Con un contexto externo negativo producto de la crisis del petróleo, la balanza comercial sufrió un deterioro importante. Paralelamente, el frente interno argentino mostraba una peligrosa aceleración de precios (70% en el primer semestre de ese año). El nuevo ministro de Economía que asumió comienzos de junio de 1975, Celestino Rodrigo, decidió devaluar 99% el TCN ese mismo mes, variable que, exceptuando marzo, permanecía sin cambios desde septiembre de 1972. La distorsión de precios relativos en muy grande. Paralelamente, se llevó a cabo una liberalización de precios y un ajuste tarifario en una proporción similar a la devaluación o incluso mayor. El paquete de medidas se conoció como “Rodrigazo”. En los meses subsiguientes se efectuaron repetidas devaluaciones, de modo que al finalizar el primer trimestre de 1976 la suba acumulada del TCN respecto a junio de 1975 resultó de 873%. En un contexto de fuertes estructuras sindicales, con una tasa de desempleo de 3,7% en 1975, y de inercia inflacionaria, la suba generalizada de precios se disparó: en junio, julio y agosto la variación mensual fue de 21,1%, 34,7% y 22,5% respectivamente. El segundo semestre acumuló una inflación de 228%.

– Las devaluaciones por crisis financieras (1981-1989-2002) tienen menos relación con el contexto que hoy vive la Argentina. Como se mencionó párrafos arriba, deberíamos mirar más a los procesos del período 1955-1975 para encontrar respuestas y potenciales escenarios ante un posible reacomodamiento de la paridad cambiaria a partir del próximo 10 de diciembre.

Conclusión

Nadie pone en dudas que el retraso de la actual paridad cambiaria en una de las variables que hoy está impidiendo el desarrollo de la economía y genera una importante distorsión de precios relativos.

También existe consenso en señalar que sólo con una devaluación no se solucionan los problemas económicos del país. Y es sobre este último punto donde se concentran los interrogantes. ¿Cómo desatar los nudos del modelo K con el menor costo social posible?

Todos los candidatos a presidente se muestran confiados en traer millonarias inversiones, tomar dólares del mercado internacional y hacer crecer la economía a tasas importantes a partir del mismo 11 de diciembre. Sin embargo nadie aclara como se van a traer esas millonarias cifras con un dólar por el que hoy se paga 9 pesos y con un cepo que no permite sacar las utilidades a las empresas del país. Tampoco se dice cómo es que van a conseguir tomar deuda del mercado sin antes arreglar con los holdouts. Claramente los dichos en campaña poco tendrán poco que ver con las decisiones que se tomen en materia económica por el nuevo gobierno.

Con la fuerte inyección de dólares que puede lograrse a través del financiamiento externo, una salida que todos los candidatos ya tienen en agenda, el próximo presidente podrá pivotear parte del costo social al inicio de su mandato. Permitiría eludir temporalmente una corrección cambiaria pero con costos posteriores mucho más abultados si esos recursos no se aplican a proyectos que, en el corto o mediano plazo, generen sus propias divisas.

Lamentablemente, ninguno de los candidatos habla sobre estos temas públicamente porque son tabú para una sociedad que hoy flota sobre una ficticia sensación de bienestar.

Javier Lojo

jlojo@rionegro.com.ar


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