Bicicleta y sus variaciones
El esquema viene desde los 80 y es conocido: economía orientada a la especulación, la destrucción de la industria, una deuda externa impagable y la estatización de pasivos privados.
La historia se repite con variaciones, como en La trama de Borges. En una de esas variaciones, el rock nacional se convirtió en la mejor bitácora de los años gobernados por Videla. Algunas canciones denunciaban de manera frontal, mientras que otras empleaban metáforas incomprensibles para el régimen castrense, pero evidentes para los jóvenes de la época. Con la capacidad de captar el signo de los tiempos, Bicicleta, el álbum de Serú Girán lanzado en 1980, ejemplificó esa cualidad: su título aludía a la maniobra financiera que sostenía el modelo económico de la dictadura. Cuatro décadas después, el carry trade—su versión contemporánea—vuelve a marcar el ritmo de la economía argentina, replicando los mismos mecanismos y encaminándose, probablemente, a idénticas consecuencias.

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La historia argentina parece moverse en ciclos. Varían los nombres y los instrumentos, pero el esquema subyacente permanece intacto.
Durante los años de los vuelos de la muerte, el ministro de Economía, José Alfredo Martínez de Hoz, diseñó una política basada en la apertura financiera, la desregulación y el endeudamiento creciente. La bicicleta financiera fue su consecuencia natural: ingresaban dólares, se transformaban en pesos y se invertían en activos de alto rendimiento. Luego, en el momento adecuado, se dolarizaban nuevamente y fugaban al exterior. El resultado fue una economía orientada a la especulación, con la destrucción de la industria, una deuda externa impagable y la estatización de pasivos privados que el país, como la cándida Eréndira, no dejó de pagar jamás.
Plata dulce, la película rodada en aquellos años, retrató el contraste entre la producción real y la especulación financiera, exponiendo los efectos destructivos del modelo económico y la burbuja de riqueza efímera que estalló en los años 80. Su estreno, en cierto sentido, parece no haber terminado nunca.
La lógica especulativa jamás desapareció del todo. Su última gran reedición ocurrió durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019), cuando el carry trade—idéntico a la bicicleta financiera, pero con la borgeana variación del nombre—volvió a cobrar protagonismo.
El ingreso masivo de capitales especulativos permitió mantener un tipo de cambio artificialmente estable, generando rentabilidades extraordinarias para quienes apostaban por las tasas locales en pesos. Pero, como en los años ochenta, el final fue predecible: una crisis de confianza, una corrida cambiaria y la intervención del FMI como prestamista de última instancia, que dejó a la Argentina con la mayor deuda contraída en la historia de ese organismo.
Hoy, en un nuevo capítulo de esta saga, el esquema vuelve a activarse. El juego sigue siendo el mismo: tasas de interés positivas en relación con el tipo de cambio, desregulación financiera y promesas de estabilidad que solo pueden sostenerse mientras continúe el flujo de capital especulativo. Pero, como en el pasado, la pregunta no es si este modelo es sustentable, sino hasta cuándo podrá sostenerse. La bicicleta, para no caer, necesita que alguien pedalee sin descanso, porque cuando se detiene, el equilibrio se vuelve imposible.
La música argentina dejó un testimonio cultural indestructible sobre estos ciclos de bicicleta y variaciones. Charly García, con su sensibilidad artística para leer como nadie el espíritu de la época, construyó un lenguaje de resistencia en tiempos de censura. Bicicleta, más que un álbum, fue una declaración de principios. Su canción más emblemática, Alicia en el país, es una radiografía precisa de la Argentina de 1980, pero también de la Argentina de hoy: «Quién sabe, Alicia, este país no estuvo hecho porque sí…»
La ilusión de un país donde las reglas del juego nunca son claras y en el que finalmente los mismos ganan y los mismos pierden, una y otra vez. El universo de Alicia, lleno de personajes absurdos que dictan normas caprichosas, es una metáfora exacta de una Argentina donde el poder financiero siempre logra imponer su lógica por encima de la economía real, de la producción y el trabajo.
«Un río de cabezas aplastadas por un mismo pie, juega cricket bajo la luna…» Si en su momento la imagen podía asociarse a la represión de la dictadura, hoy bien podría representar a un país atrapado en un ciclo de endeudamiento y fuga, con nuevos nombres pero las mismas consecuencias. Argentina sigue siendo el país de Alicia: un territorio donde lo irracional se convierte en norma y donde las promesas de estabilidad se desmoronan en cuanto los capitales especulativos deciden retirarse.
La pregunta que subyace en esta repetición histórica es si alguna vez el país logrará escapar de esta trampa. La experiencia demuestra que cada vez que se implementa un modelo basado en la especulación, el desenlace es el mismo: fuga de divisas, crisis cambiaria y socialización de las pérdidas. Domingo Cavallo, en su juventud como funcionario de la dictadura, produjo la estatización de la deuda privada, trasladando su peso a toda la sociedad, desde los grandes empresarios—ganadores del juego prebendario—hasta la pobre doña Rosa.
Pero la clave para entender esta dinámica es que no se trata de un error de diseño, sino de un modelo deliberado que beneficia a ciertos sectores en detrimento del conjunto.
Mientras la historia sigue su curso, la música permanece y me dicta: «No cuentes qué hay detrás de aquel espejo, no tendrás poder. Ni abogados. Ni testigos».
Charly García dejó una obra que no sólo interpretó su presente, sino que también anticipó el futuro. Alicia continúa recorriendo el país de ilusiones rotas, con la misma vigencia que en 1980. Y en ese espejo distorsionado, Argentina sigue buscando su verdadera cara.
* Vicegobernador de Río Negro
La historia se repite con variaciones, como en La trama de Borges. En una de esas variaciones, el rock nacional se convirtió en la mejor bitácora de los años gobernados por Videla. Algunas canciones denunciaban de manera frontal, mientras que otras empleaban metáforas incomprensibles para el régimen castrense, pero evidentes para los jóvenes de la época. Con la capacidad de captar el signo de los tiempos, Bicicleta, el álbum de Serú Girán lanzado en 1980, ejemplificó esa cualidad: su título aludía a la maniobra financiera que sostenía el modelo económico de la dictadura. Cuatro décadas después, el carry trade—su versión contemporánea—vuelve a marcar el ritmo de la economía argentina, replicando los mismos mecanismos y encaminándose, probablemente, a idénticas consecuencias.
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